"En Francia usamos poco make-up y mucho taco"
Una mirada sobre los franceses, su idiosincrasia y sus costumbres, por esta escritora peruana, radicada enel sur, que acaba de escribir el libro De París a la Patagonia, lleno de pormenores de la alta sociedad. De yapa, algunos detalles sobre los hábitos en la Ciudad Luz
De profesión la escritura y de oficio la observación. La autora Maki Miró Quesada visitó Buenos Aires para presentar su primera novela, De París a la Patagonia, editada por Emecé. Se trata de una fusión entre dos géneros, romance y policial, que desnuda las costumbres de la vida aristocrática parisienses y describe los paisajes de la Patagonia con conocimiento de causa. Si bien la autora nació en Perú, distintas idiosincrasias habitan en ella y se entraman en el libro también: Francia, su casa por más de una década; Suiza, donde fue al colegio, y el sur de la Argentina, donde vive desde hace varios años.
Sin embargo, Maki aclara, con tono europeo y evidente frescura latina, que su libro no es completamente autobiográfico, aunque en él se cuelen un sinnúmero de anécdotas y vivencias. Fue profesora de literatura francesa, desde hace catorce años tiene su columna –acerca, claro, de los avatares de la vida en distintas ciudades– en el diario peruano El Comercio, y ahora también se siente escritora, luego de haber pegado el salto de las 500 palabras de sus habituales columnas a las 500 mil de esta flamante novela.
–¿Cuánto de vos hay en tu libro?
–El primer libro de un escritor tiene mucho de autobiográfico…, yo digo que mi novela es 100% autobiográfica, excepto todo lo que inventé (risas). Con ella comparto deseos, sueños, aspiraciones y algunas de sus perdidas.
–¿Y las anécdotas en París?
–También, son casi todas reales. Están basadas en una minuciosa observación de la forma de vida de los franceses.
–¿Sos una enamorada de esa ciudad?
–No tanto, la familiaridad desmitifica todo. Descubrir algo y la capacidad de asombrarse con eso sucede sólo una vez. Después sigue el atractivo, pero ya no está el impacto del principio. Y eso me pasó con París: como dice mi heroína, para ella la ciudad terminó siendo el lugar donde iba al dentista, a lavar la ropa, a pagar los impuestos, con tráfico, con huelgas…, ya no era la París de los guías turísticas.
–¿Y qué otras cosas no son placenteras al vivir en París?
–El francés tiene el orgullo de lo que ellos llaman la cosa bien hecha, que a veces se transforma en un exceso de orgullo, sobre todo, con los que no hacen las cosas de la misma manera. La gente rinde cuentas constantemente en la esfera pública y privada: en la primera está muy bien, pero en la segunda es un poco pesado.
–¿De qué se trata eso que mencionás en el libro de tomarse las cosas serias de manera superficial y las superficiales de manera muy seria?
–En Francia enseñar los sentimientos íntimos en público es de mal gusto. Por eso las cosas serias se tratan con mucha discreción y a lo banal se le da mucha importancia porque las formas son muy importantes para ellos.
–¿Y cuán en serio se toman los franceses la moda?
–Muy en serio. Es un país donde la moda y el lujo mueven más dinero que armamento, tecnología, comunicaciones y transportes juntos. Da mucho trabajo. En los desfiles la mitad del público es masculino. Se habla del tema.
–¿Dan ganas de arreglarse más cuando se está allá?
–¡Absolutamente! Yo no me atrevería salir desarreglada a comprar algo a la esquina. Existe un sentido del estilo bastante generalizado. El negro es el color favorito, los zapatos de tacos se usan para casi todo y el maquillaje es moderado.
–¿Adónde recomendás ir en una visita a París saliéndose de la típica guía turística?
–Para comer, el restaurant L’Avenue, sobre Avenue Montaigne; el bistro Le Cherche-Midi y la brasserie La Lorraine, que es ideal para ir de noche. El hotel más romántico de la ciudad es el Hôtel Duc de St-Simon, en Saint Germain-des-Prés, y la mejor fromagerie (quesería) está sobre la rue de Bellechasse. En París hay muchos lugares escondidos en los pasajes y callecitas, y hay que caminar porque de esa manera uno se forma su propia idea de la ciudad.