Yanina Solnicki: “Juliana Awada es una mujer que escucha al otro”
Lo suyo es la intervención de materiales. Sus vestidos y ponchos desfilan en fiestas y casamientos top. La creadora de El Camarín viste a la primera dama y lo cuenta
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Yanina Solnicki empezó con una feria que organizó con una amiga, donde vendió muy bien su ropa. Cuando llegó el verano, allá por 2008, aprovechó el primer piso de Kallalith, uno de los locales de su madre en Punta del Este, y puso “su espacio”, tal como ella lo define. Camisolas vintage, libros de Taschen y música de Buddha Bar. “Fue un éxito. Venía la gente del mundo de la moda y querían conocer a la diseñadora. Yo me escondía de la vergüenza”, recuerda Solnicki. Seis meses después instaló El Camarín en La Promenade. “Me fascina el teatro desde chiquita. Estudié con Hugo Midón, siempre soñaba con estar en los camarines, por eso el nombre de mi marca.” En su local, vestida muy net, de pies a cabeza por la firma italiana Golden Goose Deluxe Brand, se sienta luego de asesorar a dos clientas que eligen su vestido de novia.
–Sos médica.
–Sí, cuando estaba en el colegio le decían a mamá que no iba a poder hacer una carrera universitaria. Me la pasaba mirando comedias musicales, estuve a punto de repetir, así que cuando terminé el colegio me metí en medicina para demostrarles a todos que no era una tonta. Estudiarla me encantó, pero ejerciendo la pasé muy mal, me bajaba la presión, terminaba en una camilla al lado del paciente. Pensé en hacer dermatología, pero me exigían hacer clínica. Nunca ejercí.
–Tu madre también es médica y también tiene un local de ropa, Kallalith, en La Promenade.
–Pero nada que ver. Ella sí ejerció la medicina por 30 años. Y luego cambió, dejó y se dedico a la moda, hace bijoux; hacemos cosas diferentes, ella es muy rococó, y yo soy net.
–¿Y estudiaste diseño?
–No, nada. Fui aprendiendo con gente que sabía. Recorría casas de telas en París, y siempre pregunto, leo y me interiorizo en el diseño, pero no soy diseñadora. Ahora me conocen y hasta me llaman de tiendas de París, y me guardan y mandan telas que saben me gustan y uso.
–Lo tuyo es intuitivo. No obstante, ¿tu trabajo en qué se inspira?
–Mi fuerte son los materiales, el secreto de esto es encontrar esas piezas diferentes. Viajo por todos lados y trato de encontrar géneros únicos. Luego los intervengo. No es un vintage original, sino creado, intervenido. Las telas antiguas pasan por un proceso de lavado, para sacar las marcas según el proceso tradicional, antiguo, lo cual permite ponerlas en valor.
–¿Por dónde viajás?
–A París siempre. Es mi cuna, ahí consigo todos mis materiales. El tul y el algodón los importo. Ir al mercado de pulgas parisiense de los domingos es mi programa preferido. También cuando voy caminando y veo el trabajo de los balcones de los edificios imagino replicar ese trabajo en las camisas. La arquitectura francesa me inspira mucho.
–¿Un consejo para blanquear telas antiguas?
–Lavarlas con pan de jabón y mucho sol durante una semana. La dejás en agua y la vas cambiando. A veces también las dejo con el pan de jabón y las pongo al sol. Sin enjuagarlas. Hay que tratarlas con mucho cuidado.
–Contame más de tu fuerte, los materiales.
–Hay albas, que es lo que usan los curas debajo de la sotana; linos, tul de algodón. Para los ponchos, por ejemplo, uso conejo, hilo de seda y cashmere y lana de alpaca.
–¿Eso hace que tus vestidos sean costosos?
–Sí. Los precios varían. Hay vestidos de 15.000 y alguno llega a costar 70.000, hay muchos de 30.000 pesos.
–¿Se quejan de los precios?
–Me da bronca cuando la gente opina y no tiene idea. Cuando viene alguien, le gusta y entiende aunque no lo pueda comprar, lo disfruto. Tengo clientas europeas en Punta del Este que compran porque se dan cuenta del valor de las piezas.
–Vestís a Juliana Awada.
–Sí, usa mi ropa. Es una mujer que escucha mucho al otro, es muy relajada, no da vueltas. Cuando se estaba por casar vino a un desfile de El Camarín y me preguntó qué se podía poner, faltaba menos de un mes. Yo tenía puesta una pollera y le dije que si le gustaba podía llevarla con algo parecido arriba y así fue. Hasta hoy me preguntan por ese vestido. Ella es muy sencilla, net y elegante, y eso se nota cuando se viste.
–¿Qué te pasa cuando ves la repercusión mediática de tus vestidos?
–Me fascina ver mis vestidos publicados en las revistas. Me gusta vestir a actrices o, ahora, a la primera dama; exponen mi trabajo de manera especial, lo difunden y multiplican. Eso me incentiva a seguir y crecer en la moda.
–¿Vestidos con o sin accesorios?
–Prefiero sin. No necesitan. El poncho y nada más. A veces vienen las chicas y se angustian por los zapatos. Yo les digo que no se preocupen, que el vestido es todo.
–¿A quién te gustaría vestir?
–A las actrices de Hollywood para la entrega de los Oscar.
–¿Comprás mucha ropa?
–Sí, compro mucho: jeans, zapatillas y bolsos de playa.
–¿El Camarín en un shopping?
–Es difícil. Prefiero crecer desde otro lugar; me gusta la calidad y el hand made, los vestidos están todos teñidos artesanalmente. Apuesto a eso. Sí, este verano abro un local nuevo en José Ignacio.
OBJETO PREFERIDO. Estoy enamorada de los canastos de playa. Hace poco estuve en México y me traje un montón. Son increíbles, van a estar en mis locales de Punta del Este
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