Vicki Otero: “Odio la moda porque uniforma”
La moldería elaborada y orgánica la define, ahora depurada y más urbana. Trabaja intuitivamente y prefiere alejarse de la tendencia para ofrecer un diseño más personal
Lo suyo con la sastrería viene de familia. Sus abuelas cosían y su mamá se dedica al mismo métier. De un folk europeo casi literal, que depuró y evolucionó a una sastrería, siempre con volumen, pero ahora más controlado. Y se destacan sus mangas omnipresentes, como un fetiche que la puede. Vicki Otero es de la generación de 2000, de esos primeros diseñadores salidos de la UBA que hoy optan por trabajar en su taller, recibir a sus clientas y cumplir sus deseos, como el de novias non-white. Y por primera vez hizo una colección cápsula con una creadora de joyería contemporánea, Paula Finn, en una propuesta enriquecedora.
–¿Qué tiene tu diseño que se sostiene y crece desde hace 15 años?
–Sigue vigente porque no hago moda. Se trata de un trabajo de moldería bastante elaborada, con formas orgánicas sobre tejidos planos naturales, materiales rígidos, como la lana que me encanta, y el algodón. Y cuento historias que tienen que ver con el pasado; aunque remiten al ayer me interesan que hoy sean funcionales.
–Te inspiran los recuerdos.
–Más bien busco dispararlos. Cuento historias que tienen que ver con mis raíces, mi familia; imágenes que rescato de fotos de época.
–Recreás los años 30 y 40.
–Y algo de los 50. Mis prendas reflejaron por mucho tiempo un folk europeo poco habitual, y siempre lo hice con una búsqueda del volumen importante. Me gusta lo escultural de las prendas. Trabajo las mangas, son mi debilidad, son supertrabajadas.
–Están más estilizadas.
–Sí, es una sastrería más despojada, urbanizada. Lo mío era muy voluminoso, ahora es menos orgánico, pero siempre contiene.
–Sumaste denim.
–Lo incorporé como línea, un tejido amable que propongo usar a diario. Reedité viejos modelos, y gustan.
–¿A quiénes gusta?
–Mis clientas trabajan y están arregladas, son mamás, profesionales, creativas, relacionadas con el arte y de edad variada. Diseño a pedido y me encanta. Ahora hago novias.
–¿Cómo son?
–No se quieren casar de blanco y buscan otra opción en tonos plenos, dentro de mis tipologías.
–Osadas, originales.
–Sí, dentro de mi paleta neutra: natural, negro, azul, borravino; oscura, con acentos, porque me gusta.
–Todo lo hacés por gusto.
–Trabajo intuitivamente. Tengo muchas ideas en la cabeza y pongo manos a la obra, a hacer los moldes y cortar, definiendo una imagen de mujer fuerte. Ahora estoy más copada con nuestra identidad. Y el próximo verano la rescato.
–¿Cómo es esa mujer argentina?
–Estoy tratando de lograr un equilibrio entre una prenda que me remita al pasado y también actual. Una pieza ciento por ciento funcional. Una con ese resultado es mi versión del boho de los 70, con bolsillos y mangas especiales. Mi ideal de prenda; esa que perdura y muestra algo distinto.
–Nunca nada de moda.
–No, odio la moda, porque uniforma, quita identidad, despersonaliza. Por años estuve confundida y trataba de hacer cosas de moda porque necesitaba vender y me pegaba a un color o tipología de moda. Pero me di cuenta de que tenía que ser fiel a lo que quería y la gente me busca por eso, por hacer algo diferente a lo que se usa. Hoy estoy segura y sé que no tengo que pegarme en nada a la moda. La tendencia que marca la moda y la tendencia de lo personal siempre están en lucha para un diseñador.
–¿Ni al vestirte?
–Me visto de Vicki, con mi ropa, y sumo básicos y prendas vintage de mi mamá. No soy de usar demasiada ropa ni de cambiar de vestuario, me encariño con la ropa.
–Sos docente también.
–Sí, doy una cátedra de Diseño de Autor en la UP, y mis talleres de sastrería y diseño orientados a una búsqueda más personal: lo aprendido en la facu, mi experiencia, saqué mis conclusiones y las comparto.
–¿Qué es Otero+Finn?
–Una alianza enriquecedora. Conocí a Paula Giecco en una feria que hice para ofrecer viejos diseños. Y la invité a crear algo relacionado con nuestra identidad porteña. Logramos una colección cápsula de sastrería fusionada con sus piezas en acrílico. Hicimos de un gorrión un clutch, la textura del ceibo está en fajas de faldas y collares, un bandoneón en aros y hebillas, y los filetes de los colectivos en fajas de vestidos y broches.
–Algo pendiente.
–Hombres, que ya preparo para el verano. Es un hombre sastrero en tonos neutros. Para seguir creciendo, siempre fiel a la sastrería Vicki.
RECUERDOS DE LA ABUELA. "Un medidor de tela suizo que era de mi abuela; mis dos abuelas cosían como cualquier abuela, y mi mamá también que hace alta costura y sastrería desde chica, que aprendió con un sastre en su aldea de Galicia y aún hoy sigue en el ruedo"
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