La diseñadora fueguina que diseña a partir de cascotes
Respetar el tiempo de hechura en vez del ritmo veloz y sinsentido que impone la industria implicó una toma de conciencia tal para la artista y diseñadora fueguina Juliana García Bello que decidió ejercer a diario su derecho a crear más allá del sistema de la moda. Le escapa a las etiquetas y propone una indumentaria atemporal, y lo hace junto con su abuela Dorita. En tanto, avanza con el proyecto artístico Cascote Abandonado que en breve exhibirá en su Río Grande natal. Lo suyo va más allá de la ropa y elige otros formatos para expresarse; parte de su trabajo se muestra en Tienda Malba como resultado del taller de seguimiento Proyecto 8, que dirige la diseñadora y gestora cultural Francisca Kweitel.
–Estudiaste diseño de indumentaria y trabajás como joyera, ¿qué te atrajo?
–Cerca de terminar la carrera, cursé la materia Diseño de Accesorios en la cátedra Kweitel-Kohon. Su mirada conceptual me voló la cabeza. Ahí empecé a experimentar con materiales no convencionales y me di cuenta de cuánto me gustaba. Durante la tesis seguí indagando, hacía nidos tejidos con ramas como una forma de abordar la indumentaria. De pequeña había practicado cestería selk’nam con Margarita Maldonado, una maestra cestera que recuperó la técnica artesanal de su abuela. Ya en aquel entonces me interesaba la escultura. Más tarde seguí estudiando en Taller Eloi, la escuela de joyería contemporánea de Jimena Ríos, donde aprendí el oficio.
–¿Qué es Cascote Abandonado?
–Es un proyecto que habla de una historia de abandono de una madre a un padre y de un padre a una hija; y metafóricamente encontré esa historia de abandono petrificada en una mesa, la cual rompí, la redescubrí y reconstruí. Un trabajo realizado en una clínica de la diseñadora Francisca Kweitel, que lidera un taller de seguimiento de proyectos de diseño llamado Proyecto 8 porque se realiza en ocho encuentros. Generé cascotes a partir de vajilla que colecciono y los hice en mármol, porcelana y bronce. La serie abarca joyería, escultura y hasta videos en una instalación bastante grande, que ahora se exhibe en el Malba. Las piezas de mayor tamaño miden más de un metro. Todo parte de una escena detenida en el tiempo e involucra a dos personas sentadas en una mesa con tazas de café. Así la encuentro para descubrir algo, como si fuera una arqueóloga.
–¿De qué manera?
–Trabajo meticulosamente. A medida que rompo los cascotes voy generando artículos y clasificándolos, armando catálogos. De chica colaboré en una reserva natural en Tierra del Fuego. Mi tarea consistía en recolectar piedras en Cabo Domingo y observarlas bajo el microscopio para identificar posibles restos vegetales o animales; la mía es una región con muchos fósiles. Cuando me vi trabajando en esta serie reconocí que estaba repitiendo un patrón.
–¿La vas a exhibir completa?
–Estoy planificando una muestra en el Museo Fueguino de Arte de la mano de la Municipalidad de Río Grande. Cascote Abandonado está virando de ser el reflejo de mi historia personal para pasar a ser la de las personas de mi región. La idea es reunir relatos en torno a una taza de café, parte del formato será audiovisual. Alguien me dijo que en la historia de los fueguinos hay algo de abandono, producto de los exilios que son parte de la génesis de su población. Siempre se deja algo atrás cuando se va hacia otro lugar. Me interesa reconstruir y relatar la historia colectiva.
–Tenés una conexión profunda con tu lugar de origen.
–Es verdad, hay algo de mi imaginario de niña que dejó una impronta muy fuerte en mi forma de ser. Me gusta mostrar los aspectos menos conocidos de mi lugar. Los sureños me escriben diciéndome que se sienten identificados con mis relatos. Me pasa lo mismo cuando veo el trabajo de las creadoras de Abre o de Carla Andrea, otras diseñadoras que también vinieron del Sur.
–¿Esa impronta también está presente también en la indumentaria?
–Hace un año y medio comencé una colección con mi abuela Dorita Duba. Mirando fotos de cuando era chica descubrí que ella y mi mamá habían hecho mucha de mi ropa a partir de prendas usadas. Entendí de dónde viene mi encantamiento con reciclar cosas. Retomamos esa idea, le propuse hacer algo juntas y a la semana siguiente caí con un bolsón de ropa para comenzar a trabajar.
–¿Cómo resultó la experiencia?
–Hermosa. Elegimos las telas que más nos gustaban y empezamos a ver cómo abordar el tema, ella desde la técnica, porque es modista, y yo, desde lo conceptual. Fue maravilloso. E hice una bitácora registrando palabras e imágenes de este proceso experimental. Al principio no sabíamos en qué iba a terminar: si en una colección o en tres prendas.
–¿Cómo es?
–Obra Dora Duba, así la llamé, es una colección atemporal. Una de las cosas que me planteaba cuando me alejé del sistema que rige la indumentaria, era por qué una idea no podía seguir creciendo en lugar de morir a los seis meses. Con la abuela generamos un sistema de moldería que entiende las tipologías existentes para generar prendas nuevas a partir de usadas. Es una base para reciclar indumentaria sobre la que actualmente dicto talleres. Estoy diseñando un pequeño fanzine desplegable que contiene los patrones y explicaciones para que, fácilmente, puedas hacerte un vestido o un pantalón. Quizás, democratizar el conocimiento vuelva un poco más sustentable a la moda.
–Encontraste la forma de volver a la indumentaria.
–Me cuesta sentirme parte del sistema de la moda como está hoy. Hasta las ideas más sustentables no resultan si seguimos produciendo al ritmo actual. Tenemos que pensar en cambiar las formas de uso y de consumo. Por ahora, la moda va dando pasos muy pequeños. Los más jóvenes están avanzados, lo veo en mis alumnos y en mis amigos adolescentes.
–¿Tu canal es Instagram?
–Algunas prendas son muy emblemáticas para mí y siento que no puedo desprenderme de ellas, tiene que ver con el vínculo con mi abuela. Pero como ya establecimos un modo de construcción, las podemos replicar. Están a la venta en Instagram. Para la presentación estoy pensando en hacer una instalación o un desfile, aún no encuentro el formato.
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–Se te ve cómoda entre el arte y el diseño ¿Es así?
–Aún me cuesta responder cuando me preguntan qué es lo que hago. Por momentos escribo, por momentos soy fotógrafa, por momentos diseño indumentaria, por momentos quiero hacer un sillón, y en el único lugar en el que me siento libre es en el arte. Con el tiempo me fui aceptando como artista.