2025: la hora de las reformas estructurales
Con la inflación en un consistente proceso de baja y con un escenario económico que nos permite predecir un 2025 de fuerte crecimiento de la inversión y el empleo, la política y el consecuente debate político, necesariamente, deberá cambiar. Como señalaba Carlos Pagni en una reciente columna, la política es un circo vacío, la gente se fue y solo quedan los trapecistas, la mujer barbuda, los payasos, los malabaristas, etc. Pero la gente, la sociedad, ya no los respeta. No los quiere y considera que no los necesita. La dirigencia política va a tener que “rediseñarse”, “reinventarse”. Los cargos políticos como han sido hasta ahora, rentas vitalicias para grupos o para familias selectas en las diferentes provincias y grandes municipios del país, irán perdiendo espacio. Pertenecer a la vieja política ya no será una ventaja y así comenzarán a surgir “emergentes” de todo tipo, en todos los espacios que se vayan abriendo. Milei le ha pegado un cachetazo a la política argentina y queriéndolo o no, ha desencadenado un cambio, que ya no va a detenerse.
En los próximos meses el programa económico se seguirá consolidando. Durante 2025 la inflación seguirá convergiendo a la inflación internacional, el crecimiento de la economía va a impactar en una mejora de la tasa de empleo y todo ello “blindará” al gobierno de los embates de la oposición política al programa económico en vísperas de las elecciones legislativas. Serán una excepción los dirigentes políticos que elijan colocarse en una “oposición salvaje” a un programa económico que socialmente goce de un amplio respaldo. Ante ese escenario político se abre una gran oportunidad para que el gobierno, después de las elecciones de medio término, y pese a que aún no va a contar con mayorías legislativas, ponga en el centro de la discusión pública aquellos problemas estructurales, ante los cuales los gobiernos democráticos, desde 1983, no han podido avanzar y cuya solución permitirá acelerar y consolidar los cambios que se vayan logrando.
A modo de ejemplo mencionemos alguno de ellos.
Las reformas en las leyes de trabajo que permitan una reducción drástica de la economía informal y facilite el crecimiento del empleo de calidad. Los cambios en el sistema previsional para hacerlo sustentable en el tiempo por venir, eliminando jubilaciones de privilegio y regímenes especiales. La reforma impositiva que elimine todos los impuestos distorsivos y que avance hacia una distribución coherente de las responsabilidad fiscal entre nación, provincias y municipios. Reforma en los regímenes de las empresas públicas que permitan racionalizarlas, privatizarlas o cerrarlas pero que no se sigan generando enormes pérdidas que debemos pagar todos los argentinos. Reformar las instituciones que controlan la ejecución del gasto público y que se han mostrado absolutamente incompetentes para frenar la corrupción.
Hay otras reformas, pero las mencionadas sirven de ejemplo.
Todos estos temas, fundamentales para el desarrollo de la Argentina, están “controlados” por grupos muy poderosos como son los sindicatos, algunos tribunales de justicia, grupos especialmente beneficiados por estos regímenes, etc. Los escasos intentos que diversos gobiernos hicieron para avanzar en esa dirección encontraron una resistencia, política, legal, sindical, etc. que finalmente llevaron a los gobiernos a desistir de sus intentos reformistas. El año 2025 seguramente tendremos un gobierno consolidado en las urnas, y que respaldado por una economía estable y dinámica, puede “poner en la mesa y empujar” un debate amplio y transparente sobre cada uno de estos temas y el rol que les compete a todos aquellos que son parte.
Será clave hacer público y profundizar este debate, asegurando su amplia difusión. Esto para intentar cambiar los márgenes de libertad y maniobra de los poderosos sectores afectados, así como la actitud que en general adopte la política ante este debate. A lo largo de nuestra historia la política terminó apoyando a estos poderosos sectores, dejando a los gobiernos aislados y con poca posibilidad de seguir adelante. El gobierno, entonces, debe lograr que la sociedad se involucre como lo hizo con el déficit cero y la inflación. Es necesario transmitir que para alcanzar un destino de crecimiento y avanzar rápidamente en nuestro bienestar, debemos resolver los problemas estructurales que nos afectan. No podemos permitir que la sociedad mire desde afuera a los sectores que se benefician de estos problemas, ya que su existencia invalida a la política. No se trata de consensos entre unos pocos políticos, sino de que la sociedad se apropie de estos problemas, como ocurrió con la inflación, y comprenda que es necesario reducir el tamaño del Estado y bajar el gasto público.
2025 será un año bisagra. El Gobierno va a tener la opción de elegir si seguir exclusivamente concentrado en mejorar su programa económico y moverse con las restricciones y límites que imponen los problemas estructurales mencionados o comenzar a construir las condiciones políticas para abordarlos y resolverlos. Los dirigentes políticos, oficiales y opositores, pueden encontrar allí una forma de construir un nuevo y mejor vínculo con una sociedad que hoy no los considera.
Analista político y economista