Natalie Kazez:“Toda mujer busca diferenciarse”
La diseñadora Natalie Kazez estudió y trabaja en la Argentina y Estados Unidos. Dos miradas y realidades distintas, pero lo mismo en común: clientas que buscan vestirse con piezas únicas
Emprendedora, auténtica y perfeccionista. Es una constante peregrina que busca la armonía estética en todo lo que hace; viajes, diseños, campañas visuales o vestidos de fiesta. A su tiempo, y sin perder ese foco, la diseñadora Natalie Kazez se formó en las mejores universidades de diseño de Nueva York y Londres, y trabajó para reconocidas marcas locales e internacionales: fue diseñadora de Chris Benz y, en la Argentina, pasó por Cacharel y luego fue jefa de producto de Awada. Diseñó colecciones junto a la primera dama, trabajó con su núcleo íntimo durante tres años hasta que la vida la llevó a tomar un nuevo camino. Hoy vive entre Estados Unidos y Buenos Aires, y acaba de lanzar su marca: Kazez.
–¿Cómo empezó tu vínculo con la moda?
–Desde chica tuve un ojo crítico de lo estético. Todo lo que me rodeaba tenía que ser bello a mis ojos. Mi madre estudió Bellas Artes y por ella estuve influida. Después del colegio hice todo tipo de cursos de dibujo y pintura, y cuando tuve que elegir qué carrera estudiar me incliné por Arquitectura, porque tenía el prejuicio de que la indumentaria no era una carrera real. Estuve tres años sin estar conforme, y finalmente me pasé a Indumentaria. La carrera de grado la hice en la UADE, pero mis posgrados fueron en Parsons School of Design en Nueva York y en Central Saint Martins de Londres.
–¿Qué te aportó estudiar en el exterior?
–Aprendí muchísimo. Desde distintas formas de trabajar que traían mis compañeros, oriundos de distintos países y con diversas culturas, hasta cómo se mueve el mercado de moda en ciudades tan influyentes como Nueva York y Londres. Generé una red de contactos que hoy mantengo, como proveedores de muy buenas telas o amistades que trabajan en moda y demás ámbitos creativos. Esos contactos me permitieron obtener mi primer trabajo en la marca del diseñador Chris Benz, con base en Manhattan. Con él tuve experiencias únicas, como trabajar para la fashion week neoyorquina. Y todo lo que aprendí afuera lo apliqué en mis trabajos en marcas de acá.
–¿Cuáles son las diferencias entre trabajar en moda en el exterior y en la Argentina?
–La moda en Nueva York es mucho más demandante. Te busca un auto a las 8 y volvés a tu casa de madrugada. Es así porque es mayor la competencia y, a la vez, el mercado es muy grande. La dedicación es full time, y lo hacía con mucha pasión y entusiasmo. La industria allá es tan fuerte que da la sensación de que todo es posible; el techo es más alto. Pero el rubro textil es difícil tanto en el exterior como en la Argentina, porque es una actividad muy sacrificada, en la que si no te entregás completamente y le ponés todas las ganas es muy difícil llegar. En el exterior sentía que si tenía la chispa que tenemos los argentinos para remarla, luchar y dar batalla me iba a ir bien sí o sí. Me comparaba con mis compañeras de trabajo y se notaba esa diferencia; era como que les faltaban pilas.
–¿Cómo ves hoy la industria textil local?
–Tiene sus barreras. Muchas veces uno diseña y después no puede llevar a cabo lo que pensó porque los materiales no te lo permiten o porque no entraron al país las telas que tenías de muestra. Tampoco hay todos los insumos necesarios ni la calidad que uno quisiera encontrar para sus prendas. Y tenés que buscar reemplazos. En estos años con un dólar tan cambiante fue muy complicado pensar un presupuesto, porque diseñás pensando que vas a tener un producto listo en un precio lógico y después como todo aumenta te ves obligada a subir tus precios.
–Contame de tu paso por Awada.
–Fue una gran experiencia. Me entrevistó Juliana y ese mismo día me preguntó si podía empezar. Trabajé con ella y siempre su opinión era fundamental para tomar las últimas decisiones, pero a la vez daba mucha libertad y generaba un muy buen clima. Su madre, Pomi, es exigente, un ejemplo a seguir como mujer fuerte y empresaria. Sabe del rubro más que nadie.
–¿Cuándo dejás la marca y decidís armar una propia?
–Desde hace dos años vivo entre Miami y Buenos Aires, por eso mi firma tiene presencia en los dos países: allá tengo mi showroom y acá tengo un pop up store junto a la marca 144 Shoes, en Palermo. Decidí armar una marca de vestidos de fiesta y cóctel, con un toque retro, en la que se destaca lo artesanal sobre textiles únicos y exclusivos. Hago muy pocas piezas por modelo y muchas son a pedido. Soy detallista y perfeccionista, por eso realizo ropa a medida y los moldes sólo los hago yo; hasta bordo los vestidos.
–¿Cómo son los materiales que usás?
–Los compro en Nueva York y mi debilidad son los encajes, guipures, telas antiguas y bordadas. Cada dos meses viajo y suelo buscar también vestidos vintage, con mucho detalle a mano.
–¿A qué mujer apuntás?
–Las americanas son distintas a las argentinas, pero concuerdan en un punto: todas buscan diferenciarse y tener una prenda especial, única. La mujer argentina tiene un estilo un poco más europeo y más bien sencillo, y la americana quizá quiere ostentar un poco más.
–¿Qué opinás de las marcas argentinas? ¿Qué creés que puede suceder con una posible apertura a las importaciones?
–Es difícil diferenciarse en este mercado. Todas las marcas del mismo segmento tienen y están acostumbradas a los mismos proveedores. Al menos hasta que estuve en firmas nacionales había que tener cuidado de no repetir ni pisarse con la colección de otra etiqueta, sobre todo si era la competencia. Muchas veces vi que la misma tela se repetía en percheros de otras marcas. Alguna marca quizá tenía más suerte y podía entrar tela importada o lograr mandar a hacer un estampado y que les llegue a tiempo, y así poder diferenciarse. Creo que ahora las cosas van a ser más fáciles; este gobierno seguro va a facilitarle el trabajo a las pymes y al rubro textil en general. Así van a poder crear de un modo más libre sin tener temor a la copia... Ojalá.