La vulgaridad también representa a la moda
El exceso, la ostentación, la copia, el exhibicionismo, lo barroco y lo popular ya no se consideran de manera despectiva. Lo vulgar hizo historia y se representa a través de las marcas más fashion que se exhiben en Londres hasta febrero próximo
La idea del buen gusto está en el centro del debate. La ostentación, los excesos y lo lúdico parecen ser los nuevos conceptos que bajan de Europa y Estados Unidos a la hora de postular cómo debemos vestirnos para estar a la moda. En este sentido, la exposición Lo vulgar: la redefinición de la moda, que se expone en la galería de arte londinense Barbican hasta el 5 de febrero de 2017, demuestra que la vulgaridad también tiene un pasado y una historia que contar. Y que no tiene una definición unánime asociada a lo peyorativo y al mal gusto, sino que tiene mucho más que ver con una cuestión subjetiva.
La exhibición incluye alrededor de 120 piezas, entre prendas históricas, alta costura, prêt-à-porter, objetos y fotografías, que repasan desde el Renacimiento hasta la actualidad. Cada uno de los diseños que se muestran suscriben a cada una de las once categorías en las que se divide la exposición: el exceso, la ostentación, la copia, el exhibicionismo, lo barroco y lo popular, todos conceptos que en algún momento de la historia fueron considerados vulgares.
Los curadores de la muestra, Judith Clark, profesora de Moda y Museología en el London College of Fashion y su marido, el escritor y psicoanalista Adam Phillips, afirman que el objetivo de esta exposición es hacer pensar al espectador sobre el recorrido histórico que atravesó el concepto para llegar a ser considerado lo que es en la actualidad.
Su punto de partida fue definir los distintos sentidos de la palabra vulgar, evitando el más obvio de ellos. “Siempre tuve ciertos recelos acerca de cómo usaba la gente la palabra vulgar, con tanta convicción, tanto esnobismo. Palabras así no están hechas para que te hagas preguntas, sólo para desestimar algo. Queríamos pensar sobre el término en su sentido más amplio”, explica Clark.
Pero, ¿es tan sencillo definir qué es ser vulgar en pleno siglo XXI? Antiguamente el término vulgare hacía referencia a las “personas ordinarias”, sin juicios. Con el paso del tiempo evolucionó en otra dirección: se la relaciona con la ostentación, con el mal gusto y con los excesos y una gran lista de malas palabras en el mundo de la moda.
La exposición cuenta con la participación de más de 40 firmas de moda, aunque los curadores afirman que no fue fácil conseguir las prendas, dado el tema y el título de la exposición. Clark comentó que tuvo que hacer un esfuerzo extra para que las marcas entendieran que su planteo no era despectivo. Finalmente, la mayoría comprendió el espíritu histórico, recreativo y constructivo de la exhibición y cedió diseños para que sean parte de la muestra. Las marcas más destacadas que aparecen en la recorrida vulgar son Manolo Blahnik, Christian Dior, Iris van Herpen, Marc Jacobs para Louis Vuitton, Christian Lacroix, Karl Lagerfeld para Chloé y también para Chanel, Alexander McQueen para Givenchy, Prada, Jeremy Scott para Moschino, Viktor & Rolf y Vivienne Westwood, entre muchos otros.
Uno de los diseños más memorables que aparecen es la polémica campaña de Gucci con el pubis de la modelo rasurado en forma de G. También, un vestido con estampado de envoltorio de caramelos de Jeremy Scott para Moschino, otros con las caras de mujeres estampadas en la colección primavera verano 2014 de Prada y las canastas para supermercado de Karl Lagerfeld para Chanel.
La idea que subyace en la curaduría de esta exposición es que el gusto es un concepto en evolución constante y que el dictamen sobre si algo es o no vulgar es sólo una cuestión de perspectiva. Al igual que la belleza, está en los ojos del que mira y no es una propiedad inherente al objeto. Por esa razón, esta edición parece dejar muchos más interrogantes que respuestas cerradas. Además, parece suscribir, entre líneas, la polémica frase que usaba Diana Vreeland, editora de Vogue : “La vulgaridad es un ingrediente importante en la vida, tiene vitalidad. Un poco de mal gusto es como un poco de pimentón... es sustancioso, es sano, es físico. Creo que deberíamos usarlo más. Yo de lo que estoy en contra es de la ausencia de gusto”.
Extravagante
El exceso de marcas populares en inusuales estampas, el recurso de Scott para Moschino; megasombreros de paja de Viktor & Rolf y Chanel en un supermercado