Esas miradas
Tres hombres parados en un costado de la redacción. Todos mirando hacia la derecha. ¿Qué miran? Hablan sin querer ser escuchados. Se ríen. Uno se toca la barbilla, el otro peina a mano su barba, cruzan y descruzan los brazos. ¿Qué miran? Comentan entre ellos, risitas cómplices y la mirada siempre hacia la derecha. ¿Qué miran? Miro. ¡Ah! La tele. No, no es la tele: no hay fútbol ni prófugos que obliguen a mantenerse en vilo ni anuncios del macrismo. Miro y ahí descubro la razón que gobierna sus miradas. Un short.
Un short que visten unas piernas largas, apenas bronceadas y perfectamente depiladas. La dueña no llega a ese punto de inflexión llamado los 30. Está de pie, con el torso hacia delante, apoyando los codos en un escritorio, de manera tal de quedar a la misma altura de su compañera de trabajo que está sentada. Percibo que no son sólo tres hombres. Una rápida panorámica me permite observar que estoy en lo cierto. Todos los que pasan se llevan un short pegado en la retina.
Ir a trabajar con short, ¿sí o no? Tiro esta pregunta en grupos de whatsApp y en mesas de mujeres. La respuesta, de mínima, genera discusión. Parecería que la edad y la contextura física no son las variables de peso para tener en cuenta. El tipo de trabajo sería uno de los factores que habilitan las piernas al aire. Jamás para áreas serias de un compañía, sí para las creativas. A priori me parece injusto: finanzas, recursos humanos, administración, marketing y comercial son las áreas en las que el código de etiqueta las priva del short.
Los tres siguen ahí, parados en un costado de la redacción. Festejando, sin saberlo, que están del lado creativo de la vida.