Jorge Castañón: “Una joya muestra cómo somos”
Mentor de la joyería contemporánea argentina, su taller es un semillero de talentos. Sus obras se exponen en museos del exterior y, desde el miércoles último, también en Premio MAD, en el Museo de Arte Decorativo
Dice que busca llamar a los sentidos y lo hace desde hace 27 años al crear piezas de joyería, investigar técnicas y materiales y enseñar en su taller del barrio de Caballito. Jorge Castañón es el principal maestro de joyería contemporánea de la Argentina. Por su escuela pasaron gran parte de los joyeros que hoy ponen en valor este oficio. La Nave es un espacio de referencia, prolijamente cuidado, con cientos de herramientas y los suficientes bancos de joyero para que sus clases puedan ser personalizadas, y su banco, “es mi pequeño lugar en el mundo”, señala. Sus piezas forman parte de la exposición permanente de museos de Washington, Seúl y Munich; además, hoy sus obras representan a la Argentina en 23, la Exposición de Joyería Contemporánea de Iberoamérica, en Lisboa, y hasta el 3 de septiembre en Premio Moda, Arte y Diseño (MAD) 2017, en el Museo de Arte Decorativo, en Recoleta.
–¿Tus joyas huelen? ¡Tienen condimentos!
–Sí, son joyas con perfume. Este collar La vida toda entera es una construcción hecha con hilo de lino que une maderas de eucalipto, palo santo, toronja, ébano y nazareno, y tiene cúrcuma que genera aroma. Fue pensada Otra con perfume es Viva, una pieza cerrada con unos orificios y adentro puse cardamomo.
–Repetís la forma de lápiz.
–Trabajo esa forma porque el lápiz es una herramienta potente. Una joya que además de tener una impresión visual, un contenido poético y un perfume, busca complicidad con los sentidos. Todo lo que le pueda enriquecer y llamar a los sentidos es bueno. Y con una reflexión sobre lo que se hace, cómo y por qué, es un buen pack para comunicarse.
–¿Hoy la madera es tu mejor medio de comunicación?
–Es un material que hoy veo casi exclusivamente y con predilección en objetos desechados. Tiene una calidez indiscutible; cuando uno tiene una madera en las manos, siente. Cada vez que trato de utilizar otro material, siempre vuelvo a maderas buscadas, recuperadas. Estoy alerta a ver qué se me cruza, algunas son sobras de luthiers o regalos.
–De biólogo pasaste a ser joyero.
–Siempre tuve afinidad con el arte y decidí primero formalizarlo a través de la ciencia. Mientras estudiaba me vinculé al arte de manera informal, y aprendí de un joyero amigo de la familia, Enrique Schindler, que me despertó el gusto por pequeños objetos portables; hice talleres con orfebres y joyeros independientes; estudié cincelado con Gustavo Iglesias, y después con Edgard Michaelsen; modelado en cera con Antonio Pujía, escultura con Juan Passenheim... y finalmente me dediqué a la joyería.
–¿Por qué tutelar un trabajo (para Premios MAD) que tiene que ver con la reparación?
–Si hay algo que aprender en este mundo es a reparar, nos haría mucho bien no descartar, no dejar las cosas como están; nacemos con mucho por reparar, y viviendo tenemos cicatrices y heridas que revelan nuestra historia y merecen ser sanadas. El kintsugi (técnica japonesa de reparación de piezas) que eligió Agustina Cebey, mi tutorada en Premios MAD, es enriquecedora, pone en valor la vida y de eso se trata nuestro trabajo.
–Es la belleza de lo imperfecto.
–Así lo plantea la estética del wabi-sabi. Es la belleza de lo que no brilla, que les da el tiempo a las cosas, incluyéndonos; es bueno lo que marca vivir. Y advertirlo mediante una joya marca la diferencia.
–¿Cuál?
–La propuesta contemporánea, interpela. A veces una pieza no es fácil de portar, pero gana el cuerpo, tiene una comunicación directa con él.
–¿Una joya es para ser usada?
–La joyería contemporánea se da el lujo de generar piezas que a veces se utilizan poco pero comunican mucho, por el vínculo que se establece con el cuerpo.
–¿El material marca la diferencia?
–No. La diferencia está entre con qué está hecha y qué se quiere decir. La joyería clásica siempre se centró en de qué está hecha una pieza, connota estatus o poderío. La joyería contemporánea habilitó materiales que no tienen un valor intrínseco, menos para el mercado, pero permitieron comunicar una idea. Hasta entonces eso se registraba en la pintura o escultura. La joyería contemporánea salió a competir al tratar de hacer arte para el cuerpo. El material no es lo relevante sino el valor de expresar con él.
–¿La joyería contemporánea está relacionada con elementos no convencionales?
–Hay de todo; algunos joyeros contemporáneos trabajan con los materiales clásicos de la joyería. Hay tantas materialidades como personas las busquen. Cuestión de que cada uno encuentre la suya y hable de lo que siente. Si uno hace y dice lo que siente, puede que sea feliz.
–Una corriente que no es nueva.
–Se registra desde 1940 en Europa y Estados Unidos. La muestra de joyería más importante del mundo, Schmuck, se realiza en Alemania desde hace 54 años. Recién en 2008, la cordobesa Cecilia Richard fue seleccionada, y desde entonces cada vez son más los que representan la joyería contemporánea argentina.
–Tu escuela es un semillero.
–Más de 13 alumnos participaron en Schmuck. Gabriela Horvat, Cecilia Hecker, Sabina Tiemroth y Sol Flores, entre otros. Me alegra y enorgullece haber podido incentivar en ellos la creatividad.
–¿Qué ofrece en La Nave?
–En más de 25 años, perdí la cuenta de la cantidad de alumnos que entró a La Nave. Otra vez sería injusto al mencionar a unos pocos como Cecilia Richard, Fabiana Gadano, Leda Daverio, Francisca Kweitel, Guigui Kohon, Gabriela Horvat, Jimena Ríos y sí, muchos más. De La Nave participan los que tienen ganas de comunicarse a través de una pieza, que quieren encontrar los mecanismos para que su discurso tome forma de joya. Una joya no se hace por una demanda del mercado sino que puede ser lo que una persona necesite transmitir. Es un objeto que expresa cómo somos o estamos.
–¿Qué se destaca de tu trabajo para estar en un museo?
–Es difícil referirme a mi obra. Le doy valor a contar una historia con lo descartado. A repensar y dar esa segunda oportunidad y entrar en relación con el cuerpo. Me gusta que una joya invite a la reflexión. Como las piezas que están en Pinakothek der Moderne Museum de Munich, Sangre, esa que nos da la energía vital, esa fuerza que hay que darle a lo que hacemos; Perfume, porque lo que les pongo a algunas piezas representa esa esencia que nos diferencia, y Vacío, se refiere a lo que nos falta, a la idea de completarnos con el otro.
–Lo tuyo está en colecciones permanentes.
–Sí, además de ser el único latinoamericano presente en la colección llamada Danner- Rotunde, en el museo de arte moderno de Munich, tengo piezas en forma permanente en Jewelers’ Werk Galerie y en Gallery O, en Washington D.C.; también hay algunas obras que se exhiben en Seúl.
–¿Joyería en museos locales?
–No todavía, sí en sus tiendas. El museo Hernández se animó a incluirla en muestras itinerantes. La iniciativa de Premio MAD 2017 del Museo de Arte Decorativo es auspiciosa. Pero la joyería contemporánea aún tiene que abrirse camino.
–¿Para estudiar en La Nave hay que saber de joyería?
–Con o sin formación joyera, todos tienen algo para decir. Y tal vez vienen para ver si dándole forma de joya solucionan desde lo material algo de lo que les pasa. Por eso, si uno sabe algo de uno mismo alcanza y sobra. Materializar algo parecido a una joya puede ser fácil, pero darle ese soplo hace que sea única. Lo bueno es que cada uno encuentre su manera de decir, en eso consiste la realización. Y si La Nave sirve para eso, yo feliz.
Qué sigue
- En estos días exhibe piezas en 23, la Exposición de Joyería Contemporánea de Iberoamérica.
- En breve irá a Santiago de Chile invitado por la Asociación de Joyería Contemporánea de ese país, para asesorar proyectos que asegura derivarán en conectar y fortalecer la joyería contemporánea latinoamericana.
- Ahora trabaja sobre exvotos. “Es una propuesta especial de los agradecidos, que se ve en iglesias o santuarios del interior o en los balangandan (montón de colgantes) típicos de Brasil”. Se verán en el Museo de Arte Popular José Hernández, en agosto.
- Y, como si fuera poco, a fin de año estará con su trabajo en Zurich.