2018 deja huella. Desorden internacional emergente: la tensión entre China y EE.UU.
La pulseada estratégica chino-norteamericana constituyó el núcleo de la agenda internacional de 2018. La diplomacia del caos, inaugurada por Donald Trump, y las nuevas orientaciones de Xi Jinping explican en gran medida el nuevo desorden internacional. Fue visible, en el último trimestre, la convergencia de definiciones que, para algunos, constituirían los fundamentos de una nueva Guerra Fría. El discurso del vicepresidente norteamericano Mike Pence en el Hudson Institute, en noviembre, donde definió a China como "potencia depredadora", puso en evidencia que en Washington la competencia con Pekín constituye el principio ordenador de la política exterior. Simultáneamente, el presidente chino, en el recordatorio del 40º aniversario del inicio de las reformas de Deng, afirmó en el Palacio de la Asamblea que "un gran país como el nuestro merece grandes ambiciones", y sepultó así la visión de su ilustre antecesor ("oculta tu fuerza y espera el momento. Nunca tomes la delantera"). Para Xi, se trata de "hacer a China grande otra vez".
En este contexto, la clave es un buen diagnóstico. La pulseada chino-norteamericana va más allá de lo comercial, se trata de un choque de ambiciones hegemónicas y el espacio donde se desarrolla incluye la dimensión militar y, sobre todo, la competencia tecnológica. Mientras los estrategas estadounidenses juegan al ajedrez, los chinos juegan al go, y mientras en Washington quieren acelerar los tiempos, en Pekín lo administran. Esta apasionante competencia para algunos podría terminar en un conflicto bélico entre la potencia en retroceso y el poder en ascenso, inquietud que inspiró a Graham Allison en su libro Destined for War: Can America and China Escape Thucydides Trap?
Los escenarios están abiertos, pero más allá del futuro político del trumpismo, la magnitud de la disrupción ya provocada resulta inestimable. Todo hace pensar que los tiempos se le agotan a la Casa Blanca. La renuncia del Secretario de Defensa, el general Mattis, constituye el último episodio de una saga de intrigas, y la calidad de los sustitutos pondrá en evidencia la soledad del Trump. Para algunos, como Jeffrey Sachs, las frustraciones pueden llevar a un derrumbe psicológico del presidente. Una mente desordenada, donde confluyen paranoia y narcisismo, terminará desenchufándose de la realidad y ese es el escenario donde la conjetura del profesor Allison estremece.
El balance de lo ocurrido durante el 2018 refleja las pérdidas y ganancias que provoca este conflicto. Trump terminó con la idea de un "mundo occidental" basado en la relación atlántica. La desconfianza en algunas capitales europeas quedó instalada y las humillaciones emitidas por Trump en sus tuits, una especie de sonar que utiliza para interpelar a sus enemigos, no cesan. En materia comercial, la OMC quedó en modo pausa; en materia de seguridad, el abandono americano del acuerdo nuclear que limita las ambiciones de Irán ponen en evidencia el default del multilateralismo. Otros aliados tampoco festejan. Para los kurdos, Arabia Saudita e Israel resulta incomprensible la retirada acelerada de Siria, que dejó las rutas abiertas a Turquía, Rusia e Irán. El argumento de la Casa Blanca según el cual "el Estado islámico está derrotado" es falso. Tampoco los afganos aceptan la retirada americana que festejarán los talibanes que gobiernan gran parte del país.
Estas actitudes de Trump ponen en evidencia la falta de estrategia global y la ausencia de equipos. A esto se le debe sumar la derrota republicana en las elecciones de mitad de período. Ahora el presidente "está a tiro" de las investigaciones del fiscal Mueller y de las comisiones que los demócratas pondrán en funcionamiento en la Cámara de Representantes para investigar los manejos impositivos de su familia.
Para cerrar el listado de los daños, hay que hacer mención a la tiranía del dólar que Trump ejecuta cuando sanciona a los países que violan el embargo a Irán. Los EE.UU. tratan de lograr que los bancos no puedan interactuar con Irán amenazándolos con perder el acceso al mercado financiero americano. El intento de transformar al sistema financiero en un apéndice de la seguridad americana despertó alarmas, y los bancos europeos, rusos y asiáticos ya se han lanzado en la creación de una alternativa al régimen del dólar. ¿Cuánto tiempo durará la Swift, que supervisa los pagos globales? Finalmente, después de que la Justicia estadounidense detuvo a la directora de Huawei -que podría haber sido multada-, ¿qué empresario estará dispuesto a asumir el riesgo de la cárcel debido a sanciones extraterritoriales? El tema no es Irán, sino el éxito de la empresa china en las tecnologías del 5G y el control de Internet.
China, en cambio, aplica la diplomacia, revisa y recalibra sus políticas. Gana tiempo y observa qué sucede con el trumpismo mientras busca seducir a sus vecinos asiáticos. Intenta bajar las tensiones con los países de la Asean, relacionadas con las aguas del Mar de la China del Sur; busca el diálogo con la India y con Japón, reduciendo las incursiones chinas en el Mar de la China Oriental. Así, en la reciente visita del primer ministro Abe a Pekín se habrían reducido las reservas de Tokio para que China adhiera al Acuerdo Comercial Transpacífico, diseñado por Obama y abandonado por Trump. Apostando a los acuerdos, en noviembre el premier chino Li Keqiang firmó una nueva versión de Tratado de Libre Comercio con Singapur, que ofrece condiciones comerciales favorables a la ciudad estado que bien pueden ser extendidas a otros países asiáticos.
También Pekín está reseteando su política icónica, el "camino de la seda" transformado ahora en la iniciativa "Un cinturón, un camino", una estrategia de conectividad que está despertando algunas críticas en África y en Asia, y que el vicepresidente americano definió como la "diplomacia de la deuda", porque los países que financian infraestructura con fondos chinos luego perderían autonomía. En agosto, el gobierno chino se anticipó e inició el reseteo. Ese mes el premier malasio cuestionó, en visita oficial a China, los peligros de un nuevo colonialismo y canceló la construcción de algunos proyectos de infraestructura. Lo mismo sucedió con los interrogantes, ligados a la sustentabilidad de la deuda, planteados en Tailandia, Pakistán, Laos, Sri Lanka, Etiopía y Sierra Leona.
Un probable giro de la diplomacia china radicaría en apostar a las instituciones de la ONU y de Bretton Woods ya existentes, en vez de concentrarse en crear nuevos organismos. Así, según Kevin Rudd, exprimer ministro de Australia, la diplomacia china encumbrará a la OMC y se mantendrá como socio activo del Acuerdo Climático de París. En la ONU el reseteo incluye una activa presencia en el Consejo de Seguridad. Mientras, Trump acaba de designar como representante en ese foro a Heather Nauert, periodista de Fox News y amiga de su hija, devaluando el "templo del multilateralismo", China despliega a sus mejores diplomáticos a la vez que aumenta sus contribuciones voluntarias y es el primer proveedor de cascos azules.
En la cumbre chino-norteamericana de Buenos Aires se pactó un alto del fuego hasta marzo. Habrá que esperar. Seguramente se repetirán acuerdos parciales. Por esa razón, en un mundo en transición el realismo aconseja evitar la alineación automática con alguno de los dos protagonistas de esta competencia global.
El autor es doctor en Ciencias Políticas, profesor en la UTDT y la Universidad Siglo 21