¿Por qué se usan tanto las plataformas en la Argentina?
Ningún zapato se ve tanto en las calles de Buenos Aires como las plataformas planas. En otras ciudades del país supongo que pasará igual, quizá en menor medida con suerte. De ocho, de diez y hasta de doce centímetros de elevación, este formato de calzado sobrevive desde hace años pese a que hoy, en el mundo, la moda cambia más rápido que nunca.
La mayoría apreciamos la elegancia y atemporalidad de los stilettos como zapato ícono de lo femenino pero a la hora de la verdad, son muchísimas las que hace tiempo que no se bajan de esas plataformas monovolumen que se ven todos los días. De madera, de caucho, de plástico, de goma eva o crepé, no importa el material, se convirtieron en un básico inamovible del placard argentino. No estoy segura de si alguna, con una mano en el corazón, podrá aseverar que sí, que le parecen hermosas, incluso mucho más que un taco aguja.
Todos, por intuición o por conocimiento, sabemos que usar zapatos demasiado chatos o demasiado altos es malo para los pies, la espalda y la postura. Casi en todo marco, en la moderación está la medida deseable de las cosas. También sabemos que no repetir el estilo de calzado todos los días es ideal para no generar dolores crónicos. Sin embargo, ahí tenemos a esos coturnos circenses extendidos como una enfermedad infecciosa, culpables, encima, de esguinces y fracturas inesperadas.
¿Una cuestión de mal gusto?
Las argentinas sabemos perfecto qué es de buen gusto y qué de mal gusto, aunque no se refleje siempre en lo que usamos. Es muy fácil acusar falta de buen gusto; recurrir a esta explicación es una solución haragana que aplicamos siempre que hablamos de cómo resolvemos los looks en nuestro país. Nada más inmerecido, porque hay que pensar la vestimenta y el calzado en contextos. Muchísimas se pondrán un par de zapatos elegantes para una fiesta o a la primera oportunidad formal que se les presente porque son situaciones en las cuales nos sentimos, ¡por fin!, habilitadas a calzar unos centímetros de más sin llamar demasiado la atención o sin el riesgo de quedar fuera de lugar. Eso sí, más del 50% terminará descalza con una capa de restos de fiesta adheridos a la planta del pie.
¿Por qué plataformas? (Mal que nos pese)
A pesar de que en el universo de los zapatos existen múltiples opciones para experimentar confort y elegancia a la vez, insistimos con un estilo de zapato que es un rejunte de materiales con mínima cantidad de cuero, en el mejor de los casos. Creo que entiendo lo que pasa: parece que te estás llevando un montón, de hecho quizá las deberían vender por metro cuadrado y publicarlas en Zonaprop, pero es sólo una sensación porque en definitiva, te estás llevando un zapato barato a precio de oro.
Entre quienes las usan es habitual la explicación de que “la comodidad está ante todo” pero no parece ser la razón más contundente porque cómodo, cómodo de verdad, es usar mocasines, zapatillas, ballerinas con más de un centímetro de taco. Sigo: botinetas, sandalias o salones con tacos de cuatro centímetros, que permiten al pie hacer el recorrido completo de su flexión natural y propician una buena postura. Respecto de la comodidad además, cualquiera de nosotras que las haya lucido al menos por un tiempo, puede dar testimonio de lo doloroso que es usarlas para los mini huesitos del empeine, de lo peligroso que resultan para subir o bajar escaleras y lo poco equilibrado que es encontrarse de pronto, por ejemplo, con una inclinación pronunciada en el suelo.
¿Entonces?
Quizá podemos hacer teorías más o menos lógicas. Por ejemplo, parte de la geografía con la que nos vinculamos a diario incluye veredas rotas o sucias, ¿será por esto que triunfan? Una mayor superficie de apoyo y una elevación que aleja al pie desnudo del contacto directo con la suciedad eventual del suelo, o lo que olvidan tirado muchos dueños de perro, podrían explicar semejante proliferación de zapatos de corte ortopédico.
Quizá la plataforma plana, que es sobre todo la que tiene más modelos monstruosos, no sea el zapato más lindo (de hecho dista mucho, mucho de serlo) pero triunfa de forma indiscutida porque presta una comodidad relativa, a la vez que elevan la altura de la persona que los usa. Será que el taco tiene un registro sensual y quizá las mujeres argentinas ya no nos queremos sentir más sensuales, sino respetables y eso es un poco lo que se logra al despojarnos del taco clásico, tan cargado de significado. ¿Será que nos ponemos lo que nos venden o que nos venden lo que nos ponemos?
Las mujeres estamos acostumbradas a modificarnos en pos de ideales planteados desde los medios de comunicación y la publicidad: nos maquillamos, nos arreglamos el pelo, las uñas, usamos zapatos que la mayoría de los hombres no se calzarían (dejo margen para la inclusión). Esto es porque no nos asumimos del todo para dejarnos ser sin un molde en el cual encajar. Seguimos muy pendientes del qué dirán y para colmo, nos auto-censuramos al vestirnos. La calle nos intimida, al igual que la mirada del otro. Quizá se usan tanto sólo por no sobresalir del resto.
No es para menos que en la calle nos sintamos intimidadas, de hecho lo que llevamos todos los días responde a ciertas necesidades: al culto del perfil bajo para evitar llamar la atención por motivos de seguridad, y a su vez por el posible acoso callejero (pensemos además que un zapato de taco hace ruido, circunstancia que no importa en el tumulto pero que llama la atención en una calle solitaria); responde también al bolsillo, todos sabemos lo que cuestan las cosas y cuando compramos algo queremos que nos rinda lo más posible y que nos sirva para muchas ocasiones (así es que las plataformas se usan de día y de noche); como si fuera poco, además, tenemos la necesidad de protegernos de los prejuicios ajenos y a veces propios porque todavía circula el machismo entre nosotros y un taco “arreglado” es visto como una señal de provocación.
“Antes muerta que sencilla”, “Lo que es moda no incomoda”; muchas crecimos escuchando estas frases que hoy ya no tienen tanto sentido pero que sin embargo todavía se repiten y un poco de mella nos siguen haciendo. Cuando a todas luces la simpleza en un país en el que el perfil bajo se impone, por las cuestiones mencionadas más arriba, es esencial, y dejarnos incomodar por la moda no es muy siglo veintiuno que digamos.
Este es uno de esos temas sobre los que se pueden adivinar razones pero no llegar a ninguna afirmación determinante, sin embargo, les advierto: no faltará el hombre que nos quiera explicar lo mal que nos quedan y que somos más sexys en tacos finos, como si el máximo objetivo de nuestras vidas fuese gustarles a ellos. Tampoco vamos a echar de menos al que haga el comentario despectivo refiriéndose a cómo quedan en función de las distintas siluetas de cuerpo; opinar por opinar, sin tener idea de lo que se vive en carne propia, ya sabemos, es deporte nacional. En todo caso, que primero se pongan en nuestros zapatos, literalmente, y luego nos den una impresión de lo que es ser mujer y querer arreglarse en Argentina.
¿Volveremos a usar zapatos menos aparatosos? Ojalá, aunque es una pregunta sin respuesta y la futurología no es lo mío. Mientras tanto, las miles y miles de mujeres que se elevan arriba de estos zapa-monstruos, seguirán diciendo que son cómodos, al menos hasta que una torcedura las detenga.