Olga Naum: "Siempre fui de avanzada"
Talentosa, original, esta diseñadora propone vestirse con identidad y busca ampliar su clientela a las nuevas generaciones
Es la más creativa de las Naum: Olga, la diseñadora que tuvo la calle, sus inquietudes personales, su familia y su buena mano para el diseño como universidad. Se recibió de fonoaudióloga, pero es maestra en el arte de mezclar colores, cortar buenas ideas y proponer diseños personales. La vida le pegó golpes durísimos, pero Olga siempre va para adelante y recibe con un café calentito a la vuelta de su boutique de Belgrano. Cálida, sincera, muestra su mesa de corte, sus telas, su taller, su ropa, su historia.
Empezó vendiendo a las marcas: Zeta, Graciela Vaccari, La Solderie, Dedé, Mc Taylor (creada por su hermano) en los años 80. Pantalones, suéteres, cinturones, carteras. "Trabajaba con mi hermana Cristina. Luego ella se fue a vivir a Uruguay y me dejó todo a mí." Empecé en la Galería Promenade, con un local al fondo, que se llamaba Grape. "Un desastre..., pagué los gastos y cerré. Duró un año. Ahí me di cuenta de que uno tenía que hacerse de un nombre, tener prestigio. Que por más buena ropa que tengas, no existís." Empecé a vender con mi nombre en casa, después abrí en la calle Maure. Y acá estoy, con mi marca, construida por el boca en boca.
–¿De dónde viene esta profesión?
–De mi abuela. Ella nos hacía la ropa sin molde y sin nada. Ponía la tela en una mesa, nos tomaba tres medidas, cortaba, cosía. ¡Y en 40 minutos teníamos algo! Se llamaba Olga, fue la abuela más buena del mundo. Mamá también la ayudaba. Papá tenía una fábrica de estampados. Mi hermano tenía Mc Taylor. Esa fue mi facultad. Lo viví. Yo soy fonoaudióloga, nada que ver. Estudié eso porque mi familia árabe no quería que estudiase medicina.
–¿Y qué pasó?
–Eso no era lo que yo quería. Me obligaron. Lancé mi marca y me fue muy bien. La gente entraba y salía. En el 85 fue un boom. Pasé todos los gobiernos. Tuve cortador, modelista, confeccionista. Se echaban la culpa entre ellos cuando algo salía mal. Hoy tengo un taller integral que se hace cargo de todo. No tengo que lidiar con todo. En mi taller yo pruebo, hago las muestras. Me encanta sumergirme en los géneros y crear.
–Tu estilo.
–Me fascina mezclar, combinar texturas. Me gustan las asimetrías, las paletas empolvadas, los estampados originales. Me gustan las telas. Tengo tres telas buenas y, como una pintura, me paso tres días y llega el final. Todo lo que hago es para mis dos locales.
–¿Cómo hacés para no quedarte en el tiempo?
–El año último tomé la decisión de renovar la imagen. Creo que hago ropa muy, muy canchera. Y cuando venían las de veintipico para comprarle a sus madres, decían: ¡Esto es para mí! Y no la tenían asumidas para ellas. El marketing estaba puesto en el segmento de arriba. Y las chicas son marqueras. Alguna se animaba. Otras se lo compraban a la vieja y lo usaban ellas. Entonces decidí cambiar eso. Yo no quiero venderle sólo a gente grande porque no me siento grande. Siempre fui la de más avanzadas. Tomé la decisión de contratar a una empresa de comunicación, con una campaña más actual.
–¿Cómo es tu clientela?
–Mujeres cancheras. Psicólogas, abogadas, escribanas. Las visto para cualquier momento del día. Y para una noche light, que es la que se usa. Nada sobrecargado.
–¿Cómo se visten las mujeres argentinas?
–Están todas en short. Aunque tengan unas gambas horribles, se lo ponen igual. No me gusta que no se miren bien en el espejo. Siguen tendencias y no tienen una personalidad definida. Ven a la amiga y la copian. Las generaciones más grandes están mejor. Son más jugadas, más afrancesadas. Se ponen una pashmina, un buen par de aros, un blazer clásico con zapatos de colores. Me gustan más.
–Los precios están carísimos...
–Cada vez cuesta más ganar, pero creo que pasa en todos los ámbitos, en el campo... Los alquileres están por las nubes. Luz, gas, teléfono. Y los talleres cada vez que te entregan vienen con aumento. Es complicado. Te tiene que quedar algo. Pero cada vez te queda menos. Hoy tenés que salir al mercado, ver los precios, jugarte a veces a no ganar y a mantenerte.
–¿Cuál es el secreto para pasar tantas variables económicas?
–Que te encante lo que hacés. No es fácil. Me distraigo, no pierdo, gano poco y sigo.
–¿Viajás mucho?
–Sí, me encanta. Me compro zapatos, carteras, bijou. Compro algunos diseños para que vean cómo es el entalle. Busco moldería. No soy compradora compulsiva. Voy a París dos veces por año y a Milán. Ahora me voy con mi marido a Croacia para conocer otros lugares. Cuando viajo me pega lo que me gusta. Ya no lo busco (risas). Laburo menos, la tengo más clara.
–¿Qué te gusta?
–Pintar. Me hace volar. ¿Deporte? Hípico. Vivo en el caballo. Tengo un paso peruano que me encanta. Es muy lindo, eso me hace sentir libre. Me gusta estar en contacto con la naturaleza.
–¿Qué hay que tener este invierno?
–Un tapado 7/ 8 canchero, combinado, no el clásico, sino con algo. Un pantalón cigarette, una camisa blanca o de color con una buena pashmina.
–Asignaturas pendientes.
–Me quedé con ganas de probar qué tal es estar en un shopping. Fuerzas no me faltan, pero creo que hoy no es tan redituable. Me gustaría tener una línea de casa, de blanco. El tiempo dirá.
OBJETO QUERIDO. "Este set de café era de mi abuela. Le tengo mucho cariño porque ella preparaba su café con estas tacitas. Hoy lo tengo de adorno en mi boutique de Belgrano. Es un lindo recuerdo"