Subite al cambio
Lo primero que dijo cuando llegó fue que estaba hecha un cerdo. Con esa brutalidad impiadosa mi amiga Coti habló de su propio cuerpo en la comida mensual de amigas.
Asoma agosto y las conversaciones sobre dietas y gimnasios vuelven a los encuentros entre mujeres. Llegar al verano se torna, un año más, en un objetivo ilusorio que chocará en diciembre con la malvada realidad: es imposible cambiar el físico en tres meses. Corrijo: como poder se puede, pero el efecto rebote no pide permiso ni disculpas; además de ser sumamente peligroso para el sistema cardíaco. Después de tantos años en medios femeninos, debo confesar que he hecho de todo. Expuse mi cuerpo a electrodos, mesoterapia, máquinas recién llegadas al país para eliminar el último vestigio de celulitis, running, caminata aeróbica, rollers, yoga, tai chi, pilates, las tendencias en gimnasia de los 90 (del step en adelante probé todas) y las dietas de la Fuerza Aérea, de la Luna, de la Clínica de Mayo, la disociada, la Scarsdale y otras tantas. Todo me ha dado resultado de, digamos, siete en una escala de diez, pero me fue imposible mantenerlo en el tiempo. Lo único que me ha funcionado y recomiendo es un cambio profundo y verdadero de hábitos. Comer sano, elegir productos orgánicos y realizar una actividad física posible para el estilo de vida que llevamos. Y algo clave: trabajar la aceptación sin confundirla con la resignación.
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