Tacos altos: el estilo inconfundible del diseñador Manolo Blahnik
LONDRES.- "Calzando unos tacos, la actitud de la mujer cambia", sentenció Manolo Blahnik, mucho más que un experto en el tema. Es el diseñador de zapatos más caros, más famosos, más sofisticados, más lindos. Sus diseños son codiciados por celebrities que lo popularizaron, como la actriz norteamericana Sarah Jessica Parker, que en su papel de Carrie Bradshaw en Sex and the city exhibió más de cien pares firmados, que asegura son parte de su colección privada. Para celebrar sus 30 años con el diseño, creó una edición limitada con 15 de sus modelos favoritos, presentados en su reciente show del Design Museum de Londres.
Es una tarde soleada y cálida en plena Kings Road, en el barrio paquete de Chelsea. Allí está la oficina Blahnik, a metros de su única zapatería en Londres. Una habitación muy despojada, donde todo combina -mesa de madera, dos sillas en colorado apagado, un jarrón con flores rojas, lámpara extensible plateada que ilumina un par de zapatos verdes con detalles en rojo de punta abierta y, ¡oh sorpresa!, no es con taco aguja, un clásico en Blahnik.
Nació en España, Santa Cruz de la Palma, Islas Canarias, pero desarrolló su carrera en Nueva York y Londres, donde vive. Comenzó trabajando como buyer para un negocio de ropa, además de escribir para L Uomo Vogue. Con un portfolio de sus dibujos y bocetos bajo el brazo, y gracias a un círculo privilegiado de amigos llegó a Nueva York, donde Paloma Picasso le presentó a la editora de Vogue América en los años 70. Sus dibujos fueron admirados, pero sus zapatos son los que más impactaron. Hoy un par de Manolo s, como se los conoce, no se consiguen por menos de 500 dólares. Se encuentran en sus locales exclusivos de Nueva York, Rusia, Hong Kong, Corea, Madrid y Las Vegas.
Dice que crear zapatos fue "un accidente", ya que su deseo en aquella época era hacer cine. Su primera colección fue para YSL hombre en 1972, luego de haber trabajado y colaborado con diseñadores como Ossie Clark, Rifat Ozbeck, Calvin Klein y John Galliano, Oscar De la Renta, Bill Blass y Carolina Herrera, entre otros.
-¿Por qué zapatos?
-La verdad, fue por accidente. En realidad quería hacer cine. A través de contactos le mostré los dibujos a Diana Vreeland, en los años 70 editora de Vogue América, y le llamó la atención los dibujos de los zapatos. Me sugirió que me concentrara en eso y así fue.
-¿Quería ser actor, vestuarista, director?
-No (ríe con cara de horror), actor no. Me hubiera gustado hacer cine loco o teatro under, dirigirlo artísticamente, crear un guión. Nada de estar frente al público o exhibirme.
-Pero con sus zapatos está más que expuesto
-Sí, por supuesto, pero es otra cosa.
-¿Los crea personalmente?
-Sí, los diseño yo y los mando hacer en mi taller.
-¿Su primera colección fue de hombre, por qué no siguió?
-Sí, pero es que el zapato masculino es muy aburrido, poco creativo. Hoy tengo una pequeña colección que se vende sólo en Hong Kong, pero la verdad no me gusta mucho. En cambio, con los de mujer se puede crear muchísimo más, probás de todo y jugás con materiales, y hasta con formas y objetos que podés llegar a aplicar. Es fascinante.
-¿El stiletto es cómodo o fácil de llevar?
-Pensarás que opino porque no los uso, ¿no? Pero sí, es cuestión de personalidad. Unos tacos cambian hasta la actitud de quien los lleva. Es que todo está muy bien hecho, el material y, sobre todo, la forma del zapato para mantener el equilibrio, ése es el secreto. Todo está muy bien pensado.
-¿Qué hay detrás de un buen par de zapatos?
-Manolo Blahnik, en mi caso, claro. Yo me encargo de todo: dibujos, diseño, elección de material y el control de talleres, ya que me paso cinco meses del año en Italia luchando con ellos, para que hagan exactamente lo que quiero.
-Pero, ¿no tiene asistentes, colaboradores o diseñadores que lo ayuden?
-No, no tengo nada de eso, todo soy yo. Le sonará soberbio, pero nadie puede entender o hacer lo que quiero, y en la forma que deseo. Reconozco que para mí es muy difícil delegar responsabilidades, además no sé mandar. Por eso sigo siendo dueño de mi empresa, tuve oportunidades de vender y no quise... todo pasa por mí, yo decido.
-¿No le gusta recibir órdenes?
-Seguramente, soy de escuchar consejos, pero es muy raro que los siga. Hago lo que tengo ganas. Cuando trabaje con John Galliano (para Christian Dior), todo fue bárbaro, me pagaban bien, impresionante, pero en los últimos años los empresarios, no John, me empezaron a decir que usaba materiales muy caros y que los presupuestos no daban, que debía bajar costos, y entonces dejé.
-¿Se considera zapatero?
-Mmmm, no. No sé como llamarlo, diría que lo que hago es arte aplicado.
-¿Cómo realiza sus colecciones?
-Es totalmente diferente a la ropa de moda. Son de 280 a 300 modelos, de los cuales hay dos o tres pares que son los llamados clásicos, y después el resto son nuevos diseños, además de alguno que otro de temporadas anteriores, con cambios, por supuesto.
-¿El secreto de los Manolo s?
-Que son de calidad, un clásico que no pasa de moda y duran años o toda la vida.
-¿Cuándo diseña piensa en que sea vendible?
-No, ni se me cruza esa idea. Empiezo a dibujar y siempre sale algo interesante, y me gusta innovar, mezclar, inventar y probar materiales. Bueno, después asumo los costos de mis locuras.
-¿Cuál es la última de sus locuras y cuánto cuesta?
-El modelo es similar a uno que hice en 1978 y repetí en 1999. Está inspirado en una puerta de iglesia del siglo XV con detalles del Medievo andaluz, en contraste con una construcción de titanio, una mezcla del pasado y presente. Hice uno o dos modelos que se vendieron enseguida, y llevo hechos unos 40 pares. Cuánto cuesta ni idea...
Unos 3000 dólares. De todos modos, se sabe que algunas de sus creaciones en cueros exóticos, lagarto, víbora o avestruz pueden llegar a costar cerca de 14.000 dólares.
-¿Alguna anécdota?
-No sé si es o no, pero hace dos años, firmando mi libro en Atlanta (Blahnik by Boman, una edición que documenta su historia), una mujer se me acerca y pregunta si le puedo autografiar el tobillo con letra clara y un marcador naranja. Accedí sorprendido y, a las horas, esta mujer volvió y me mostró su tobillo enrojecido, se lo había tatuado. Quedé impresionado.
-¿Qué sabe de la Argentina?
-Un montón (y no miente), ya que de chico mi madre encargaba revistas y por el tema de la guerra nada venía de Europa, sólo de América latina, más precisamente de la Argentina. Aún tengo revistas Billiken y Para Ti. En esta última, a las mujeres se las veía muy elegantes. Además me gustaban los dibujos de Buenos Aires, mis padres viajaron y se enamoraron de esa ciudad, además del cine excepcional; sus actrices aún hoy me impresionan.