La diseñadora argentina que se destacó en París y vende sus tejidos en Japón
La diseñadora franco argentina María Abdala Zolezzi acaba de recibir la certificación Wildlife friendly para una serie de prendas de su colección Vida, que presentó en la semana última en París Fashion Week. Es la primera del país en obtenerla a partir de su trabajo junto a una cooperativa de Península Valdés que produce lana merino bajo un proceso totalmente sustentable. Esta calificación se apoya en el respeto por la vida silvestre animal, cada vez más ponderada en el mundo, y agrega valor a su propuesta.
Desde su showroom en Buenos Aires vende al exterior; hoy el 80% de sus ventas son a Japón y sus diseños net en tejido también gustan en países como Estados Unidos y otros de Europa. La clave está en su pasión por las fibras. "Mi vínculo con los géneros empieza desde que era chica cuando mi abuelo me regaló una máquina de coser. Aunque estudié Publicidad, siempre me interesó la moda", dice. Luego de hacer la licenciatura en Publicidad en la UCA hizo un curso de diseño de moda en el London College of Fashion. Más tarde se estableció en París donde trabajó en una agencia de prensa especializada en moda; también tuvo experiencias en los departamentos de marketing de diseñadores como Sonia Rykiel, la reina del tejido, e Isabel Marant. "Si bien trabajaba en marketing estaba muy vinculada al producto". En 2010 volvió a la Argentina decidida a hacer su propia firma de tejidos. "Empecé yendo a la Avda. Scalabrini Ortiz, no tenía ningún contacto, para mí era una aventura nueva. Empecé a investigar qué fibras había acá", recuerda. A fines de 2013 lanzó su primera colección de echarpes y cuellos en fibras naturales de merino y alpaca. "Me presenté en la feria Fashion Factory de Milán y me fue muy bien con mi diseño de cuello XL. A fines de 2014 la revista inglesa Wallpaper me hizo una entrevista, y lo mío resultó un boom. Y así empezó mi marca".
–¿De qué se trata esta certificación Wildlife que conseguiste?
–La obtuve a partir del trabajo con biólogos del Conicet y una cooperativa que tiene campos en Península Valdés, que obtienen la fibra de manera sustentable y en forma artesanal. Este control regula que de inicio a fin el proceso de obtención de la fibra sea sustentable. Soy la primera diseñadora argentina en usar un material con esta certificación.
–¿Qué tipo de fibra es?
–Es lana merino que se produjo bajo el Conscience Program, en campos de producción sustentable que forman parte de la Wild Conservation Society.
–Siempre fibras naturales.
–Únicamente. Las uso para mis prendas en merino de Península Valdés e incluyo fibras de guanaco de la cooperativa Payun Matru, hilados de llama y baby llama de Abrapampa, hilados de mohair de una cooperativa de Zapala en Neuquén e hilados de alpaca.
–Y el tejido es también artesanal.
–Sí, puede ser tejido en rueca y mediante máquinas que están a mitad de camino entre lo industrial y artesanal, cuando trabajo con cooperativas . El resto es todo a mano, uso las tres técnicas ancestrales del tejido: los telares manuales, las dos agujas y el crochet.
–En París Fashion Week presentaste estas fibras certificadas.
–Sí, las presento en una galería en el barrio Marais y forman parte de la colección de invierno, llamada Vida y justamente es un homenaje al guanaco.
–¿Por qué el guanaco?
–Desde el año pasado me puse la camiseta para que tomemos conciencia de que es un animal autóctono, propio de la Patagonia, que debería protegerse, cuidarse y fomentar la producción de su fibra, que es finísima.
–¿Cómo es tu propuesta de invierno?
–Si bien yo no hacía tanto crochet incursioné con más fuerza en esta técnica porque siento que hay una demanda en el mercado. Pero no lo hago en un estilo tan rococó sino que le doy una vuelta más minimalista, que tiene que ver más con mi look. Por ejemplo, hay un poncho realizado con esta técnica que es un ícono de este invierno; o suéteres oversized en dos agujas teñidos con tintes naturales, como palo amarillo, tara, cochinilla y guayacán. También chales amplios hechos en telar, además de gorros y bolsos, infaltables en mis colecciones.
–¿Las fibras argentinas son más valoradas afuera?
-Sí, por ejemplo, a los japoneses les enloquece; en particular, los camélidos, y más precisamente la llama. Y les interesa saber, informarse, y estar al tanto de cómo y dónde se obtiene la fibra. Por eso, cuando les presento la colección no solo les hablo de las prendas, sino que les mando fotos de los animales, de dónde vienen, dónde queda la Patagonia, y eso les encanta.
–Buscás contarles una historia…
–Sí, busco ir más allá de la pieza de diseño. Quiero ser la embajadora de los tejidos argentinos al mundo, esa es mi meta.
–¿Qué tipo de fibras y prendas gustan en el mundo?
–Las hechas en lana merino tejida en rueca, de gran volumen, gustó mucho en Nueva York y en otros lugares de Estados Unidos, por ejemplo. En Europa valoran que la prenda te acaricie, te abrace, que sea suave al tacto; el francés, prefiere piezas de silueta desprendida, lánguida, sin tanto volumen. Y los japoneses prefieren las prendas oversized, aunque como son de contextura tan delgada les hago un tamaño pequeño que ya les queda grande; pero también piden diseños cropped, a la cintura. Estoy en Tokio en tiendas como Isetan, Biotop, Baycrews. Y en Lyon, en la tienda Solís.
–¿A los argentinos nos interesan las fibras naturales?
-No tanto, son contados los clientes que saben qué es la lana merino. Y todavía, mucha gente asocia a la llama con un tejido del norte, rústico, no tan valorizado. Hay que difundir y enseñar que la merino es la mejor lana de oveja del mundo y la tenemos en la Patagonia.
–¿Por qué no lo valoramos?
–No hay mucho desarrollo, no hay tecnología, y hay muchas hilanderías excelentes y con muchos años de trabajo que están cerrando. En la Argentina, la materia prima se vende afuera, yo soy una de las pocas que la trabaja acá. Al no haber industria no hay desarrollo. Trato de ayudar a tomar conciencia de lo que tenemos.
–Proyectos...
–Estoy por desarrollar una colección para Isetan, una tienda de Tokio, con algodón peinado de Corrientes, de mi ciudad natal, Goya. Son 60 piezas de colección cápsula, todo al crochet. Los diseños son chalecos oversized, cárdigans y suéteres cortos. Hoy mi marca se autoabastece gracias al mercado externo.