1945-1946: Braden o...Bevin
Por Ramiro de Casasbellas Para La Nación
La cerrada oposición de Spruille Braden, en 1945-46, como embajador en Buenos aires y como subsecretario del Estado en Washington, al encumbramiento político del coronel Juan Domingo Perón hace todavía un señalado gasto de tinta.
No ocurre lo mismo, sin embargo, con la decidida intercesión británica en favor del entonces candidato oficialista, que el historiador Roger Gravil ha corroborado en un minucioso estudio de sólido aparato documental (v. Ciclo , Nº 1, Buenos Aires, segundo semestre de 1991, págs. 41-64).
La ayuda inglesa al gobierno militar en 1943, sobre todo frente a los Estados Unidos, es conocida. Verdad es que Gran Bretaña debió retirar a su embajador en Buenos Aires, David Kelly (8/7/44), ante un insoslayable pedido norteamericano. Pero una vez normalizadas las relaciones (9/4/45), el gabinete de Londres vuelve a prestar su notable colaboración al régimen militar, hasta devenir en el crítico más severo de Braden, que cinco semanas después presentaba credenciales en la Casa Rosada (21/5/45).
Londres y Washington
Este apoyo, que el embajador Kelly gestionaba con efusivo celo diplomático, se verá aumentado tras la llegada al poder de los laboristas (26/7/45). Entonces, quien asume la dirección de la asistencia no es un embajador ni un subsecretario sino un canciller, Ernest Bevin, ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, cuyo aporte máximo a la alianza oficialista será el establecimiento de la fecha de elecciones por parte del gobierno militar de Buenos Aires.
El inefable presidente Edelmiro J. Farrell había anunciado, el 7 de julio de 1945, que la convocatoria iba a ser expedida "antes de finalizar el año". El 12 de octubre, ya derrocado Perón de sus varios cargos, se citó al pueblo a votar el domingo 7 de abril de 1946 (decreto 25.251): al parecer, tanta dilación era necesaria para actualizar los registros electorales. Pero los acontecimiento del 17 de octubre modificarían el rumbo del gobierno militar. Y de la historia argentina, por cierto.
Bevin (1881-1951) era uno de los grandes sindicalistas británicos: a su ciclópea tarea en el gabinete de coalición de Winston Churchill, como ministro de Trabajo y Servicios Nacionales, debía el Reino Unido, en materia de producción bélica y abastecimientos militares, buena parte de la victoria en la guerra que acababa de terminar.
La situación de la Argentina desató el interés del canciller desde el primer momento: así, el 21 de agosto solicitaba al gobierno de Washington que cesara en sus hostilidades contra el de Buenos Aires. No tuvo éxito; por lo contrario, las autoridades estadounidenses pidieron a Bevin, también inútilmente, que Gran Bretaña se sumara a su ofensiva.
Las cosas, pues, siguieron del mismo modo: Londres mantuvo su respaldo al gobierno argentino, y Washington, su asedio. Después del 17 de octubre, el respaldo y el asedio se acrecentaron, pero el que obtiene los mejores dividendos es aquél, gracias a Bevin, que resuelve dar un paso que ha de revelarse como de la mayor importancia política.
Anoticiado de la fundación, el 24 de octubre, en Buenos Aires, del Partido Laborista, que sale a promover la candidatura del coronel Perón, advierte Bevin la conveniencia de hacer las elecciones cuanto antes, de manera tal de aprovechar el hondo impacto de los hechos del 17 de octubre, que han dejado atónitos a los adversarios del gobierno y su delfín.
Esperar al 7 de abril de 1946 puede servir para montar y consolidar las fuerzas políticas del coronel, casi inexistentes, pero puede servir también para esfumar los réditos del 17 de octubre y robustecer a la oposición, que negocia la formación de una alianza.
Elecciones anticipadas
Cita Bevin entonces al embajador Miguel çngel Cárcano -cuyo padre, Ramón José Cárcano, ha sido uno de los primeros "grandes bonetes" conservadores en integrarse al cenáculo peroniano-, y lo recibe el 1º de noviembre, para encargarle que transmita a Buenos Aires su opinión sobre la necesidad imperiosa de anticipar los comicios. El embajador cree que es casi imposible hacerlo, hasta por motivos burocráticos. Sin embargo, el canciller insiste, y Cárcano asiente.
La sugerencia de Bevin es debatida y aceptada con celeridad: el 14 de noviembre, de manera súbita y sin consulta previa a los partidos, el decreto 28.959 adelanta los comicios en cuarenta días, para el domingo 24 de febrero de 1946. José María Rosa, destacado admirador de Perón, escribe: "Inesperadamente, el ministro del Interior, coronel en retiro Bartolomé Descalzo. modificó la fecha" (v. Historia Argentina , tomo XIII, 1980, pág. 209). No fue Descalzo, porque había renunciado el 2 de noviembre, cuando el gabinete y Perón ignoraban aún la propuesta.
Fue Bevin, y acertó. Pero también acertó su embajador, esa contrafigura absoluta del desaforado Braden, que después del 17 de octubre no dudó ya del venidero triunfo electoral de Perón, y así lo hizo saber, quizás, a Bevin. Probable es que haya tenido Kelly esta visión de futuro el mismo 17, cuando llegó en automóvil a la Casa de Gobierno, adonde iba a pedir protección para los ferrocarriles británicos, y "la multitud nos dio paso no bien vio la bandera inglesa, contentándose con gritar en forma amistosa: "¡Viva Perón! ¡Abajo Braden!"", según cuenta en sus memorias (v. The Ruling Few , 1952).
Acertó igualmente el gobierno militar, que se atuvo al consejo de Bevin. Aunque, para evitar sorpresas, dada la paridad de fuerzas que se estimaba entre la alianza oficialista y la opositora Unión Democrática, volvió en cierto modo a "la era del fraude", para restablecer el imperio de la ley 12.298, sancionada en 1936 a instancias del presidente Agustín Justo.
La lista completa
La ley 12.298 reintrodujo, en las elecciones de electores de presidente, vicepresidente y senadores nacionales por la Capital, el oligárquico sistema de "lista completa" (el partido más votado se adueña de todos los cargos en disputa), que había eliminado, en 1912, la Ley Sáenz Peña (8871), sustituyéndolo por el de "lista incompleta" (dos tercios al partido más votado, un tercio el segundo partido en votos).
Tan absolutista era la ley 12.298, que el gobierno militar la derogó dos veces por juzgarla contraria a la democracia: el 30 de mayo y el 1º de agosto de 1945. Pero, por si acaso, dejó sin efecto esta medida el 15 de octubre, con lo que recobró vigencia la ley 12.298, vigencia asegurada, el 1º de diciembre, por el decreto 30.959.
Esta añagaza -que omiten todos los estudios sobre la época, salvo el de Carlos Alconada Aramburú: Del integralismo a la democracia , 1997, pág. 22- ayudó al milagro: con una diferencia de sólo 280.806 votos (el 9,89 por ciento), el coronel Perón obtuvo 304 electores, y apenas 72 el candidato opositor.