24 de Marzo: la memoria profanada
Como una caricatura de sí misma, rodeada por el ecuatoriano Rafael Correa, condenado en varias causas por corrupción, y por el colombiano Ernesto Samper, cuya campaña presidencial de 1994 fue financiada por el narco, Cristina Kirchner cerró el martes un panel del III Foro Mundial por los Derechos Humanos, en el marco de un nuevo aniversario del golpe militar de 1976.
Se trata de un evento en el que, entre figuras filokirchneristas, se conmemoran los 40 años de la recuperación democrática, como si la democracia fuera una conquista privada de Cristina y sus amigos. Ya es polémico que el 24 de marzo, uno de los días más trágicos de la historia argentina, sea un feriado que pueda asociarse con la idea de un “festejo” o de un fin de semana turístico extra large.
“No me interesa si me van a condenar –declaró Cristina en el Foro–; lo que me interesa es construir un Estado democrático en el que las garantías de la Constitución no sean cartón pintado”. Lo llamativo de su arenga es que la hizo en el marco de un evento del que la oposición ha sido excluida, tal como visibilizó la diputada radical Karina Banfi, en un picante hilo de tuits: “El gobierno nacional organizó durante esta semana el III Foro Mundial de DD.HH. para ‘celebrar’ los 40 años de democracia. La oposición no fue invitada. No quieren que hablemos de las dictaduras que apoyan en la región o del estado de los DD.HH. en el país. ¿Les rompemos el relato?”, se preguntó, con ironía.
Vale la pena detenerse en algunas particularidades del Foro, auspiciado por el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (Cipdh), agencia ligada a la Unesco, pero que mantiene su autonomía y que está dirigida por Fernanda Gil Lozano, una ex “lilita” devenida fanática militante kirchnerista. Gil Lozano formaba parte de la fuerza de Carrió cuando, en 2006, el Congreso declaró feriado nacional el 24 de marzo. Es decir, sinónimo de bombos, recitales y celebraciones. “Hace rato que la memoria ha sido profanada –advierte Norma Morandini, que era diputada en 2006 y votó contra esa ley–. Quienes somos opositores al Gobierno ya no podemos ir a la Plaza, donde el kirchnerismo solo se festeja a sí mismo. Antes, en cada 24 de marzo, mientras hacíamos ese ritual de duelo, nadie te preguntaba de qué partido eras”. Morandini tiene dos hermanos desaparecidos.
Otro de los panelistas estelares es el sindicalista Roberto Baradel, promotor de las escuelas cerradas y de la negación del derecho a la educación durante el año de la pandemia. Hugo Yasky también está invitado; preside la Comisión de Derechos Humanos en la Cámara de Diputados. Una comisión que permanece inactiva desde que él la preside. Cristina también invitó a Grecia Colmenares. Ojo, nada que ver con la actriz. Se trata de la líder de la juventud chavista, régimen investigado por la Corte Penal Internacional por sus crímenes de lesa humanidad.
Es obvio que, en semejante Foro, que no se privó de denunciar al “partido judicial”, es difícil que alguien exponga sobre los presos políticos en Nicaragua, los 23 asesinatos perpetrados por las fuerzas policiales durante la cuarentena en la Argentina, los 6000 niños ucranianos apropiados por Putin, la criminalización de la protesta en Cuba o las violaciones de los derechos humanos en Venezuela.
Recluidos en el sur, los Kirchner siempre fueron extraalfonsinistas. Digamos, más bien, que a Alfonsín lo “descubrieron” mucho después, cuando lograron cooptar con dinero a la mayoría de los organismos de derechos humanos. Pero mientras Alfonsín fue presidente lo despreciaban, junto con todo el arco del peronismo clásico. Esta semana, Cristina volvió a hacer gala de ese desprecio, en sintonía con el discurso mezquino de Néstor Kirchner en la Esma en 2004, cuando “olvidó” el Juicio a las Juntas. Ante los amigos de la región, ella volvió a autocelebrarse: “Cuando Néstor Kirchner llegó al poder, la agenda de derechos humanos no figuraba en ninguna encuesta”.
Durante su campaña presidencial, Alfonsín denunció un pacto militar-sindical. Aludía así a la colaboración de un sector del sindicalismo peronista en el exterminio de sus enemigos internos: las organizaciones armadas. Armando “Bombón” Mercado, marido de Alicia Kirchner y líder del Supe santacruceño, era socio político de uno de esos sindicalistas señalados por Alfonsín. Era, también, uno de esos dirigentes gremiales que les hacían favores a los militares y, justamente por eso, su esposa fue premiada con un cargo durante la última dictadura en Santa Cruz. Muy lejos en el tiempo y la geografía, dos jóvenes Kirchner aparecen en el diario Correo del Sur encabezando un acto ochentoso en desagravio de su cuñado, que a la vez ya era un incipiente financista del ambicioso matrimonio político.
¿Conocerán todos estos detalles los amigos de Puebla? Difícil. Con la memoria profanada, el relato suele aparecer más verosímil que los hechos.