Futuro de la moda. El itinerario hacia lo sustentable
Abundan los adjetivos para definir el movimiento cultural que propone para todas las áreas del diseño, incluida por cierto la moda, nuevos modos de producción y de comercialización, según un proyecto de inserción en la realidad social y en el medio ambiente que se presenta como no invasivo, es decir, en armonía con los ciclos de vida naturales de nuestra casa, la Tierra.
Hay quien habla de moda consciente, ya que se trata de actuar con pleno conocimiento de las condiciones y consecuencias de cada paso, cada etapa del camino que va desde la semilla en tierra sana y de la crianza y tratamiento sin crueldad de donde derivarán las materias primas hasta los percheros concretos o virtuales donde serán negociadas en términos de transparencia y honestidad las prendas producidas –de todos los talles o de talle universal y sin desperdicio de los materiales empleados– cuyo uso, cuidado y transmisión habrán de ser respetados acorde a los mismos principios, por el público comprador. De allí que se hable también de moda responsable. O de moda ética, cuando se subraya que es condición indispensable que todas las personas implicadas trabajen en condiciones de equidad y dignidad.
Personalmente me tienta la noción de moda integral, sugerida en una charla por Flor Dacal, la diseñadora, ya que evoca todo lo que se crea a partir de elementos básicos, a la mayor proximidad posible del origen natural, sin elaboraciones ni agregados químicos, con los tintes de la tierra y de la flora, y se enlaza a la vez con la creación integrada a su contexto inmediato, en relación de cercanía con un público simpatizante y cómplice a quienes se provee de lo que estrictamente necesitan, sin intermediaciones, y de lo que verdaderamente desean, sin imposiciones estéticas normativas.
La denominación corriente es, por supuesto, moda sustentable –aunque España prefiere el sinónimo ‘sostenible’, sospecho que por imitación fonética del sustainable inglés, la lengua hegemónica de la Europa modadicta.
Cualquiera sea la denominación empleada, los principios del asunto quedan claros. Un tanto menos clara puede aparecer, a primera vista, la cuestión de la identidad sustentable, a medida que el concepto, en progresión lenta pero firme, es adoptado y adaptado por un número creciente de emprendimientos individuales o, con frecuencia, cooperativos. En el estado actual de nuestra llamada civilización la moda limpia de toda impureza es un bellísimo proyecto en fase inicial. Las condiciones objetivas que garantizarían un estado de sustentabilidad óptimo, sin mácula, no están dadas en un mundo regido en su mayor parte por valores y realidades opuestos. Valga un ejemplo: a menos de desarrollar el proyecto con materias, producción y consumo enteramente locales resulta inevitable recurrir para la distribución y venta a medios de transporte que por sus emisiones suman al recalentamiento global.
Existen, en los países ricos, algunas compañías ya por cierto avanzadas en el ejercicio de una industria de la moda limpia. En Argentina es un paso a paso, un itinerario de paciencias, para el que conviene recordar aquello de Antonio Machado: "Se hace camino al andar".
El proyecto debe ser grupal, colectivo, inclusivo, comprensivo, heterogéneo por definición. Basta iniciar el trayecto para ser parte de él. Un gran encuentro de las iniciativas sustentables se me ocurre como la mejor celebración para nuestro después de la pandemia.