Eterna Coco. Se crio en un convento, cantó en un cabaret y escondía decepciones amorosas: la vida de la mujer más famosa de la moda
Gabrielle Chanel creó un imperio y forjó su estilo con prendas que usaban los hombres, sus amantes, sus amigos; el año próximo tendrá una exposición homenaje en Londres
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Todos saben quién fue Chanel, ya sea pronunciando su apellido correctamente o dejando que la C y la H golpeen fuerte. Y aunque exactamente no sepan dónde empieza y dónde termina, todas saben que existe el largo Chanel.
La ilustración de Jean Cocteau de junio de 1937 muestra a la incomparable Mademoiselle vestida con una robe de soir (vestido de noche) y refleja la típica silueta de la mujer francesa, flaca, estilizada y con ese je ne sais quoi ‘no se que’. Coco Chanel fue la primera mujer que hizo de su propia presencia un estilo y sobresalió por esa palabra sin traducción específica que los franceses llaman allure. En su propia imperfección estaba su gracia; en su fealdad fuera del establishment de la época, su belleza y, en su pasión, su legado. Fue una imperialista cuya marca concibió ropa, accesorios y perfumes en una época de cambios y marchas y contramarchas de las mujeres. El imperio de las dos C no se fundó en 1910 en la Rue Cambon, estableció sus bases a medida de que la pequeña Gabrielle iba creciendo, en cada idea, en cada relación, en cada hecho que marcó su vida.
Chanel vivió como quiso y marcó su independencia en una época donde las mujeres ni siquiera votaban. Su ejemplo de liberación es efectivo y a la vez poético, es estimulante y a la vez visual. Trajo dignidad a su concepción del estilo en su propia vida. ¿Quién se escondía debajo de esas hermosas prendas que diseñaba? Detrás de su imagen fuerte, emprendedora, avasallante y encantadora, más allá de un concepto se escondían ocultas decepciones amorosas y dolores profundos.
A los 11, la muerte de su madre Jeanne Devolle provocó que su padre, el vendedor ambulante Albert Chanel, un irresponsable, maltratador y mujeriego, la abandonara en un convento junto a sus hermanas Julia y Antoinette para nunca más aparecer. En el dolor de ese abandono la niña empezó a abrir los ojos y aprender el arte de la costura, los bordados y la pasión por el trabajo.
De esa época llegó la inspiración para que Virginie Viard, la actual comandante de la nave Chanel, la primera mujer a cargo después de su fundadora, creara su presentación de alta costura verano 2020 inspirada en la infancia de la pequeña Gabrielle en la Abadía de Aubazine. En ese entonces, el Grand Palais se convirtió en el jardín de aquel claustro con una fuente con agua y pastos altos por donde las modelos desfilaron una colección dominada por los austeros blanco y negro y rica en materiales donde los clásicos cuellos blancos, las faldas largas y los vestidos camiseros parecían los hábitos de las monjas en versión couture. Aquellos hábitos de aquellas implacables y estrictas monjas que Chanel llamaba tías.
Cuando cumplió 18, y ya fuera del internado, alternaba dos trabajos. Era empleada en una tienda de ropa interior y de noche cantaba en La Rotonde, un cabaret en la comuna francesa de Moulins. Allí la conoció Étienne Balsan, que la bautizó con cuatro letras nada elegantes y poco discretas creando a Coco, el apodo más famoso de la industria de la moda. ¿Por qué Coco? Porque ¿Quién ha visto a Coco en el Trocadéro? era una de las dos canciones que cantaba. La rescató de aquel tugurio nocturno y la llevó a vivir a su castillo de Royallieu para educarla con protocolos y estilo y convertirla en su amante. De él tomó prestados sus pantalones, sus jodhpurs de equitación, sus sacos de tweed y sus camisas blancas. Y también sus amigos millonarios. De allí se fue con el inglés Arthur Boy Capel, su único amor hasta que una noche de lluvia y una curva peligrosa truncaron su vida y el futuro amoroso de la diseñadora, que se abrazó con fuerzas a ese collar de perlas que había recibido como regalo de amor.
El Museo Victoria & Albert, en Londres, está preparando una exposición dedicada al trabajo de la diseñadora de moda pionera. Será a partir de septiembre de 2023, e incluirá más de 180 looks, que serán vistos juntos por primera vez, así como joyas, accesorios, cosméticos y perfumes
Popular y singular
Coco Chanel encantó a la aristocracia y a las masas. Por un lado, su seguridad, su trabajo con la moda y su propio look que, en perfecta concordancia con la propuesta estilística, sedujeron a esa elite de la cual dispuso para cimentar las bases de su casa de moda. Las masas vieron a la verdadera, a Gabrielle, a la niña abandonada que supo reconvertir su vida y consagrarse en una sociedad que muchas veces la miraba de costado. ¿Acaso fue el sueño americano de Francia?
Nunca tuvo nada que perder, al contrario, tuvo el mundo entero para llevárselo por delante. Y así lo hizo. Su estrella fue ser segura de sí misma desde que entendió que afuera del cabaret donde cada noche mal cantaba había una vida y muchas manos amigas esperándola, aun con el viento en contra de las guerras mundiales que lograron opacarla mas no destruirla. Fue una pausa en su vida, como La Pause, su casa de la Riviera francesa que mira al Mediterráneo y construyó junto a su amante, el Duque de Westminster.
Fue contemporánea a sí misma antes que a la época y esa manera de ver y sentir la vida fue el motor para concebir un vestuario que aún hoy es moderno. Genuina y honesta para con ella fue esa energía personal la que llegó en 360 grados. Las mujeres de la época vieron en Chanel ese faro de seguridad que muchas, muchísimas, necesitaban para tener un sentido en aquellos años donde no podían hablar porque los corset no las dejaban respirar. Hablaban cuando las dejaban o respiraban. En el medio (algunas) preferían tomar champagne y pasearse del brazo de un hombre.
Coco decidió ir con los hombres, confundirse con ellos, caminar a la par, seducirlos y lograr sus objetivos a corto y largo plazo. Ellos siempre fueron su motor ya sea por el abandono, el amor, la muerte o el dinero que le proveyeron. Cuando pobre no dudó en amarlos, o hacerles creer que los amaba, y cuando rica los siguió amando y acompañando.
No tenía tiempo para perder y fue esa glotonería la que la llevó a vestirse con lo que tuvo a mano. Cuando le robó los pantalones y el saco a su primer amante y cabalgó a campo traviesa fue para llamar la atención de esa platea desconocida que intuía estaría de su lado. Y cuando al siguiente le robaba sus sacos de tweed era para sentirse abrazada por el amor de un hombre.
Siempre se supo fea, de hecho, sus rasgos fuertes, como de pájaro, pudieron jugarle en contra, pero fue su seguridad y su allure genuinos los que la embellecieron. Su particular manera de andar, de moverse, de vestir, de sonreír, de fumar, de conversar y de sentir constituyeron su lugar en el mundo. Fue consciente de su poder femenino y lo fue consolidando a medida que entendía que la ropa que creaba la ayudaba. Fue su propia prueba y error.
La elegancia femenina
No era fácil ser mujer a principios del 1900. Salvo para Chanel, que vio más allá de lo evidente, de su alrededor y, sin nada que perder, salvo el patrocinio de sus amantes, decidió mostrarse libre desde su interior. Allí forjó el estilo Chanel con prendas que usaban los hombres, sus amantes, sus amigos, sus amores. En su interior quería ser ellos, pero sin dejar de ser esa mujer con un buen sentido de la ambición. Supo construir un vestuario más económico con el cual las capas de las mujeres de la sociedad se podían confundir.
Nunca usó joyas verdaderas salvo el collar de perlas que se convirtió en uno de los símbolos de su estética. Y fueron justamente los símbolos de los que se aprovechó para conquistar un mercado. Consciente de su toque Midas aparecen en su ideología de moda desde el león que la representa como símbolo del zodíaco pasando por las constelaciones y el tarot ya que era una fanática de la astrología. Aunque puedan decir lo contrario su moda fue masiva, ella misma usaba su propia ropa que era parecida a la de la elite del momento. Los dorados de sus joyas y botones bijou eran falsos y representaron, quizás en una segunda lectura, ese brillo falso de una alta sociedad perfecta a la que descubrió mientras entraba por la puerta grande vestida de hombre. No le fue mal. Nada mal. Las mujeres de la época vieron en ella algo más que una costurera que vestía raro, diferente. Vieron lo que ellas querían vestir, sentir y ser, vieron una aliada, una representante. Si bien la moda no es algo de primera necesidad, a veces ayuda más que una terapia psicológica.
Su vida fue un compendio de esos símbolos que supo capitalizar para su bien, para forjarse un presente y construir un pasado que no tuvo. De cada situación sacó provecho, todo y todos le dieron algo y ella supo darle poder. El vestido negro, además de liberación, también habla de duelo, de luto, de pérdidas. Amó y fue amada, y también fue abandonada por decisión propia o porque la muerte le ganó la pulseada. El amor masculino marcó su vida desde pequeña. Y el de sus hermanas, a la deriva emocional: una se suicidó habiendo sido rechazada por el hombre que amaba y la otra bebió hasta morir después de un matrimonio fallido. Los hombres y el amor marcaron a cada una de ellas, hasta a la más fuerte, a la menuda y huesuda Gabrielle que peleó batallas, ganó algunas y perdió otras logrando sobrevivir a fuerza, justamente, del próximo amor. Y también del desamor. Quizás por eso Coco decidió que el vestido negro fuera su caballito de batalla.
La famosa chaqueta de tweed es, en realidad, un cárdigan con costuras inteligentes construido para engalanar y para disfrutar; era un guante que debía participar del cuerpo de quien lo llevase y no encapsularla ni oprimirla. Había que ser prácticas, ágiles y estar cómodas. Las mujeres también debían estar presentes aun cuando solo quedara su aroma. Coco Chanel presentaba sus colecciones el quinto día del quinto mes del año, convirtiendo a mayo en todo un emblema. Así es que Chanel N5, su primera obra maestra olfativa, la que la salvó con sus ventas desmesuradas, redunda en casualidades.
Tiene su nombre porque fue la quinta muestra olfativa que el perfumista ruso Ernest Beaux le presentó de entre 10 opciones. En 1920 nació una poción que según su inventiva ideológica traía buena suerte, olía a mujer y no solamente a rosas o almizcle. Además, fue la primera diseñadora francesa que osó ponerle su propio nombre y posó para su publicidad adelantándose a Yves Saint Laurent cuando en 1971 se retrató por Jean Loup Sieff para ilustrar Pour Homme.
Los zapatos bicolores, esos con el taco mediano y la puntera negra no son un capricho. Esa punta oscura hacía el pie más pequeño mientras que el color nude del cuerpo del zapato alargaba las piernas. Un verdadero trompe l’oeil que refiere a 1957. La moda de Mademoiselle es silenciosa pero estruendosa, es simple pero apabullante. Siempre prefirió que la mujer hablara a partir de lo que llevaba puesto. Cuando diseñó la cartera 2.55, la de matelassé, decidió entrelazarle una tira de cuero a la cadena para evitar el tintineo de metal y llamar la atención. El 2.55 refiere a febrero del 55, fecha en la que fue creado.
Estamos en una época dominada por las tendencias sociales y culturales tanto por las marcas y diseñadores, vienen como anillo al dedo aquellas palabras de Coco: “La moda no es solamente una cuestión de ropa. La moda está en el aire, nace del viento. Uno lo intuye. Está en el cielo y en el camino”. Es momento de volver a la seguridad de aquellas piezas que abrazan, contienen y las llenan de alma y espíritu. Hacer como hacía Mademoiselle, ver, tomar y adaptar lo que hay alrededor en pos de la comodidad. Sorprenderse y dejarse llevar por ese camino de prendas que esperan la visita de un cuerpo que les de vida. La ropa se representa por medio de la persona.
¿Acaso la búsqueda del amor, las relaciones públicas y privadas fueron su talón de Aquiles? Todas ellas tuvieron consecuencias en la vida de la costurera y no siempre fueron color de rosa. Su ojo certero, sus sentimientos digitados y su corazón frío fueron el motor y el combustible que le permitieron seguir. Una vida sentimental intensa que nada tuvo de azarosa, ella sabía de quienes rodearse, con quienes tener una amistad y con quienes tener otro tipo de relaciones. Fue siempre por todo y su temor fue ser abandonada.
Coco Chanel siempre quiso ser amada. Sus coqueteos amorosos le pasaron factura cuando en 1944 fue arrestada por el Comité de Depuración por presunción de Mata Hari durante la guerra y la mano salvadora fue la de su amigo Winston Churchill. Con un exilio en Suiza, tardó 10 años en volver al ruedo y tenía 71. Y París tenía a Christian Dior como nuevo emblema de moda. Con el cigarrillo entre los labios mientras clavaba alfileres una Coco Chanel mayor y madura repuntó su estilo en la que fue siempre su casa en el 31 de la Rue Cambon. Chanel murió en su día que descanso, un domingo, el 10 de enero de 1971.