Paula Gray: “Hay que aprender a reinventarse”
Fanática de la moda slow, promueve el consumo responsable, la fabricación sustentable, su comercialización justa, y prefiere reciclar y reutilizar; prepara una línea de calzado vegano
Pionera de la moda slow en Argentina, el movimiento que propone el consumo responsable de ropa a través de la fabricación sustentable, el comercio justo y recursos como el reciclado y la reutilización, Paula Gray se preparó mucho para poder dar ese paso. Estudió finanzas, pero su gusto por el diseño la llevó a fabricar indumentaria y accesorios. Vivió en Chile, México y Estados Unidos, donde por casualidad conoció la ropa ecológica en un supermercado y nunca imaginó que ese día marcaría un antes y un después en su carrera. A pesar de la falta de materias primas sustentables, aprendió a reinventarse y hoy arma sus colecciones con lo que va consiguiendo. Vende online y en pequeñas tiendas del exterior. Además, asesora a marcas que buscan lanzar líneas ecofriendly y da capacitaciones en distintas universidades de América latina.
Ahora prepara una línea de calzado vegano, con materiales reutilizables, y en junio próximo será la representante argentina en Moda Latinoamericana, https://www.facebook.com/MOLAevento/, un evento internacional sobre moda sustentable que se celebrará en Montevideo.
–¿Cómo llegaste a la moda slow?
–Hace 15 años vivía en Estados Unidos y consumía muchos productos orgánicos. Un día estaba en un supermercado, especializado en comercio justo, buscando una gaseosa de las más conocidas y al no encontrarla, consulté y un repositor sorprendido me respondió que no vendía ese tipo de productos. Seguí haciendo las compras y vi un espacio dedicado a la venta de indumentaria ecológica que me llamó mucho la atención, así que dejé todo lo que tenía en el carrito y me compré todo lo que me alcanzó en ropa. Todas las prendas tenían etiquetas con la información completa del proceso de producción, eso me generó mucha curiosidad así que contacté a las marcas para saber un poco más.
–¿Cómo pasaste de esa experiencia personal a transformarte en creativa?
–En un principio me interioricé como consumidora. Ya hacía ropa, pero con una impronta vintage. Hasta ese momento no estaba al tanto de las materias primas ecosustentables que existían. Trabajaba principalmente con géneros que traía de mis viajes, y en la mayoría de los casos eran materiales que reutilizaba. Cuando me encontré con todo este mundo, me di cuenta de que era el camino a seguir; me apasioné y empecé a perfeccionarme en este ámbito.
–¿Lo primero que hiciste?
–Remeras en colaboración con una comunidad de Oaxaca, que se especializan en bordados de colores vibrantes. Es que entonces usaba muchas piedras de collares viejos que desarmaba y aplicaba en prendas. Después me empecé a enfocar en el algodón orgánico. Temporada tras temporada fue experimentando y creciendo. Fue un gran trabajo autodidacta de prueba y error. Además, me fui conectando con diseñadores que siguen esta línea en diferentes partes del mundo porque en América latina no había referentes.
–Creciste en el exterior, pero decidiste volver a Argentina.
–Volví hace nueve años, la experiencia de vivir afuera fue muy buena. En México crecí mucho, tuve la posibilidad de vestir a Eva Longoria y Esther Cañadas. Sentía que no tenía que explicar demasiado el concepto de mis productos, gustaban. Cuando llegué acá fue difícil, porque la moda ecológica no se asociaba con el diseño. Se consideraba algo más hippie y me costó que se entendiera porque no se hablaba de sustentabilidad. Tuve que volver a empezar porque el consumidor acá era diferente al de Estados Unidos y México, donde había mucha más conciencia sobre lo ambiental.
–¿Cómo te reinventaste?
–Cuando llegué lo primero con que me encontré es que acá no había géneros eco y sigue sin haber. Ese fue el primer obstáculo y tuve que reinventarme. Empecé a ponerme en contacto con empresas textiles que estaban cerrando y tenían remanentes. Lo mismo hice con importadores a los que les había quedado, por ejemplo, algodón orgánico de algún color que era difícil de ubicar. Empecé a trabajar con los materiales que no por casualidad se me presentaban y hoy por hoy sigo por esa línea.
–¿Con qué materias primas?
–Material de descarte o rollos de tela que tienen alguna trama fallada, los cuales en general se tiran porque las marcas no se toman el trabajo de rescatarlas. También hago prendas con géneros antiguos y vintage que reutilizo. En un momento, cuando se me presentó la oportunidad, usé Tencel y Lyocell, fibras de origen botánico, y también fibra de bambú. En Argentina, lo único que hay en el mercado es un algodón agroecológico que no es orgánico porque se usó algo de pesticidas. Hay algodón orgánico importado, pero de un sólo grosor y con una paleta de colores muy limitada.
–¿Cómo armás tus colecciones?
–Hago dos pequeñas por año, porque la idea no es que la gente salga a comprarse todo. Quiero que compren prendas que duren de por vida y no que al año siguiente vuelvan a buscar la misma en otro color, esa es una de las premisas del slow fashion.
–¿Alguna pieza ícono?
–Hoy sigo haciendo las mismas remeras de siempre con algodón orgánico, con la misma estampa que dice Fake no more. Las hago desde hace nueve años y siempre se agotan.
–¿Hay materiales eco-sustentables nuevos?
–En Europa hay fibras hechas en base al ananá y otra a partir de banana, que me encantaría poder usar alguna vez. Su textura es sedosa, y la de banana es parecida a la de bambú. Además, se desarrolla un género que se obtiene a través del PET de botellas y también tiene apariencia y textura sedosa, pero es muy costoso.
–¿Qué acciones llevás adelante para una toma de conciencia slow?
–La idea es que las cosas tengan la mayor circulación posible. Ahora estamos armando un circuito para que todo lo que se compre en nuestra tienda, pueda eventualmente ser arreglado, reciclado o hasta reutilizado. Queremos evitar que las cosas se usen sólo una temporada y después se descarten. Además, trabajamos con un taller de trabajo registrado y en las etiquetas de los productos está escrito el nombre de la persona que la hizo.
–En tu vida cotidiana, ¿también seguís la línea sustentable?
–Sí, obviamente. Priorizo los productos orgánicos, voy a las ferias de consumo responsable y comercio justo y, además, reciclo basura. No recuerdo la última vez que me compré ropa, no soy una gran consumidora, pero cuando compro ropa, elijo la de diseñadores que conozco y que sé cómo trabajan. Las prendas que más me gustan las tengo hace muchos años; para mí, lo principal es la calidad.