¿100 dólares o…?
Existe algo más tentador que un billete con la cara de Benjamin Franklin; aunque digan que no, todos se entregan a esa delicia
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No se debería consumir pero se consume. Nadie lo dirá abiertamente, jamás, pero todos tienen un amigo, un familiar o un vecino que alguna vez saboreó o compartió esa delicia que se mueve ilegalmente en el barrio, en empresas, en mesas de amigos y en peluquerías. Quien diga que jamás lo probó o que jamás se lo ofrecieron, miente. Y miente descaradamente. Queda en cada uno saber si le hace bien exponerse y hasta hay quienes piensan que no hace tan mal como se cree. Pero también hubo vidas destrozadas, personas que no volvieron a ser las mismas y hasta matrimonios arruinados por algo pequeño que se fue de las manos.
Y así ocurre que un día cualquiera, quizás en el trabajo durante una visita a la máquina de café, un compañero mira a otro y con eso le dice todo lo que debe saber: “Tengo algo”. Entonces el corazón se acelera, las pupilas se agrandan, la lengua se humedece y los sentidos se agigantan a la espera de esa delicia.
Es el momento indicado: el zumbido de la máquina de café los tapa y se hace la transacción. Tiene que ser rápido, porque si alguien aparece y se quedan callados será demasiado evidente. Miran hacia atrás, hacia un costado, se fijan que no haya nadie. Y ahí, cortito y sin vueltas, el dueño de esa ricura procederá: “No le digas a nadie pero, ¿te enteraste lo que le pasó a Marizza de Recursos Humanos?”. Y será imposible escapar y habrá que consumir ese chisme ahí mismo, degustarlo y exprimirlo al máximo. “Se tuvo que pedir licencia de apuro y sin fecha de regreso”. Y cualquiera se da cuenta de que es una verdadera joya y es imposible parar, entonces no se interrumpe y se espera que se provea más y más. “El marido tuvo un pre infarto pero no en su casa… en la de su amante”. Para ese entonces el ávido consumidor ya está entregado y desea que le sirvan el menú completo. “Resulta que el marido no solo tenía una amante sino que le alquilaba un departamento amueblado a puro lujo: pileta, gimnasio, cochera... Y como él manejaba la plata ella no se enteraba de nada”. Entonces se pedirá más, más y más. “¿Pero qué pasó? Empezó a quedarse corto de efectivo y no tuvo mejor idea que hipotecar la casa”. Imposible parar. “Encima como le sobró plata, le compró la camioneta a Marizza. Ella estaba que no podía más, se lo contaba a todo el mundo. Hasta que ayer le sonó el teléfono y una voz del otro lado le soltó que el marido estaba más cerca del arpa que de la guitarra. ¿Quién era la voz del otro lado?”. Rendido absolutamente. “La mismísima amante, que como no sabía a quién avisarle llamó a la esposa y le soltó todo”.
Los paladares negros acostumbrados al caviar de los chismes sabrán que esto que acaban de leer -ficcionado… quizás- es una perla que pocas veces se halla en el mar de los chismosos. Es que tiene todo lo que debe tener un chisme para ser un éxito: un protagonista conocido (si el personaje principal es el primo de un amigo no tiene gracia); un quiebre inesperado (desayunarse que el marido es infiel); y condimentos picantes (deudas y un pre infarto). Además tiene que ser compartido así, de asalto, en un minutito, despojado de cualquier rasgo de institucionalidad o de chequeo. Para que sea bueno, siempre pero siempre tiene que ser blue. Y para saber si se está ante un chismoso de corazón hay que hacerle la siguiente pregunta: “¿Preferís cien dólares o un buen chisme?”. La respuesta le quitará -o no- la máscara.
“Pará, que no terminé”. Esa frase es lo que todo chismoso quiere escuchar. La sola existencia de escenas post créditos hace que cualquiera sienta palpitaciones. “Marizza va al hospital, le grita al marido y cuando sale se da cuenta de que le habían robado la camioneta”. Entonces el proveedor de esa maravilla se irá sin más, apenas con un café medio tibio y con la alegría de haber hecho su picardía. Lo hará totalmente gratis, sin esperar nada a cambio, porque entre los chismosos funciona así y la próxima, quizás, ese proveedor será el destinatario de una delicatessen para acompañar el café.