La argentina que creó una firma de cosmética orgánica y conquistó EEUU y China
Eso que no usa o que no debe usarse la define. Levanta las banderas que dejan de lado el trigo, la avena, la cebada y el centeno, en nuestro país popularizado como tacc o gluten –la proteína que se encuentra en algunos cereales y sus derivados–. También toma distancia de los organismos genéticamente modificados, y hace del concepto skin food su lema, porque desarrolla una marca de cosmética que pretende ser un alimento para la piel, por los beneficios casi nutricionales de sus productos. "Las células de la piel se alimentan al igual que el estómago", dice Graciela Ceballos, creadora de la firma de belleza Anamé Vio, que en los últimos dos años logró crecer en un 50 por ciento y consiguió ubicar el 80 por ciento de su producción en Estados Unidos y China.
Arrancó en 2010 y desde entonces la suya es una de las pocas marcas de origen nacional que certifican lo orgánico bajo normas internacionales y también nacionales. Estudió abogacía y comercio exterior y durante una década se desempeñó una firma de cosmética. Pero decidió tomar otro camino, uno más personal, con un proyecto propio, "porque casi no vivía, tenía mucho estrés". Durante una de las ferias más importantes de cosmética del mundo en Italia, Cosmoprof, 15 años atrás, le llamó la atención un puesto que decía orgánico."Me encontré con un mundo cosmético diferente, que hasta entonces desconocía. Y me interesó, tanto que estudié, me preparé para lograr armar una marca propia".
Por entonces lo orgánico crecía a pasos agigantados, sobre todo en países europeos y Estados Unidos, y decidió crear una marca orgánica para el mundo desde la Argentina. Tardó cuatro años en certificar su fórmula: "No usamos químicos, ni conservantes, nuestros productos pueden cambiar la fragancia y hasta incluso el color, porque todo es natural". Avalada por la Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica), la OIA (Organización Internacional Agropecuaria) y la norma NOP (National Organic Program) de Estados Unidos, Ceballos sostiene que percibe una demanda creciente en el país. En agosto último, abrió un laboratorio de fraccionamiento de materias primas orgánicas en Parque Chacabuco, el primero en el país dispuesta a atender a un fenómeno que crece.
–Qué significa Anamé Vio?
–Surgió de un error. El nombre inicial era Andme del inglés "Y yo", pero lo registraron mal y luego le agregué Vio que significa visión integral orgánica.
–¿Cómo actúa un orgánico en la piel a diferencia de uno que no lo es?
-La diferencia es sustancial porque todas las cremas que tienen derivados del petróleo o parabenos y se sabe que producen envejecimiento celular. Cuando te ponés una crema que tiene siliconas, por ejemplo, te tapa los poros y no te deja respirar. Ese es el efecto de los químicos en la piel. Las células de la piel se alimentan al igual que estómago, entonces si le ponés algo que las tapas no puede respirar, no se pueden alimentar y se deshidratan. En cambio, cuando usas cremas orgánicas ya a la primera semana vas a sentir la piel como la de un garbanzo, muy tirante. Eso pasa porque, como puede comer bien lo que le estás dando, quiere más, y entonces tenés que ponerte hasta cuatro o cinco veces por día. Al mes, recién la piel está alimentada y ya no te pide tanto, la notás hidratada y luminosa.
Los ayurvédicos dicen que la piel es la lengua más grande que tiene nuestro cuerpo.
–Pasa como con los alimentos…
–Funciona así, si consumís alimentos orgánicos, ¿por qué le darías otra cosa a tu piel? La tendencia de lo orgánico empieza con la alimentación, luego cuando te alimentas bien entendés que la piel también se nutre, y si no querés comer herbicidas tampoco los querés poner en tu piel. Los ayurvédicos dicen que la piel es la lengua más grande que tiene nuestro cuerpo, si hay algo que no podemos poner en la boca no podemos ponerlo en la piel. Por eso, los productos nuestros productos Anamé Vio llevan la leyenda skin food, para sostener el concepto de que son nutritivos para la piel. Todos nuestros productos están hechos a partir de un norma que aplica para la comida.
–¿Cuál?
–Desde 2010 certificamos con continuidad por la norma orgánica de los Estados Unidos, que se llama NOP. No tienen una ley de cosmética, sino que sostienen o determinan "si podes usar la ley orgánica de alimentos para hacer una crema; entonces, te dan el sello".
–¿A dónde llegan tus productos?
–A todo el mundo. La marca está registrada en 42 países, en toda la comunidad europea, en China y en los Estados Unidos.
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–¿Cómo es la demanda de lo orgánico afuera?
–En los últimos 25 años, el segmento orgánico creció entre un 15 y un 20% anual en todo el mundo pero no por cuestiones económicas sino por decisión del consumidor.
–¿Y en la Argentina?
–La marca es más conocida y repercute más afuera del país que adentro, porque en realidad la marca surgió de un análisis de la gran demanda de cosmética orgánica que había en el exterior. Nos pasan cosas locas como que nos escriben desde las provincias y preguntan si mandamos a la Argentina... En esta materia, la Argentina es un país muy bien visto afuera.
–¿Por qué?
–Porque tenemos gran cantidad de tierras cultivadas orgánicas certificadas, pero el 99% de lo que se produce en estas tierras se exporta.
–¿Porque a los argentinos no les interesa lo orgánico o porque no pueden acceder?
–Sí, a los argentinos les interesa cada vez más. Cuando empecé con esto hace 15 años, hablaba de lo orgánico y nadie o muy pocos sabían de qué se trataba. Hoy hay ferias, tiendas, y mucha gente está más interiorizada, empieza a mirar los rótulos, a buscar productos menos tóxicos. En 2010 recibíamos una consulta por mes y ahora son diarias. Por eso decidimos hacer este laboratorio de fraccionamiento de materias primas orgánicas porque hay gente que no puede desarrollar una cosmética totalmente orgánica pero sí puede mejorar el producto que hace, usando ingredientes orgánicos.
–¿Qué se hace en el laboratorio?
–Compramos todas las materias primas orgánicas de origen argentino que están disponibles, certificadas con trazabilidad en el país, pero lo que no tenemos en la Argentina lo importamos, como la manteca de karité que viene de Costa de Marfil que no existe acá por un factor climático o el aceite de argán que viene de Marruecos. Pero los proveedores nos exigían comprar grandes cantidades, y las cremas no llevan una cantidad significativa de estos componentes porque son envases pequeños, de 60 ml. Por eso decidimos establecer este laboratorio de certificación orgánica para poder fraccionar y comercializar estas materias primas que traemos de afuera.
–¿Para quién?
–La idea es vender al que produce producto terminado, la materia prima con la trazabilidad orgánica. Este es el primer laboratorio de fraccionamiento de materias primas orgánicas, de la Argentina, la idea es también llegar a los cosmiatras. Porque a ellos o ellas acuden muchas mujeres que buscan embellecerse, y comprobamos que los equipos que usan como radiofrecuencia u oxigenación funcionan muy bien con materias primas orgánicas que potencian sus efectos. Es decir, ellas van a aplicar con estas tecnologías materias primas que la piel puede comer. La máquina es la misma, solo cambia el ingrediente. Queremos motivar a los dermatólogos, cosmetólogos, a que también utilicen materias primas orgánicas para promover el no uso de productos tóxicos para su piel. Ofrecemos las materias primas y un protocolo de uso, ya que se sabe que los cosmiatras trabajan creativamente y alternan productos y personalizan tratamientos.
–¿Qué tenemos que ver en un envase para saber si tiene un componente tóxico?
–Siempre hay que leer los rótulos, si hay dudas, se puede consultar en la página https://www.ewg.org/, cargás los ingredientes de cualquier producto e indica su toxicidad. A veces, en la etiqueta de un producto figura que no tiene parabenos pero cuando se analiza la fórmula se advierten ingredientes que son similares, que terminan siendo lo mismo. Hay que analizar más lo que se consume e investigar para saber qué comemos y usamos, porque somos el resultado de lo que consumimos.