2016, el año de las grandes efemérides literarias
En estos doce meses se celebrarán los 400 años de la muerte de Shakespeare y Cervantes, pero también el bicentenario de la creación de Frankenstein, del nacimiento de Charlotte Brontë y el centenario de Rubén Darío, entre muchos otros acontecimientos para recordar
El paso del tiempo es un tema recurrente en la literatura universal. No abordarlo resulta casi imposible para los grandes pensadores y literatos, muchos de los cuales desafiaron al olvido con obras eternas, aunque no pudieron contra lo irremediable: su paso finito por la Tierra. Muchos de ellos abandonaron este mundo o bien llegaron a él un tal año como éste.
Los poemas de Rubén Darío no han perdido su fuerza y, en homenaje a su palabra escrita, diversas ciudades del mundo, principalmente su Nicaragua natal, le honran estos días con motivo del centenario de su muerte. El llamado "príncipe de las letras", máximo representante del modernismo literario iberoamericano, murió el 6 de febrero de 1916.
Veintidós días más tarde, por aquél entonces, se registraba la pérdida de otro icono de la literatura: Henry James, quien, a pesar de su origen norteamericano, vivió gran parte de su vida en Europa. Conocido por abordar a sus personajes desde un análisis psicológico en novelas como Las alas de la paloma,Otra vuelta de tuerca y Lo que Maisie sabía, dejó reflexiones como éstas: "Rico es el que cuenta con los medios para satisfacer las exigencias de su imaginación" o "Nuestra duda es nuestra pasión, y nuestra pasión es nuestra tarea".
En los meses siguientes, en 1916, tuvo lugar el fallecimiento de otro destacado escritor, Sholem Aleijem (el 13 de mayo). Escribió en yiddish novelas, cuentos, obras de teatro y relatos infantiles (fue uno de los primeros en hacerlo). Sus obras han sido ampliamente traducidas y el musical El violinista en el tejado (1964), basado en las historias de Aleijem sobre el personaje del lechero Tevye, fue la primera obra de teatro comercialmente exitosa que trató sobre la vida de un trabajador judío en la Europa del Este.
El reconocido escultor y pintor francés Georges Lacombe le seguiría a Aleijem en su viaje hacia el más allá ese mismo año (falleció el 29 de junio). Formado en la Academia Julian junto a impresionistas como Alfred Roll y Henri Gervex, Lacombe pasó a formar parte rápidamente del grupo de artistas Les Nabis. Se convirtió en el principal escultor de esta agrupación de franceses de finales del siglo XIX, que se caracterizaban por su preocupación por el color y que llegaron a convertirse en una influencia sobre el arte de la época.
Los últimos meses de 1916 registraron otras cuatro importantes pérdidas. En noviembre, el 14, dejaba este mundo Hector Hugh Munro, escritor, novelista y dramaturgo británico conocido por el pseudónimo literario de Saki. Sus agudos y, en ocasiones, macabros cuentos recrearon irónicamente la sociedad y la cultura victorianas en que vivió. Saki expresó, en alguna ocasión, reflexiones relacionadas con el paso del tiempo: "El joven tiene aspiraciones que nunca pasarán, el viejo tiene reminiscencias de lo que nunca sucedió".
A mediados de ese mismo mes, moría el escritor polaco Henryk Sienkiewicz, premio Nobel de Literatura en 1905 (el quinto que se otorgó en la historia del galardón y el primero destinado a un autor de Europa Oriental). "Para donde quiera que el hombre contribuya con su trabajo, deja también algo de su corazón", pensaba el escritor.
Tras él, perdía la vida, el 22 de ese mes, el legendario Jack London, autor de Colmillo blanco, La llamada de lo salvaje, El talón de hierro y de más de medio centenar de obras más.
A la de éstos se sumó ese año la muerte del místico ruso Rasputín (el 30 de diciembre), caracterizado por su gran influencia en los últimos días de la dinastía Romanov. Rasputín tenía fama de sanador, razón por la cual –gracias a una amiga de la zarina llamada Anna Výrubova–, en 1905 fue llamado al palacio de los zares para cortar una hemorragia de su hijo y heredero Alekséi Nikoláyevich Románov, que padecía de hemofilia. El zarévich mejoró (algunos investigadores sostienen que fue mediante hipnosis) y la familia Romanov, especialmente la zarina Alejandra, cayó bajo la influencia de este controvertido personaje. Entre algunas frases célebres suyas, figuran afirmaciones como ésta: "Antes de que podamos arrepentirnos, tenemos que pecar". Rasputín, tan odiado como temido, fue envenenado, baleado y finalmente arrojado al río Neva atado con cadenas.
Mientras durante este año, 1916, el mundo despedía a figuras como éstas, también recibía a otras, haciendo girar la rueda.
El 4 de marzo nacía en Bolonia (Italia), el escritor Giorgio Bassani, famoso por sus Novelas de Ferrara, y, una semana después, el 11, era el turno del literato español Camilo José de Cela quien salía del vientre materno en la aldea gallega de Iria Flavia. Novelista, periodista, ensayista, editor de revistas literarias y académico de la Real Academia Española durante 45 años, Cela fue galardonado, entre otros, con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1987, el Premio Nobel de Literatura en 1989 y el Premio Cervantes en1995. Por sus méritos literarios, en 1996 el rey Juan Carlos I de España le otorgó el marquesado de Iria Flavia, creado ex profeso. Con su novela La familia de Pascual Duarte, inauguró un nuevo estilo en la narrativa española, conocido con el término de «tremendismo». Una de sus obras maestras, La colmena, se editó primero en 1951 en Buenos Aires, ya que la censura franquista había prohibido su publicación en España a causa de sus pasajes eróticos.
Gremlins y Frankenstein
Cuatro meses más tarde del nacimiento de Camilo José Cela, nacía en Cardiff (Gales), el famoso novelista y autor de cuentos británico Roald Dahl. Entre sus libros más populares están Matilda, El gran gigante bonachón, Las brujas y Relatos de lo inesperado. Su primer libro para niños fue Los gremlins, que trataba de unas pequeñas criaturas malvadas y que fue encargado por Walt Disney para la película del mismo nombre. Dahl continuó creando algunas de las historias para niños más conocidas del siglo XX, como Charlie y la fábrica de chocolate y California 2000. También tuvo una exitosa carrera como escritor de macabros cuentos para adultos.
En siglos pasados, acabados, como el corriente, en el número 16 (que en numerología algunos interpretan como el de la felicidad, y otros, como nefasto), fueron dignos de mencionar ciertos acontecimientos. En el verano de 1816, ven la luz obras de referencia de la literatura universal: El vampiro, escrito por John William Polidori en la ciudad de Ginebra, en la Villa Diodati, donde le acompañaban por aquellas semanas Lord Byron, Percy Shelley, Mary Shelley, la condesa Potocka y Matthew Lewis. La Villa Diodati era considerada por Mary Shelley como un lugar culturalmente sagrado, en donde habían estado escritores como John Milton, Rousseau y Voltaire. Una noche de ese verano se pusieron a leer un libro perteneciente a Polidori llamado Phantasmagoriana, que contenía leyendas alemanas de fantasmas, y se pusieron todos de acuerdo para escribir cada cual una historia de terror; pero los únicos que terminaron el desafío fueron Mary Shelley, que ideó el argumento para su Frankenstein, y Polidori, con El vampiro.
Unos meses antes, el 1° de abril, nacían la novelista inglesa Charlotte Brönte, autora de obras como Shirley y Jane Eyre, y, el 21 de julio, el periodista y empresario de la comunicación Paul Reuter, fundador de la primera agencia de noticias, Reuters. Era alemán de nacimiento y posteriormente adquirió la nacionalidad británica. Unos días antes, el 7, moría, a los 65 años, el político irlandés Richard Brinsley Sheridan, reconocido dramaturgo y director de teatro del siglo XVIII.
En tiempos más remotos, en 1716, son dignas de señalar también otras fechas en el calendario, como el 26 de diciembre de ese año, día del nacimiento del poeta inglés Thomas Gray, erudito clásico y profesor de historia en la Universidad de Cambridge. Su poesía no es muy abundante, pero sí selecta. Su obra más conocida es Elegía sobre un cementerio de aldea, que se cree que escribió en el cementerio de Stoke Poges. "Cuando la ignorancia es felicidad, es una locura ser sabio", escribiera el poeta.
El mes anterior, el 14 de noviembre, moría el filósofo, matemático, jurista, bibliotecario y político alemán Gottfried Wilhelm Leibniz. Fue uno de los grandes pensadores de los siglos XVII y XVIII, y se le reconoce como "El último genio universal". Realizó profundas e importantes contribuciones a las áreas de la metafísica, la epistemología, la lógica, la filosofía de la religión, la matemática, la física, la geología y la historia. El filósofo francés Denis Diderot, cuyas opiniones eran reñidas con las de Leibniz, llegó a reconocer sus logros. "Quizás nunca haya un hombre leído tanto, estudiado tanto, meditado y escrito más que Leibniz... Lo que ha elaborado sobre el mundo, Dios, la naturaleza y el alma es de la más sublime elocuencia", escribió el francés.
Un mes más tarde a la muerte de Leibniz, el 13 de diciembre de 1716, también moría el pintor y retratista francés Charles de La Fosse, máximo exponente del barroco galo junto a Charles Le Brun. El artista tuvo contacto en Italia con el arte de los grandes maestros de Roma y Venecia, decoró varias iglesias en París, fue miembro de la Real Academia de Pintura y Escultura y llegó a la cumbre en 1715 al convertirse en canciller.
El año 1616, girando el reloj del tiempo aún más hacia atrás, es el de relevantes acontecimientos para la historia de la literatura universal. El dramaturgo, poeta y actor inglés Ben Jonson, creador de Volpone y El alquimista, publica diversas obras. Jonson leía mucho y tenía un apetito aparentemente insaciable por la controversia. Tuvo una inmensa influencia en los dramaturgos y poetas de las épocas jacobina y carolina. Las obras que publicó aquel año fueron The Speeches at Prince Henry's Barriers o The Lady of the Lake, Oberon, The Faery Prince , Love Freed from Ignorance and Folly, Love Restored , A Challenge at Tilt, at a Marriage, The Irish Masque at Court, Mercury Vindicated from the Alchemists y The Golden Age Restored.
También fue 1616 el año de la muerte de los dos máximos exponentes de la literatura en lengua castellana e inglesa, respectivamente. El 22 de abril se despedía de este mundo, en Madrid, Miguel de Cervantes Saavedra, universalmente conocido por haber escrito Don Quijote de la Mancha, que muchos críticos han descrito como la primera novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal, además de ser el libro más editado y traducido de la historia, solo superado por la Biblia. Sus restos, descubiertos en 2015 esa ciudad, ya pueden ser visitados por los miles de turistas que celebrarán el año cervantino.
Al día siguiente moría William Shakespeare, considerado el escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura universal, quién fallecía dejando atrás obras imprescindibles como Romeo y Julieta (1595), Julio César (1599), Hamlet (1601), Otelo (1604) o El Rey Lear (1605). "En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser", dijo el genio inglés durante su vida, cuya influencia en la cultura y el habla moderna de su idioma fue rescatada hace pocos días en las páginas de este diario por el primer ministro británico David Cameron.
Mientras tanto, el tiempo transcurría. Transcurre. Atrás quedan, en ocasiones, fechas y acontecimientos, a pesar de que continuamente son revividos y se los rescata del olvido a través de actos de homenaje, aniversarios o cuando los lectores abren las páginas de los clásicos o de las grandes obras de los últimos tiempos y se entregan a la lectura. Hace 30 años, sin ir más lejos, o, quizás, transcurridos ya tantos días, moría uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX, Jorge Luis Borges,que será recordado en todo el mundo y, por supuesto, en su país natal.
El intelectual argentino fallecía en Ginebra el 14 de junio de 1986, dejando atrás un nutrido número de ensayos breves, cuentos, poemas y obras de su universo único: ontologías fantásticas, genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas, geografías novelescas, matemáticas imaginarias y, entre otras, dramas teológicos. Su obra, fundamental en la literatura y el pensamiento universales, además de objeto de minuciosos análisis y múltiples interpretaciones, trasciende cualquier clasificación.
"La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene", sentenció Borges.