Min Agostini: "Me fui abriendo camino sola"
Es arquitecta y aunque hace una década que se dedica a la moda, sus diseños ornamentales son construidos sin moldes: a ella le bastan una buena tela, tijera y maniquí
Hace una década, Min Agostini era arquitecta y trabajaba junto a Justo Solsona en el proyecto Aeropuertos Argentina 2000. Hoy es una de las diseñadoras más exitosas, nombrada entre los 100 mejores de moda contemporánea del mundo en el libro de la española Paz Diman. En estos pocos años estuvo en varias ediciones del New York Fashion Week, fue mimada por Harrods con su vidriera principal durante un mes, el New York Times dijo que sus diseños deberían estar en el MoMA y la revista Forbes la rotuló como una top de Buenos Aires, entre otras pasarelas internacionales y premios. Sus grandes aliados: la tijera y el maniquí, con los que elabora sus modelos sin moldes o construcción al cuerpo, como la define.
-¿Cómo nace en vos esta vocación?
-Empecé a los 4 años diseñando capitas muy parecidas a las que hago hoy, pero para las Barbies. Recuerdo una pana que recorté redondeada con dos tajitos. A mi abuela tana le encantaba coser para las nietas. Pasábamos todo el fin de semana haciendo cosas juntas. Mamá es muy creativa y papá era muy estético. No fue fácil vivir con padres tan así. Yo iba al colegio nacional en Entre Ríos, y abajo del guardapolvo tenía que ir impecable y de blanco? Mis amigas me levantaban el guardapolvo para ver qué tenía puesto abajo. Eso me marcó. Perdí el miedo a cortar una tela con mamá (que no sabe coser), ella ponía un género sobre la cama, tiraba arriba un vestidito y cortaba?, sin moldes. Quizá me viene de ahí eso de diseñar en el maniquí, y después desarmar para sacar el molde y producir.
-¿Cómo fue tu salto de la arquitectura a la moda?
-Estaba trabajando con el Estudio Rosellini cuando empezó la época del diseño independiente, en la crisis de 2001. Y a mí me gustaba? Siempre hacía mis diseños estrambóticos y les decía a mis amigos que me iba a dedicar a los trapos. Me empecé a tentar y en 2003 presenté mi primera colección en Casa Tomada, una de esas ferias que se hacían en casas particulares. Se vendió todo y tuve que pedir que me dejaran los modelos para volver a hacerlos y mostrarlos. Mi primer taller estaba en avenida Córdoba: en planta baja, una pieza mínima, sin puerta ni timbre, donde estaba mi modista y yo. Las clientas me gritaban desde la calle.
-¿Por qué tendrás tantos clientes en el mundo del arte?
-No sé. Visto a Marta Minujín desde hace cinco años. Con ella hicimos la cartera Acodarte . Propuse que fuera un desmembramiento de sus colchones y ella hizo el boceto perfecto, ergonómico, como un apoyabrazos. A Victoria Noorthoorn le hice todo el look de la 11» Bienal de Lyon, día por día. Visto a muchas artistas, porque les gusta que el diseño vaya más allá, y ven en mí una alternativa diferencial con piezas sentadoras, accesorios que te destacan sin ser brillosos (no les gustan a ninguno). Andrea Saltzman (directora de la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil FADU UBA) dice que lo mío son prendas accesorios, algo que llevás en la cartera y que al salir de la oficina te ponés encima para ir a un cóctel.
-¿Qué extrañás de tu vida anterior?
-El trabajo entre pares, en grupo, el intercambio de ideas que hace todo más rico. Durante mucho tiempo trabajé sólo con mi modista de toda la vida, que me entiende perfecto. Ahora tengo un equipo de diseñadoras, pero la que diseña soy yo.
-Afuera te aman, ¿estás exportando?
-La primera vez que mostré lo mío en Nueva York me compraron 13 boutiques en tres días de rondas de negocios. Este reconocimiento te hace sentir que vale la pena seguir esta lucha que ¡no es fácil! Vendo afuera cada vez menos. De esas trece sigo con cuatro, por el problema que tenemos con la importación de géneros. Puse un freno, porque hago unas colecciones divinas, las muestro afuera, me las piden y después no tengo el género para reproducirlas.
-El género es clave en tu trabajo.
-Yo diseño desde el género. Mi forma de diseñar me la dio la arquitectura, porque me enseñó a pensar en el espacio. Mis prendas por lo general no tienen costuras laterales. El diseño de indumentaria se enseña desde el figurín, que es frente y espalda, y todo termina teniendo una costura lateral. Yo me manejo con lo que me dice la tela y los volúmenes que se forman. Por eso, cambio de género y ¡cambió el modelo! Mis telas son exquisitas. No puedo trabajar con otras para vender más, porque no me salen los diseños, no me gustan.
-¿Y cómo se sale de esta encrucijada?
-Espero empezar a producir y a vender en Brasil. Las brasileñas aman mis creaciones; tienen eso de vestirse hasta para ir al supermercado. Vienen y se compran todo. Pero para vender allá tenés que producir ahí. Ellos cuidan mucho su industria, ponen muchas trabas, pero tienen una industria que cuidar. Acá tenemos mucho problema, y no tenemos industria. No me iría, me gustaría estar en las dos puntas. Necesito un socio brasileño...
-¿A quién admirás?
-Hussein Chalayan, John Galliano, Alexander McQueen, Fabián Zitta, Martín Churba?
-¿Tiempo libre?
-Me gusta la decoración. La gente me junta chatarra para que haga cosas. Mi hermana me regaló para mi cumpleaños una bolsa llena de resortes oxidados de colchón. Hice unas ruedas gigantes y las tengo en la pared, quedan divinas. Estudié bastante arte.
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