"Mamarrachos". La nota a Bogani que enfureció a sus colegas del mundo de la moda
Tanta magia y tanto mundo no podían terminar de otra manera. Gino Bogani nació en la ciudad del bello aroma, Trípoli (capital de Libia), conocida por sus plantaciones de naranjos y el mar Mediterráneo que baña las costas con sal y más perfume. Allí, el pequeño Gino estuvo solo un mes. Su padre italiano, Francesco, debió instalarse en Florencia junto con su mujer, la sofisticada Alma, gran protagonista de esta historia.
Fueron años felices, en los que se empapó de arte sin darse cuenta; o sí. No hay edad para la fascinación frente a la Piazza del Duomo, el río Arno y su Ponte Vecchio, la Piazza della Signoria, donde jugaba a diario. La cúpula de Brunelleschi era su perspectiva habitual, al igual que cada rincón renacentista que él transitaba con naturalidad.
De todas formas, había algo en él. Su memoria visual, una pasión innata hacia todo lo bello siempre hizo de Bogani un muchacho diferente. Por eso cuando llegaron a América no fue difícil el camino para transformarse en personaje.
Instalados en Mar del Plata, tuvieron una boutique familiar que comandaba su madre. Él, poco a poco, fue colando audacia en la doctrina estricta pro perfección que ejercía su musa. Porque Alma, la madraza bella que le enseñó todo, siempre fue su inspiración y modelo, la elegida para las largas horas de pruebas. La mujer que le explicó que "un vestido luce cuando quien lo lleva está cómoda en él".
Alguna vez pensó en ser arquitecto, o actor. La simpatía y esos ojos cobalto claro sobre la piel dorada hubieran trascendido fronteras. Pero eligió la moda y terminó en Buenos Aires, primero en una boutique frente a su primer departamento porteño. Luego, el íconico que brillaba en la entrada del hotel Alvear, ya con su nombre.
A mediados de los años setenta se instaló en donde hoy nos recibe. Es el emblemático petit hotel de la calle Rodriguez Peña. Atelier, casa y bastante más. Es el real universo Bogani, donde conviven esculturas de mármol con orquídeas y reliquias alucinantes, como una Virgen tamaño iglesia que un día, en medio de una mudanza, eligió sola su lugar. Un cielo forrado en tela, espejos, colecciones de tortugas y sapos. Imposible describir su imperio, pero sí su presente: Gino llega fresco y juvenil, amigo de sus 78 recién cumplidos y con muchas ganas de hablar.
En plena cuarentena, cuando contabas que no ibas ni a la esquina, que estabas financieramente parado, entregado al desorden horario y sin personal, apareció Juana Viale transformando todo. Hoy el país habla de ella, y de vos.
Mirá, yo estaba recién llegado de Nueva York cuando empezó todo esto. Estando allá comencé a a preocuparme, precisamente el día que no di con un barbijo en ninguna farmacia, ni siquiera en el Walgreens. Llegué a Buenos Aires, hice una boda. El lunes siguiente tenía la última prueba de otra novia y la madre me dijo que lo iban a tener que suspender. Así empezó todo este horror. Yo en el fondo sabía que la cosa venía para largo. Pero no me volví loco, porque la idea de quedarme en casa no me afectaba para nada. De golpe tuve tiempo para descansar, observar los ambientes y proyectar algunos cambios. Empecé a acomodar fotos y ver muchas películas. Se me pasaba la noche, porque después enganchaba con las noticias europeas. Terminé recurriendo a la melatonina, porque había que cambiar los hábitos. Empezó a no gustarme. Y bueno, una mañana, exactamente un 24 de mayo a la mañana, recibí un mensaje de Marcela Tinayre diciendo que Juanita me había dejado un mensaje que yo no había escuchado porque estaba planchando.
Y te pidió que la vistas.
Me preguntó si podía, si me divertía. Y sí, claro que me gustó la idea. Lo que pasa es que estaba sin personal, excepto Isabel, que es mi cocinera y asistente de toda la vida. La tuve acá embarazada, y el otro día su hija Rocío (el nombre lo elegí yo) resulta que cumplió treinta y pico de años. ¡Qué shock! Acá el que no corre vuela con la cantidad de tiempo trabajando a mi lado. Son fieles. Y será así porque yo también soy un tipo fiel.
¿Qué tiene Juana que hipnotiza con tus vestidos?
Hubo entre nosotros una química impresionante. Y si bien la conozco de toda la vida por su madre y abuela, hacía tiempo que no la veía. Ella, además, no vivió mi época, jamás fue a un desfile porque estaba en otra sintonía. Y lo que pasó fue increíble, porque enganchamos a lo loco. Le saqué todo eso que le hacían de princesa y busqué el verdadero glam, esa impronta fashion moderna que le va tan bien. Además, incluyo remakes de mi época. La vez pasada adoró un vestido que yo había guardado para mi colección privada, uno que había usado Andrea Frigerio hace 35 años. Lo adapté un poco, ya que ella tiene una cadera de 86, muy chiquita. Y fue una bomba. Al igual que el de rafia con el cuello redondo, ícono de hace décadas, que desfilaron Mariana Arias, Ethel Brero y Ginette Reynal. Como me quedaba material, le hice el mismo a su medida.
Estás feliz, saliste a la calle y encima se divierten.
Mucho. Ya no tengo fines de semana porque debo ir al canal.
¿Te comunicás con Mirtha? ¿Qué te dice?
No está hablando por teléfono. Lo hace todo por WhatsApp. Por supuesto que me pone qué divina, parece de Vogue; qué chic; qué genial es mi nieta. Además, le encanta, porque yo sugiero la música que va con los vestidos, incluso busco algunas que usé en mis desfiles. A Chiquita todo eso le encanta.
¿Nació un nuevo Gino?
No. Yo soy siempre el mismo, lo que pasa es que no se veían cosas Bogani en televisión. Mucha gente me dice que se prepara para no perderse el comienzo del programa, ya que quieren disfrutar cada detalle del look. Por eso cuando algunos me dicen ahora dejá, yo creo fervientemente que no.
Acabás de recuperar tu primer vestido de novia. ¿Cómo fue reencontrarte con él después de más de cincuenta años?
Una emoción indescriptible que aún no se me va, porque esto sucedió ahora. Muchas veces pensé en ese vestido y no tenía idea dónde estaba. Decidí rastrearlo y di con él. Le decía el otro día a quien fue la novia: ¿cómo te atreviste a que te lo hiciera? Y ella confesó que cuando me vio en la boutique le inspiré confianza, y que además había visto cosas totalmente diferentes a lo que se estilaba. Por lo tanto, no lo dudó. La boda fue el 22 de marzo de 1969. Una vida.
Cuando ves el traje, ¿qué te sorprende?
Lo adelantado que estaba. Por supuesto que es un vestido que realicé íntegramente a mano. Un guipure suizo (especie de encaje de lino o seda, de mallas anchas) con motas sostenidas por delicados hilos. Hice como una red de esferas, con toda una guarda abajo, en las mangas y en la terminación de la cola. Sobre el relleno de cada lunar apliqué un cristal. Creo que habré estado un mes y medio trabajando, día y noche. Mi curiosidad después de 52 años era comprobar si lo había cosido técnicamente bien. Y estoy muy orgulloso. También, de haber puesto la guarda pampa tan actual ahora. Hice ese vestido sin haber tomado ningún curso de corte ni seguido ninguna carrera.
¿Qué significa Graciela Borges en tu vida? Amiga, musa, confidente. Una vida juntos.
Con ella tenemos una hermandad, una amistad entrañable. En esa época la gente se vestía más y ella era algo único. Le hice cosas increíbles. Recuerdo para un cumpleaños importantísimo, en un palacio, que usó una pollera de terciopelo negro que tendría diez metros de vuelo, cortada en gajos. Arriba, una blusa chantilly de encaje negro con puños de tafeta. Le hice tantos... Toda una vida juntos. Ella, con su charme, esa cintura, tan buen talle y los hombros fabulosos. Ahora está instalada en Pilar, así que solo podemos hablar por teléfono.
¿Y Susana? ¿Cuál es la postal de ella enfundada en un Bogani que jamás olvidarás?
Uy, le hice para muchas películas. Pero recuerdo un vestido negro que se lo estrenó para un cóctel en mi antigua casa de Charcas y Libertad. Era de encaje negro. No muy abierto, bien al cuerpo, un poco alto, sin forro excepto en algunas zonas estratégicas. Fue algo despampanante, sobre todo porque llegó de la mano de Carlos Monzón. Las mujeres, enloquecidas y a los codazos, querían tocarlo para ver si era real. Impresionante lo que generaban juntos. Ella era de un deslumbre atípico. Todavía no se había tocado la nariz, que para mí ese fue un error. Él llegó vestido con un traje de alpaca negro. Impecable. No voy a dar nombres, pero eran mujeres muy conocidas socialmente quienes transpiraban por él. Yo creo que Carlos fue el gran amor de Susana. Sin dudas. Era muy buen tipo, pero primario.
Ranas bordadas, ranas de cristal, bronce, porcelana y hasta animadas. ¿Cómo comenzaste esta colección? ¿Qué te pasa con ellas?
Esta es la primera de la colección [la acerca: rana color esmeralda tridimensional, completamente bordada a mano con lentejuelas e hilos verdes brillantes]. Está intacta a pesar de ser manoseada por chicos que a veces vienen con sus madres y yo me quiero matar. Porque esta es la que comenzó la colección, la rana reina.
¿Cómo fue?
Yo hice un desfile en el que incluí un tailleur pantalón de un satin grueso color orquídea. Era muy elegante, pero lo miraba, tan impecable, y sentía que le faltaba algo para el impacto en pasarela. Así que pensé que tendría que poner algo más. Se me ocurrió una rana, así que se la pedí a la bordadora. Primero me dijo que estaba loco, por los tiempos y por el trabajo que significaba eso. Pero terminó cumpliendo. Cuando me la dio me pidió que nunca más le hiciera bordar un bicho así porque era un estrés de locos. Finalmente, la rana salió a pasarela, regia sobre el equipo, y luego terminó acá guardada como mascota. Un día vino una clienta austríaca que tenía un baile en París y quería el traje. Lo probamos, todo perfecto..., pero también pidió la rana. Le dije que era un chiste para el desfile, que no estaba en venta. Pero se encaprichó al punto de no quererlo sin ella. Finalmente convencí a la bordadora, tuvimos la rana dos y ella impactó como ninguna con la suya, que se la cobré más que el traje. Volvió alucinada ante el éxito de la propuesta y la rana nueva terminó de adorno en la sala de prueba.
Y a partir de ahí se reprodujeron...
Sí, cada clienta fue trayendo la suya. Ahí está el resultado. Esta de plata, por ejemplo, me la regaló Nelly Arrieta de Blaquier.
Has dicho que nunca tuviste mucha relación con el poder. ¿A cuántas primeras damas vestiste?
La única fue Zulema Yoma.
Cristina te invitó al festejo del Bicentenario. ¿Hubo un flirteo ahí? ¿Quería que la vistieras?
Yo la conocí antes, en Nueva York. Había ido una comitiva de empresarios e hicieron un cóctel en el consulado, al que también asistió Paloma Herrera. Recuerdo que habló muy bien. Porque la realidad es que cuando la escuchás le creés todo. Recuerdo que no llevaba un maquillaje muy cargado y tenía puesto un traje bordó sentador. Al rato nos invitaron a Paloma y a mí para saludarla más íntimamente en un escritorio. Ahí me dijo: "Una amiga mía piensa que yo lo debo ir a ver a usted". A lo que le contesté: "No, señora. Si es por una amiga, no. Usted tiene que venir si realmente tiene ganas de venir a verme".
Encuentro y despedida, imagino.
No, en la fiesta del Bicentenario me llevó a saludar a su mesa. Estaban Néstor Kirchner y Hugo Chávez. Yo no sé si le dije hola capitán, o algo así. La verdad es que me imaginaba un enano, pero resultó un señor con mucha presencia y encima simpático. Cuántas anécdotas desopilantes. Tendría que escribir un libro.
¿Y Macri, Juliana?
También estaban en la fiesta, claro. A Juliana le hice el traje cuando fue a Tucumán por el Bicentenario. Aquel famoso vestido celeste con tapado al tono, muy pero muy ponderado. Eso fue lo único que le hice en esa etapa, aunque la súper conozco, imaginate, si le hice el vestido de novia para su primer casamiento. De encaje, maravilloso.
¿La vestirías a la actual primera dama?
Pero por supuesto. Me llamaron de parte de ella el 15 o 16 de enero de este año. La idea era que viniera al atelier, pero yo justo me iba a Nueva York. Le dije que lo sentía muchísimo y que nos veíamos en marzo, a mi regreso. Bueno, luego pasó lo que pasó y en abril me llamó un señor muy amable, tal vez su asistente. Y tuve que decirle la verdad, que tenía el taller cerrado. Una mala suerte total. Porque la verdad es que me interesa. Son desafíos. Uno no puede ser tan dinosaurio de buscar vestir siempre a la misma gente. Yo a ella no la conozco, una sola vez vi una foto y si me la cruzo en la calle no sé quién es. Pero me hubiese encantado vestirla.
¿Es cierto que cuando Liza Minnelli vino a la Argentina tuvo un accidente con su ropa y tuviste que salvarla vos?
Sí, hace muchísimos años fue eso. Ella paraba en el hotel Alvear, mucho antes de las refacciones. Y bueno, se le inundó el placard de la habitación. Los trajes del show, que eran de lentejuelas, se salvaron. Pero los de salir, no. Por lo tanto, le hice algunas cosas. Recuerdo un conjunto de chaqueta y pantalón azul marino que le gustó mucho.
Y Sophia Loren te pidió un tapado.
Vestí a muchas artistas internacionales. A la actriz italiana Elsa Martinelli, a la monísima soprano Anna Moffo, a la actriz y directora sueca Bibi Andersen. A la Loren la vi varias veces y siempre fue muy cariñosa. Incluso conservo una linda carta. Pero sí, vino al país creyendo que haría calor, pero cambió el clima. Y no había traído abrigos. Habrá comprado algo, supongo. Pero quería que yo le hiciera un tapado. Finalmente, no se pudo porque la llevaban de acá para allá y no hubo tiempo para las pruebas.
Los diseñadores jóvenes (y los no tanto) te admiran, pero jamás recibieron una ponderación tuya. ¿No hay uno que valores?
No entiendo qué sería valorar. Solo me molesto cuando me preguntan por un sucesor. ¿Y qué quieren que diga? Me alegra haber sido estímulo e inspiración. Pero hacer solo vestidos bordados es una cosa. Hacer tendencia es otra. Y de ahí a crear moda hay un largo camino. A mis desfiles vinieron todos y, sin excepción, han sacado ideas. Y se los digo en la cara.
A ver... Vayamos de a uno.
No sé. Podría empezar con Pablo Ramírez. Creo que, a pesar de no usar materiales maravillosos, es muy prolijo y hace los cincuenta muy bien. Sin intención de ofender, creo que no se puede hacer toda la vida lo mismo. Ni la inmigrante ni el monacal con la camisa blanca. Pero tendrá su clientela, es otro tipo de diseñador. Yo lo valoraría más si sus looks, aunque repetidos, fueran inventados por él. Reproducir una época no es crear. Vos podés inspirarte, como hizo Saint Laurent, pero después lo mostrás a tu manera. Igual lo respeto, porque es muy educado.
¿Benito Fernández?
Pero honestamente... ¿Benito? Igual rescato algo: como hace tiempo insiste en juntar todas esas cosas de colores, mezclas y qué se yo, podría decir que hasta encontró un estilo. Pero no es un diseñador. Como tampoco lo son otros. Que me perdonen, pero pienso así.
¿Gabriel Lage?
Hace un tiempo fui al Hotel Alvear a un desfile de varios diseñadores. Lo hice como espectador, por un compromiso, sentado junto a Fortuna Sutton. Participaban él, Evangelina Bomparola, Amelia Saban con Menage a Trois y algunos más. La verdad, quedé bastante perplejo. Nada lindo ni bien hecho. Cerró el desfile Lage. Aparecieron los vestidos. Todos más o menos lo mismo. Y veo uno con un solo hombro que llevaba el cierre mal colocado. Javier Saiach creo que no estaba en esa ocasión. Pero lo mismo. Hace todo con esos bordados de las servilletas. Aunque tuvo la buena idea de pasarlos a la tafeta. Hay buena mano de obra en Paraguay, pero no se puede pasar la vida haciendo eso.
Te van a odiar, Gino.
A ver si somos claros. Hace décadas, cuando a mí la prensa empezó a darme bola e iba a los programas de televisión, yo no tenía que competir con mamarrachos sino con señoras casas como Greta, Carola, Bernarda, Jacques Dorian. Eran referentes de moda de calidad extrema. Algunas más creativas que otras, pero eran de súper alta costura. Ellos reproducían con los patrones que compraban en París y las clientas, además, lo sabían. Eran casas de mucha calidad y tuve que remarla. Pero yo la tenía a Fifa De Iriondo de Atucha y Amalita como clientas; mujeres que tenían otro vuelo y se animaban.
¿Cómo fue vestirla a Amalita?
Fantástico. Una de las mujeres más seductoras de la Argentina.
¿Qué opinás de los programas de moda que hay en televisión?
No los consumo. A veces me llaman para que opine. Y la verdad, de mil amores debo decir que no. ¿Qué voy a opinar de una Yanina Pichulita López que llega con minishort? No es serio. No me parece y no es para mí.
¿Tuviste muchos amores?
Uy... el libro de los amores. ¿Tenemos para otro rato largo? ¿Más café? La verdad es que fui muy amado. Y yo también amé. En la vida de todo creativo el amor tiene mucho que ver porque mueve fibras, te hace hacer cosas.
También el desamor...
Las dos cosas. Si sos temperamental, todo te enriquece. En mi vida he tenido varios estilos de relaciones, pero aprendí a preservarme. No soy un frío, al contrario. Pero los años te enseñan.
¿Detectaste gente que intentó acercarse para pertenecer?
Muchísima. Y de la mayoría me he percatado después.
¿Pensaste en tener hijos?
Estuve a punto, pero después no se dio. También me pasó que quisieron adosarme un hijo que no era mío. Ha pasado de todo en mi vida. Me hubiese encantado ser padre. Pero también soy un ser sensual y libre. Me conformo con haber tenido una vida plena y relaciones estupendas. Y eso no es suerte. Porque hasta para el amor físico tenés que ser creativo.
- Producción: Lucía Uriburu