Victoire Maçon Dauxerre: "Una modelo es sólo una percha"
Cambió de vida. Dejó atrás el modelaje que la llevó a un cuadro de anorexia y escribió un libro en el que cuenta por qué y cómo decidió salir de ese entorno. Una llamada de atención
Decidió hablar. O mejor dicho, escribir. La ex modelo francesa Victoire Maçon Dauxerre, de 23 años, publicó un libro en el que cuenta escenas del backstage del mundo de la moda que sufrió en la agencia Elite. Un entorno que la llevó a un severo cuadro de anorexia, impulsado por las exigencias de entrar en un talle 0 y ser "la mejor percha" de las grandes casas de lujo. Desfiló para los diseñadores más top en las semanas de la moda de Nueva York, París y Londres, y caminó en las pasarelas de Alexander McQueen, Miu Miu, Prada y Céline. Confiesa que cuanto más éxito tenía era cuando era "piel y huesos", y que el destrato a las modelos era moneda corriente, así como los desórdenes alimentarios y las adicciones. Pero un día no aguantó más. Decidió escribir Jamás demasiado flaca. Diario de una top model, recién lanzado en Francia, para denunciar lo que sucedía. Y no omitió nombres reales en sus relatos, aunque sabe que el mundo de la moda se va a escandalizar. No le importa. Hoy es actriz y es una de las impulsoras de la ley aprobada en diciembre último en Francia, que obliga a las modelos a presentar un certificado médico en el que se calcula el índice de masa corporal antes de subir a una pasarela.
–¿Cómo te convertiste en modelo?
–Estaba en el último año del colegio cuando un ejecutivo de cuentas de Elite Models me vio en la calle y me dijo que iba a ser la próxima Claudia Schiffer, y que tenía que firmar contrato con él. Era una gran alumna en el colegio y mi interés estaba en la parte intelectual, no en el cuerpo. Como no entré en la universidad que quería, pensé en convertirme en modelo.
–¿Y al firmar el contrato qué te dijeron?
–Que era muy hermosa, pero que necesitaba bajar de peso para entrar en un talle 0. Mis medidas de caderas eran de 92 cm, y me pedían que sean de 87. Tenía dos meses para perder peso y llegar bien a la Fashion Week de Nueva York. Y me convertí en anoréxica: comía sólo tres manzanas al día, bajé 10 kilos y llegué al talle pedido. Viajé y compartí un departamento con otras dos modelos, que no me hablaban porque estaban celosas de que yo era la más flaca. Cuanto más peso perdía, más éxito laboral tenía: me tomaron para 22 desfiles en Milán y París. Llegué a ser la top 20 de modelos del año.
–¿No te dabas cuenta de que tenías un desorden alimentario?
–Sí y no…, lo negaba. La moda te convierte en un objeto, y sos sólo una percha a la que la ropa le tiene que sentar bien, según los criterios de los diseñadores, las agencias y los fotógrafos. Tenés que ser flaquísima sí o sí; o no comés o tomás cocaína, cosa que no iba a hacer. Pero llegué a intentar suicidarme y fue como un grito de ayuda. Era habitual: las modelos que me rodeaban comían cuando aparecía una cámara en épocas de desfiles y después iban todas juntas a vomitar al baño. Y en los departamentos que compartís con otras modelos del mundo, la envidia y las traiciones son comunes: una amiga mía modelo tenía un casting, y sus dos compañeras de cuarto –dos modelos rusas– le dieron golosinas a su perro para que se descomponga y tuviera que llevarlo de urgencia al veterinario y no pudiera llegar al casting.
–En tu libro nombrás a diseñadores famosos. ¿Cuál fue tu peor momento con ellos?
–La peor de todas es Miuccia Prada. Para el casting de su desfile me maquillaron durante 6 horas y nadie me habló, fui realmente un objeto. Cuando ella entró todos le tenía temor. Se acercó, me miró con cara de desaprobación y el peluquero y el maquillador me hicieron otro make-up en dos minutos: nunca me maltrataron el pelo ni la cara de ese modo, me hacían doler y yo lloraba. Cuando volvió Miuccia esta vez miró con cara de sutil aprobación y todos volvieron a respirar en paz. Cuando tenía que probarme la ropa, una asistente me dio zapatos talle 38 y yo soy 40. Cuando le pedí mi talle me dijo: Si querés desfilar para Prada, tenés que usar los zapatos 38. No me quedó otra que hacerlo durante dos horas. Cuando me bañé perdí mucha parte de mi pelo porque me pusieron demasiado pegamento para las extensiones que me agregaron, y cuando llamé a mi agente llorando me dijo: Es normal, así hacen en Prada.
–¿Cómo son los castings?
–En el casting de Vuitton nos pedían que desfilemos sólo con una tanga y tacos altos. Nos miraban como si fuésemos pedazos de carne. Y cuando hice el de Chanel, Karl Lagerfeld no me eligió porque dijo que "Chanel no fotografía a mujeres con pechos", y yo tenía pechos medianos. ¡Y todas las mujeres tenemos pechos! También era tomado con normalidad que durante una producción fotográfica, los asistentes les den almuerzo a todos menos a las modelos, porque "las modelos no comen".
–¿Por qué escribiste el libro?
–Para denunciar, porque necesitaba pasar el mensaje y concientizar. Mi libro es sobre la realidad de la industria de la moda. Me parecen un crimen las publicidades que venden imágenes de mujeres con Photoshop, que luego generan problemas alimentarios en miles de mujeres y hombres que quieren lucir como los modelos famosos.
–¿Escribir fue una forma de curar el dolor?
–Creo que sí, pero me va a acompañar por siempre. Hace cinco años que lucho contra estos problemas. Pero conté esta historia de la anorexia para que tenga vida propia y para que no esté más en mi cuerpo. No es fácil: las promociones y entrevistas que doy por el libro vuelven a remover recuerdos.
–¿Cuándo dejaste de modelar?
–A los ocho meses de haber empezado. Estaba en un shooting de ropa interior en pleno invierno, en una locación de exteriores en las calles de París. Como el fotógrafo tardaba en cambiar las lentes pedí esperar en un auto, por el frío. El fotógrafo reclamó a la agencia y ellos me dijeron: ¿Quién te creés que sos? Sos sólo una modelo y él es Serge Leblon, uno de los fotógrafos más importantes del mundo. Si no te gusta este trabajo no lo hagas más. Y así fue, le dije que renunciaba. Y eso fue lo más importante porque cuando estás en ese mundo nunca decís que no.