Elsa Serrano, hoy, como ayer
La diseñadora inaugura su showroom
"El día que cerramos la casa de Mansilla, el 19 de julio de 2001, tenía mucho trabajo. Estaba con seis o siete vestidos de novia y preparándome para septiembre. Entonces, tuve que llevar esas cosas a mi departamento y mi baño se convirtió en el probador. No me sentí tan mal. Pensé que iba a ser peor. Después del remate se terminaron los problemas legales. Fue un golpe duro pero, aquí estoy. Este es mi presente."
La historia la resume Elsa Serrano, que vuelve a la carga, con un piso en Callao 1033, y con ganas de vestir a todo el mundo. Sonriente y en medio de su showroom de 300 m2, lleno de sol y con vestidos de todos los colores, se sienta junto a su perra Honney, hija del archifamoso Jazmín (se la regaló Susana Gímenez), y se dispone para la charla. Como siempre, seguida de cerca por su hermana Elmora, su secretaria Rosita, sus modistas Irma y Lidia, y su asistente Victoria.
-Fueron momentos difíciles...
-Sí, al principio fue muy duro, pero en estos años engordé 7 kilos, fue un alivio. Seguí trabajando. En agosto de 2002 me hicieron una propuesta para vivir en Italia, pero tenía que quedarme allá y no acepté. Una empresa de telas quería hacer prt-ˆ-porter con mi nombre. Y lloré: no me podía imaginar vivir en Italia sin mis hijas, sin mis amigos y sin el olor de mi casa. Volví y me deprimí mucho, y seguí haciendo pocas cosas para mis amistades. No podía tirar 28 años por la ventana. Eso hasta febrero de este año.
-¿Qué pasó?
-Vino un señor italiano, un amigo de muchos años, y me ayudó a instalarme. Yo tengo un Dios aparte, me pasan estas cosas. Alquilamos esta casa y volví a empezar. Ya me imagino mi desfile otoño-invierno acá, con la prensa sentada. Me lo imagino todas las noches cuando apago las luces y me voy a mi casa.
-¿Tu amigo se asoció con vos?
-Todavía no hicimos ningún papel. El puso el dinero y es lógico que sea el socio capitalista. Ya me pidieron ropa desde el interior al por mayor, pero no, no quiero complicarme. Es muy difícil. La gente quiere más colores, más estampados... Nada es igual a cuando empecé, en 1968.
-¿Qué pasó con los Menem?
-Anteayer hablé con Zulemita. Le hice el vestido para el casamiento y estaba lindísima, y eso que no se vio el vestido por detrás.
-¿Esta vez se lo cobraste?
-Sí, ahora tengo un contador que me sigue los pasos. Me vigila desde cuánto gasto con la tarjeta hasta las cosas que tengo que cobrar. También vigila que calcule bien los costos. Soy muy despistada con los números.
-¿Qué pasó con la deuda de Zulemita Menem?
-Eso ya fue, lo dejé pasar. Saco la parte positiva: yo viajé mucho con el ex presidente Menem. Fui a Europa y entré en lugares a los que nunca hubiera podido ir, como el Kremlin y los grandes palacios. Hay que buscar la parte positiva.
-¿Hoy vestís a gente de la política?
-No, pero con toda mi experiencia cualquier persona que venga será bienvenida. Están las puertas abiertas para todo el mundo. Yo empecé con Alfonsín, vestí a mucha gente de la política, pero de política no entiendo nada.
-¿Tus clientas siempre te siguieron?
-Siempre. Tengo muchas, ahora les mandamos e-mails y cartas a todas. Apareció una que me compraba en Unicenter. Llegué a tener mil personas trabajando para mí. Ahora somos cinco. Estoy bien. Creo que nadie me reemplazó. Hay clientas que siguen con mi ropa y me piden que se las achique. Vino una señora grande y me dijo: Yo decidí casarme porque vos volviste. Ahora tengo quien me haga el vestido. Son cosas muy lindas.
-¿Y las famosas?
-Sé que Susana va a venir y se va a vestir con mi ropa nuevamente. Le quedaba muy bien, la gente me lo dice todo el tiempo, en el supermercado, en la calle. Alguien que me siguió hasta en mi casa fue Susana Traverso. También Chiquita (Mirtha Legrand), Teté, Pimpinela, muchas... El placer más grande es que desde los años 70 yo visto a Norma Aleandro (ahora que está filmando en Madrid también llevó mi ropa).
-¿En algún momento te sentiste sola?
-No, parece mentira que algunos medios digan que me abandonaron. No fue así. Para seguirle el ritmo a Susana hay que tener un buen atelier, una buena producción. Yo sé eso como nadie. En todo este tiempo bordé, surfilé a mano; una modista me ayudaba, ahora tengo que buscar otra modista para trabajar más.
-¿A qué te querés dedicar?
-Voy a hacer novias, madrinas, egresadas, 15 años, cóctel... Mis precios son para la Argentina de hoy. No vendo en dólares porque me parece una cachetada para la gente. Un tailleur mío sale 500 pesos; un blazer, 300; un vestido de cóctel simple, 800; y uno de novia, 1500 o 2000. Acá no tenemos verdes, tenemos pesos.
-¿Te gustaría casarte de nuevo?
-Sí, enamorarme y casarme, pero de verdad. Nada de eso de vivir separados. Estoy contenta, muy feliz. Estoy muy agradecida. Espero a la gente, la puerta está abierta de par en par.
-¿Vestirías a Cecilia Bolocco?
-Si viene y me pide una cita, mi puerta está abierta para todo el mundo, encantada de la vida...
-¿Y eso no te traería problemas con Zulemita?
-No, los vestidos de Zulemita son para Zulemita y los de la Bolocco para Bolocco. Estoy trabajando mucho: ya tengo novias para 2005.