Una mirada crítica sobre el made in china
¿Cuál es el punto de contacto entre una ciudad rural de Estados Unidos y una fabril en China? La primera pregunta que aparece en el documental Cotton Road (El camino del algodón) de la norteamericana Laura Kissel funciona como preámbulo y conclusión de la trama que desnudará luego: el 98 por ciento de las 20.000 millones de prendas de vestir que los estadounidenses consumen al año fue confeccionado a más de 11 mil kilómetros de distancia.
Cotton Road, que se presentará hoy, a las 14, y el lunes a las 22 en Cinemark Palermo (Beruti 3399) en la 9na. Edición del Festival Internacional de Cine ambiental Green Film Fest, sigue el derrotero demencial del algodón –de la cosecha en Estados Unidos a los talleres en China y luego a las tiendas de Estados Unidos otra vez– para desnudar el cóctel que sostiene una industria millonaria, frenética y descartable: jóvenes precarizadas, trabajadores explotados y químicos contaminantes.
Fascinada por aquel proceso demencialmente transoceánico, Kissel documentó más de 150 horas entre siembra, cosecha y desembarco de materia prima en el puerto y luego vivió durante siete meses en Hangzhou, Changzhou y Shanghai para desentrañar cadenas de producción cada vez más crueles y complejas detrás de las cosas que consumimos.
Premiada y reconocida en distintos festivales temáticos del mundo, Cotton Road se suma al catálogo de documentales dispuestos a develar el verdadero backstage de la segunda industria más contaminante del mundo detrás del petróleo. Por solo citar algunos, The true cost descubre el costo social, ambiental y económico de la ropa que usamos todos los días; Made in Bangladesh expone la realidad de un país donde la única alternativa es trabajar en fábricas de tejido; River Blue sigue a un experto en agua hasta el núcleo más oscuro del sistema del textil y en Sweatshop: Deadly Fashion los blogueros de moda más importantes de Noruega visitan los lugares donde se hacen las prendas de sus marcas favoritas.