"La moda está volviendo a los orígenes"
Una gran creadora de zapatos artesanales, realizados a mano de principio a fin, con diseño del mejor. Estudió en París, pero eligió la Argentina para hacer lo que más le gusta en el mundo: rendirse a los pies de las mujeres
Zapatos. Esos que se tocan, se acarician, se admiran. Los zapatos de Sylvie Geronimi son especiales, hechos a mano, únicos o en ediciones limitadas. Zapatos que se compran para siempre, que dan ganas de no sacarse nunca. "Zapatos de alta costura", dice. Geronimi es hija de un diplomático francés y una argentina, que se conocieron en Malasia, donde ella nació. Estudió en la Cámara Sindical de la Alta Costura de París. Hizo un stage en Hermés y otro en Balenciaga. "Siempre me gustaron los sombreros y los zapatos. Tienen algo. Son más chicos y escultóricos, me fascinan." Vino y se radicó acá en 1989. "La Argentina tiene que ver con mi historia . Es donde encontré más cosas que me cierran. No hay países perfectos, pero acá pude desarrollarme. Cuando llegué en los 80, las marcas de alta costura francesa estaban todas en quiebra, era muy difícil. Todavía no les habían encontrado la vuelta. Recuerdo una noche, en 1985, en que fui con una amiga a revisar los volquetes de Madame Gres –su ñieta era mi amiga– porque la habían desalojado de sus talleres. Tengo unas cabezas de madera que tiene mi madre guardadas en su casa de París... En los 90 todo despegó, pero yo encontré mi lugar acá." Llegó y trabajó para marcas. Su gran amor fue Ona Saez. "Ellos fueron los únicos que aceptaron que no iba a copiar. Cuando llegué acá era lo más común del mundo. Ellos reconocieron mi trabajo y se bancaron la historia", se ríe.
–¿Diseñadora o artista?
–Diseñadora porque es un objeto que se usa. Ahí hay una gran diferencia con el arte. Más allá de eso, yo encaro el tema del taller como un proceso creativo que está muy vinculado al de un artista.
–He visto un par de zapatos muy elaborado, metido en una caja de cristal, que se ha convertido en una cuasi obra de arte...
–Hay un hilo delgado y uno se pregunta si la moda es arte o no. Hace años participé de la muestra Calzar el arte, en la galería Art House, con diseñadores y artistas. Hice un zapato de hombre en punta, supersimple, con toda la capellada pintada por Ernesto Ballesteros. Fue espectacular. Sí, tuve mi par de zapatos en caja de cristal (risas).
–Lo tuyo es la alta costura llevada a lo pies...
–Sí. Todo realizado a mano. Todas las temporadas armo una colección con modelos para fiestas y para el día. Trabajo mucho lo personalizado, tengo clientas que me piden la variación de un modelo que ya existe, adaptarlo a su gusto. Tomo en cuenta el vestido para que combine, le puedo agregar o sacar un herraje.También puedo modificar el cambre de la horma (eso es lo que te dad comodidad). Busco dar respuestas a las necesidades.
–Dicen que tus zapatos siempre son cómodos.
–Tengo esa fama, pero no siempre es así. Hay zapatos en los que es difícil lograr la comodidad, porque si el cambre (la altura que tiene) es muy alto, no es tan cómodo. Cada horma tiene un cambre y una punta que son inmodificables, lo que puede cambiar es la forma del zapato. Con la misma horma puedo hacer un abotinado con cordones o una guillermina. Todo depende de la horma que se elige.
–Todo muy artesanal...
–Sí, trabajo, con mi propio taller y mi boutique, como se hacía antes de las marcas. Hay varios pasos: el cortado, el aparado, el armado, el agregado de la suela, el desvirado de la suela y el empaque (sacar la horma, clavar el taco y terminar el zapato). Hacemos todo en pequeña cantidad. De cada zapatos un máximo de 30.
–¿Cuánto cuesta un par?
–Un par de la colección está entre 4000 y 5000 pesos, y un encargo puede aumentar un 50% más. No hago producción. Un armador mío puede estar en un día trabajando con guantes de látex para realizar sólo un par de zapatos de novia blancos. Y no tocar nada más. Este nicho es el que me gusta.
–¿Cómo es tu estilo?
–La colección la llama Euroasia, una chica que el padre es francés y la madre japonesa. Siento que en mi vida toda la parte asiática influyó mucho. Papá vivió 30 años en Tailandia. Era diplomático y su especialidad fue el comercio exterior, trabajó en plena década del 50, cuando Francia llevó sus productos al mercado asiático, entre otros, el lujo francés. Eso influyó en mi vida, en mi estilo, en mis diseños... ¡Me siento como una Madame Grés cuando empezó! La argentina te da esa posibilidad: volver a los orígenes. Para mi eso es lo más lindo de la película.
–La vuelta a la hecho a mano...
–Exacto. Hoy la gente lo valora de otra manera. Cuando llegué no pasaba eso. Hoy se dan cuenta.
–Hay zapatos tortura.
–Sí. A veces uno tiene que meter el pie en algo que, además, tiene un taco. El taco estiliza mucho...
–¿Está hecho para el hombre o para la mujer?
–Entiendo el sentido de tu pregunta, verse acompañado de una mujer estilizada... Yo apunto a hacer un zapato con el taco necesario para que te cambie un poco la postura sin dejar de lado la comodidad. El punto es encontrar ese límite de hasta cuánto estás dispuesta a estar incómoda y hasta cuánto querés lucir mejor. Las chicas de la boutique te dicen: Este zapato te lo vas a bancar todo el día, éste no, éste no es tan cómodo. Mi idea es que vuelvan.
–¿Siempre altos?
–La argentina es de alturas, de festejar, es gastadora... ¡Gasta hasta lo que no tiene! (risas) El tema es encontrar el equilibrio. Hoy están de moda los cumples de 50, y todas se quieren poner todo. Refestejan, arman fiestas como las de 15. Tengo ballerinas pero es un chiste: las tengo porque me preguntan, pero al final se ponen los supertacos. Al chato lo tengo para que se queden tranquilas de que está.
–Un nunca...
–Nunca un zapato de vedette con mucho taco, mucha piedra. Siempre la sutileza. La mezcla de Europa y de Asia.
OBJETO QUERIDO
Un aromatizador con cristales de ámbar, que siempre lleva consigo a todas partes. "Es la fragancia que me retrotrae siempre a mi infancia. Es el olor que me conecta com mis orígenes. El aroma que hay en mi boutique."