5 libros para conocer a Saul Bellow
Humanidad e ironía, en un novelista estadounidense clave
Saul Bellow (1915-2005) es, con Bernard Malamud y Philip Roth, uno de los tres grandes representantes de la literatura judeo-estadounidense. Nació en Quebec, Canadá, de padres lituanos, pero pronto, cuando el futuro escritor tenía nueve años, la familia se trasladó a Chicago. Después de una infancia áspera, Bellow estudió antropología y sociología. Se recibiría con honores. Aunque nunca dejaría de enseñar, pronto se volcó también a la literatura. Su primera novela, Dangling Man (“Hombre fluctuante”) narra las angustias existenciales de un joven que se dispone a ir a la Segunda Guerra Mundial. Pronto, sin embargo, en sucesivas obras Bellow iría puliendo una prosa original, ácida pero llena de ironía y humor, que retrata la condición del individuo en un mundo de valores que empiezan a trastocarse. Su literatura –que además de novelas contempla cuentos y ensayos– lo hizo acreedor en 1976 del Premio Nobel de la Literatura.
Las aventuras de Augie March
(1953)
La primera novela importante de Bellow es, también, la más extensa. Guiándose por una trama picaresca, que hunde sus raíces en la mejor tradición literaria, la historia sigue en primera persona la vida de Augie March, desde la adolescencia hasta la adultez, desde la gran depresión de comienzos de los treinta hasta los años cincuenta. Chicago es el escenario principal, aunque también cobran importancia México y París. Con esa vida sometida al azar de los encuentros fortuitos, Bellow da forma a una novela episódica que retrata su propio tiempo.
Carpe Diem
(1956)
Carpe Diem (Seize the day, en el original) es un breve pero contundente relato sobre la crisis de la mediana edad y la alienación del hombre común extraviado en el frenesí de los años cincuenta. Wilhelm Adler parece haber perdido la brújula en la vida (está separado, no le dejan ver a sus hijos, sufre kafkianamente la opresión del padre) y se mueve por la ciudad en busca de un golpe de suerte como un Leopold Bloom sin lugar dónde recalar. Bellow le permite al final una inolvidable epifanía, que redime al personaje pero también al lector.
Herzog
(1964)
Aunque algunos prefieran la anterior Henderson el rey de la lluvia, Herzog puede ser considerada la novela más inolvidable del escritor. La narración gira alrededor de Moses Herzog, profesor universitario y escritor. Acaba de divorciarse (su segunda mujer lo traicionó con un amigo cercano) y se encuentra al borde del colapso. La angustia y la desconfianza paranoica por las relaciones humanas lo llevan a escribir desopilantes cartas a personajes públicos, vivos, pero también muertos; por caso, Napoleón. Teñida por un humor inclasificable, Herzog posee la “intensidad de alma” que Bellow prefería a la virtud. Una obra maestra.
El planeta de Mr. Sammler
(1974)
Si pudiera hablarse de novelas reaccionarias imperdibles por su inteligencia, El planeta de Mr. Sammler se llevaría el primer premio. Situada en Nueva York –a diferencia de la mayoría de las obras de Bellow, que transcurren en Chicago–, la trama sigue de cerca a Artur Sammler, un anciano intelectual judío que sobrevivió a los campos de concentración, y tiene la compleja tarea de vivir cotidianamente en los convulsionados y rebeldes Estados Unidos de los años setenta. El mundo a su alrededor, incluyendo el familiar, se vuelve a cada momento más incomprensible y amenazante, mientras el anciano profesor se pierde en reflexiones sobre el futuro de la civilización y el valor de la humanidad. La novela tiene escenas que capturan de manera impecable el ajetreo de la vida urbana, en perfecto contrapunto con el desconcierto de su principal personaje, que, en una vuelta de tuerca irónica, termina invocando a Dios.
Ravelstein
(2000)
La última novela de Bellow es una despedida a la altura de su talento. Para el personaje de Abe Ravelstein, el escritor se inspiró en uno de sus mayores amigos, Allan Bloom, brillante y polémico filósofo, discípulo de Leo Strauss, que le sirve para trazar el maravilloso retrato de una personalidad entregada a la incorrección política. El moribundo Ravelstein, enfermo de HIV, le encarga al narrador que escriba sus memorias, pero éste a su vez, cuando se decide a hacerlo tras la desaparición física del amigo, sufrirá un percance de salud que lo pone al borde de la muerte. Ravelstein es muchas cosas al mismo tiempo: roman à clef, memoria, ensayo, himno a la amistad intelectual y, además, una emocionante reflexión sobre la vejez y su corolario inevitable: el adiós.
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