Luz Ballestero, una diseñadora que intenta resolver el dilema de falta de talles en el mercado
Cuando lanzó su etiqueta, Luz Ballestero no había descubierto la impronta sportswear que impregnaban sus diseños. Era 2011 y un momento novedoso que señalaba como el inicio de una nueva generación de diseñadores. "Hubo un espacio donde solo estuvo la camada del diseño de autor de 2001, pero de mi edad para abajo no había nada nuevo. Ahí surgimos Marcelo Giacobbe, Paula Ledesma y Daniela Sartori", recuerda la diseñadora sentada en el showroom que acaba de inaugurar en Las Cañitas. Un cuarto con los percheros que develan un vestuario simple basado en soluciones para el guardarropa, un estudio ocupado por una gran mesa que rodea telas y cuelgan bocetos y detrás la terraza, espacio donde recibe a las clientas como en casa, dice. Siluetas cómodas en piezas de uso diario cuya aspiración con el paso de los años se centró en que sirvieran tanto para el día como para la noche. En este contexto surge Luz Ballestero, una marca de diseño editada en elementos básicos de alta calidad y cortadas en sedas, algodón pima y viscosa para diseñar prendas fáciles de llevar.
–¿Por qué decidiste trabajar el talle único?
–Pienso en prendas funcionales, en distintas siluetas y que a todas les quede bien. La comodidad es una premisa importante de la marca, ese es el mayor halago que solemos recibir de nuestras clientas. Por eso es una decisión de marca trabajar el talle único. Lo que intento es resolver ese dilema de falta de talles en el mercado argentino y también en la calidad. Buscamos telas que duren.
–Pertenecés a la camada que inauguró esta década ¿Hay algún hito que te haya afianzado como marca?
–¿Sabés que sí? Participar en concursos ayuda a ver cosas que a lo mejor aún no descubriste. Soy diseñadora y no tengo una mirada de la colección desde lo interno, sino de lo que yo quiero generar con las prendas, lo que quiero vender y cómo quiero que se sientan con la ropa puesta. Lo pienso desde la construcción de un conjunto, pero no tanto del lookeo. Esa primera vez, como emergente en ‘Buenos Aires Runway’, fueron la estilista Simona Martínez Rivero y el fotógrafo Gustavo Di Mario los que me dijeron que la marca tenía una impronta muy deportiva y me aconsejaron cerrar los outfits con zapatillas. Ahí caí, si yo vivo en zapatillas, pero sin embargo pensaba esa primera colección con tacos altos, pero por obviedad de pasarela.
–Anna Wintour aconseja a los diseñadores a ir a trabajar con otros para aprender el negocio de la mano de un profesional antes de lanzar un proyecto propio. ¿Cómo fue tu experiencia?
–Todo suma y aprendés desde lo positivo y hasta lo que te hace decir basta, esto no. Con los diseñadores que trabajé fui tomando distintas cosas. De Laura Valenzuela aprendí sobre el trabajo a medida, algo que me sigue acompañando porque hago vestidos de novia. Con María Cher supe del manejo de marca, a hacer fichas de productos, armar colecciones para vender a mayoristas, diseñar familia de productos y con Vero Ivaldi fue un intermedio. A pesar de haber comenzado a trabajar para otros siempre tuve la necesidad de hacer cosas por mi cuenta. Cuando hice la pasantía en Benetton, que es un monstruo y la disponibilidad absoluta de todos los recursos, fue buenísimo, pero me aburría. Es que el argentino se acostumbra a rebuscársela un poco.
–Las marcas no suelen hacerse responsable de lo que pasa cuando tercerizan la terminación de sus prendas. ¿Es posible trabajar a conciencia?
–Trabajo con los mismos talleres desde que arranqué. Ahora hay nuevos porque tengo más producción y porque vendemos más. Es posible que una marca no sepa en qué condiciones están reenviando su trabajo a otros lugares, pero en mi caso tengo contacto directo y me queda muy claro que no son talleres clandestinos. A veces es una señora cosiendo en su casa, a la que le das cuatro artículos, como si fuera una modista, y establecés un vínculo, sabés de su vida. Soy consciente que esto me pasa porque no soy una megamarca y tengo un manejo más cercano.
En la pasantía en Benetton me aburría con tanta disponibilidad de recursos. El argentino se acostumbra a rebuscársela un poco
–Para lanzar una colección, hasta hace no mucho tiempo, era necesario un lookbook, campaña y desfile. ¿Cómo se puede generar novedad y ser diferente en una era colmada de información e imágenes?
–Cambiaron las cosas. La campaña hoy ya no rinde, todo es digital. Las fotos que tienen mayor repercusión son las de las personas en situaciones reales, nada de artificio. Entonces buscamos a mujeres que tengan experiencias para compartir. Los usuarios se relacionan mejor con esa idea real. En #CompartíTuLuz mostramos lo que queremos como marca. Hacemos videos, en vez de campañas y convocamos a artistas de distintas disciplinas y las registramos en acción con nuestra ropa.
–Existe una crisis global de consumo y también hay un consumidor que compra por necesidad y no tanto por deseo. ¿Cómo afronta este cambio una marca independiente?
–Es necesario tener cuidado con las decisiones que se van tomando. Me gusta la frase que dice que no perdiste ninguna guerra mientras no renuncies a ninguna batalla. Hay momentos en que te va mejor, vas superando obstáculos y te mantenés. Este es un país en el que tenés que tener muchísima paciencia y bastante cintura para acomodarse. En poco tiempo cambian muchas cosas en la moda, ni hablar con la tecnología, la información y en la venta. Si no evolucionás a la par, te quedás afuera. Así lo vas afrontando.