Ricky Sarkany: “Para asombrar hay que asombrarse”
Rodeado de un equipo joven, habla su mismo idioma y corre a la par de los cambios. Será por eso que tiene más de 100 locales y sus colecciones sintetizan todas las tendencias
Se podría decir que es el zapatero más famoso de la Argentina sin exagerar, pero Ricky Sarkany es mucho más que eso, es un empresario exitoso con más de 100 locales (entre propios y franquicias) en América latina. Recibe en su fábrica y adentro, además de lo obvio, un depósito con cajas y cajas de zapatos, una minicolección con varios de los modelos de la última temporada (volvió a diseñar sólo zapatos) y las gráficas de sus campañas más recordadas convertidas en cuadros, hay un telón blanco pensado para fotografiar las imágenes que suben a Instagram. No en vano fue uno de los pioneros locales en conquistar las redes sociales. En su escritorio están los libros que leyó más recientemente y el que aún lee. Crear o Morir, El círculo de la motivación y Seis cuentos y una realidad. Este último es la autobiografía de Esteban Sarkany, su papá, un personaje crucial en su vida por todo lo que le enseñó y al que despidió en febrero último. De buen ánimo, es generoso en su charla y tiene la virtud del buen anfitrión innato: sabe cómo hacer que los demás se sientan cómodos en su casa.
–¿Cuál es tu primer contacto con los zapatos?
–El primer recuerdo con zapatos es de cuando tenía 2 años. Mi papá hacía sus diseños en una mesa de dibujo y luego recortaba moldes en cartulina. Con los restos de cartón yo hacía zapatos en miniatura. Lo imitaba. En esa época (llegó a la Argentina en 1950), al lado de cada artesano, había un artesanito. Esa era la forma de transferir el oficio.
–Entonces lo tuyo fue un oficio heredado.
–Llegué a esta profesión por transfusión sanguínea. Además de mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo ya hacían zapatos en Budapest. Allá, mi papá diseñaba y confeccionaba para mujeres del espectáculo, referentes de la moda. Ese estilo de exposición en el trabajo viene de él. Pero no de lo que vi de chico porque en la Argentina se dedicó a la venta mayorista, y realmente hacía lo que le pedían, no lo que le gustaba diseñar. Cuando fui más grande teníamos discusiones eternas. Yo quería que se animara a venderle a la mujer.
–¿Por qué?
–El era mayorista porque decía que era más fácil venderle 1000 pares de zapatos al dueño de una zapatería que un par a una mujer. Y tenía razón. Pero traía de Europa ese arte de convertir un zapato en algo especial, un talento que el comerciante del momento no apreciaba. Cada temporada, además de los encargos clásicos, diseñaba seis pares propios y se los ofrecía. Les decía: Lleve los míos también y al final de la temporada si no los vende, me los trae. Efectivamente los traían de vuelta. Eran tan vanguardistas que en las zapaterías ni siquiera los habían expuesto porque les daba vergüenza. Por eso yo insistía con la venta directa. Mientras estaba haciendo un doctorado afuera me dio dos sorpresas: había abierto un local al público y le había puesto mi nombre.
–¿Por qué los zapatos son objeto fetiche de la moda?
–No lo sé. Pero intuyo que todo tiene que ver con La Cenicienta, uno de los primeros cuentos que te leen de chico, donde un zapato termina siendo el símbolo del amor y la felicidad.
–¿Qué hay que tener para ser exitoso?
–Creo que se tienen que combinar conocimiento, experiencia e innovación. Yo tuve la suerte de que me mandaran a la Universidad cuando no todos podían (soy hijos de esos inmigrantes que soñaron con un futuro mejor). Además pude capitalizar la experiencia de mis padres, que vivieron acontecimientos históricos importantísimos como la Segunda Guerra Mundial, la persecución del nazismo a los judíos (mi mamá fue detenida en Auschwitz) y la llegada del comunismo que los llevó a pedir exilio y llegar a la Argentina. Saber que ellos habían sorteado tantos obstáculos me hizo optimista. También mi costado innovador lo heredé de mi padre, que siempre decía: Hay que ver lo que todos ven y pensar lo que nadie pensó.
–¿Cómo cambió el negocio de la moda?
–La tecnología te pone en tiempo real. Antes había que hacer un estudio de mercado para saber si tenían buen rumbo, ahora subo una foto a Instaran y al instante tengo un montón de gente que me dice si les gusta o no. Es fundamental dejar de pensar de la manera tradicional, buscar que los jóvenes nos enseñen y saber que para asombrar hay que asombrarse. Además hay que ser tan creativo con el diseño como con la comunicación.
–Fuiste un pionero en las redes sociales...
–Por eso tenemos 815 mil seguidores en Twitter y 332 mil en Instagram. Es un fenómeno revolucionario que me apasiona. Tengo un equipo de 10 personas que se ocupa de las redes sociales y aprendo de ellos.
–¿Qué es lo primero que te impactó personalmente en una red social?
–Cuando mi hija más chica abrió su cuenta de Twitter tenía 10 años. Mi mujer y yo la seguíamos sin que se diera cuenta y a mí me resultaba fascinante ver lo creativa que era en sus comentarios. Una vez estaban hablando de madurar y puso: Maldad es dejar de dar la vida por una piñata. Me emocioné. Ahora también me parecen geniales muchas de las fotos que suben y es otra manera de conocerlas. Ni hablar cuando en la cuenta de la marca se sube algo que no les gusta. ¡Enseguida me lo dicen!
–¿Qué pasa con el e-commerce?
–Es la otra gran transformación. Nosotros crecimos el 600 por ciento. Vamos a tener un sistema de atención de 24 horas por siete días. La venta online triplica las ventas de la mejor tienda.
–¿Cómo ves la moda en la Argentina?
–Sigue siendo conservadora. En las ciudades más cosmopolitas del mundo, la gente se viste para agradarse, acá todavía uno piensa en agradar. Va a cambiar.
–¿Todavía te gusta hacer zapatos?
–¡Me encanta! Pero no los hago desde hace mucho. Los últimos fueron para mi hermana.
DISEÑO CON HUMOR. Es uno de los diseños de la última colección, en la que sobresale la cantidad de zapatillas (ítem absoluto de la temporada) y las botas de todo tipo, bucaneras incluidas devenidas tendencia