5 libros para conocer a Rimbaud
El rebelde poeta francés que llegó para cambiar todas las reglas
Arthur Rimbaud (1854-1891) pasó por la literatura como un meteoro. Llegó a París desde su Charleville natal a los quince años, invitado epistolarmente por un poeta ya consagrado, Paul Verlaine, al que le había enviado sus versos, y a los diecinueve ya había abandonado la escritura para siempre. Ese breve período le valió para escandalizar y trastocar a los círculos poéticos de la capital francesa. Llevó a la práctica su idea de que la poesía debía aspirar a un desarreglo de los sentidos, tanto en sus páginas como en su vida. Con el católico Verlaine, con quien mantuvo una tortuosa relación amorosa, estuvieron en Londres y en Bruselas. Un tiro en una escaramuza dio fin a esa relación. De Rimbaud sólo se habían publicado hasta entonces tres poemas, todos menores. Los demás circularon de mano en mano. Cumplida su pulseada con sus fantasmas poéticos, partió en diversos viajes. En 1880 alcanzó Adén, en la Península Arábiga, y luego África, donde, pensando en hacer fortuna, residió en la misteriosa Harar. La enfermedad en una rodilla lo obligó a volver por unos meses a Francia, donde le amputaron una pierna. Murió en Marsella, a los treinta y seis años, cuando intentaba volver por todos los medios a su destino africano.
Una temporada en el infierno
(1873)
Rimbaud concibió Una temporada en el infierno como primer y último libro, aquel en que se despedía de la poesía. Un libro negro, pagano, lo definió con secretismo en su correspondencia. También la propia colección lo nombra como partes de un "diario condenado". Construido por medio de largos poemas en prosa, poblados de imágenes crípticas, en Una temporada en el infierno el joven poeta parece hacer un relato de su experiencia artística y vital como una necesaria degradación de la que se sale renovado. El trayecto, sin embargo, que va de "Mala sangre" (el poema donde sienta en sus rodillas a la belleza para injuriarla) hasta "Adiós" es un vertiginoso periplo a través de imágenes hasta entonces inéditas, signadas por una furia que no le escapa al delirio. Rimbaud se encargó de costear la edición del libro en Bélgica. Se supone que pensaba distribuirlo entre sus amigos, como testamento poético, pero no se preocupó más que por retirar un ejemplar. El libro quedó durante años en el limbo. Hay una famosa traducción argentina realizada por los poetas Oliverio Girondo y Enrique Molina.
Iluminaciones
(1886)
Cuando se publicó Iluminaciones, hacía tiempo que nadie sabía del paradero de Rimbaud. Algunos incluso lo daban por muerto (en realidad estaba en África y le quedaba todavía más de un lustro por vivir). Los poemas, muchos en prosa, otros en verso, fueron escritos, se supone, durante los días que pasó junto a Verlaine en Inglaterra. Este último eligió el título y proveyó los textos que había conservado.. A diferencia de Una temporada…, estructurado como una obra orgánica, Iluminaciones reúne poemas variados, signados por una rebeldía incandescente y una imaginería descontrolada, por momentos urbana, que influiría decisivamente en el muy posterior surrealismo. Fue gracias a este volumen –y al capítulo que Verlaine le dedicó en Los poetas malditos– que Rimbaud, ignorante de todo, empezó a convertirse en leyenda.
Poesías completas
(1895)
Las poesías completas fueron reunidas por primera vez (aunque algunas ya habían salido por esos años en antologías) por Verlaine, pocos años después del deceso de Rimbaud. Las ediciones actuales incluyen las composiciones latinas con las que, todavía niño, Rimbaud (por entonces un devoto monaguillo) llegó a ganar algún concurso nacional escolar, otros versos primerizos y todos aquellos que causaron revuelo durante su estancia en los cenáculos poéticos parisienses. “El barco ebrio”, el poema más extenso y célebre de Rimbaud (tiene cien líneas, de alejandrinos), fue escrito todavía en Charleville, y cuenta el descenso fluvial de un barco que, lleno de agua, busca alcanzar el mar.
Arthur Rimbaud
(1947)
Existen biografías nuevas, masivas, que incluyen datos que ayudan a perfilar mejor su inquieta figura (la que recientemente le dedicó Jean-Jacques Lefrère, por ejemplo), pero ésta de Enid Starkie, investigadora irlandesa, fue fundamental para hacer de Rimbaud un símbolo viviente, que influiría en las generaciones posteriores. Magnificamente narrados, los pasos de Rimbaud –desde su estrecha relación con una madre posesiva hasta las razones de su abrupta rebeldía adolescente, del interés por el ocultismo al racconto de sus viajes y sus actividades en África–terminan por dibujar una increíble parábola vital, siempre marcada por el misterio. A pesar de esas bondades, el pionero libro de Starkie tiene un dato que hoy se considera falso: fue el que puso a circular la idea, basándose en una línea ambigua de una carta, de que en África Rimbaud se dedicó al tráfico de esclavos.
Rimbaud en Java
(2011)
Después del complicado raid europeo con el que decidió salir al conocer mundo y antes de recalar en África, Rimbaud realizó en 1876 un viaje a Java del que casi no quedaron rastros. El norteamericano Jamie James –que reside en Indonesia– se fascinó con ese vacío biográfico y en Rimbaud en Java propone un ensayo en que la obra y figura del poeta se cruza con la historia cultural y el paisaje asiáticos. Lo único seguro es que Rimbaud, todavía en Europa, se sumó como mercenario a las fuerzas coloniales holandesas y que llegó a Java como soldado antes de, más rápido que tarde, desertar y reaparecer en su ciudad natal. James logra construir la imagen tentativa de Rimbaud en esos distantes, exóticos parajes, donde algunas de sus imaginaciones poéticas no desentonaban con la realidad.