"Represento el glamour de un modo medio perverso"
Pablo Bernard es un provocador. El casi arquitecto y diseñador de la generación del videoclip, aprendió de moda mirando desfiles por televisión. Cuando a la ilusión argentina del 1 al 1 se la llevó la noche, ese mundo de fantasías que para él parecía estar tan cerca se oscureció y después de un tiempo, nació su marca y eslogan: Pablo Bernard - El Nuevo Brutalismo.
–¿Cómo te diste cuenta de que querías dedicarte a diseñar? ¿Recordás algo así como una epifanía, quizá de más chico?
–Definitivamente. Un día, a los 12 años, mientras mi abuelo trabajaba en el taller del fondo y mi abuela cebaba mate, miraba Sábado Taquilla. De pronto aparece Vogue, el videoclip de la canción de Madonna, y fue una revelación para mí. La coreografía, la música, la ropa, todo estaba fuera de lugar. Ahí fue cuando, desde el barrio obrero donde vivíamos, entendí que existía un universo aparte donde todo eso también era trabajo.
–Aunque al final estudiaste arquitectura, ¿por qué?
–La arquitectura fue un proceso elíptico en mi vida. Decidí estudiarla porque sonaba mejor y todo el mundo decía que siendo arquitecto uno podía hacer cualquier cosa. La arquitectura no me dio tanta libertad a la hora de diseñar, pero sí me brindó otras herramientas. En la facultad, entender que iba a pasar un tiempo hasta que lograse construir algo, me dejó entrever que lo primero que un arquitecto tenía que hacer era aprender a construir un discurso. Y yo creo que los diseñadores en la Argentina están mal interpretados, no somos modistos. Somos diseñadores que tenemos marcas que se nutren de la construcción de un discurso, que toman vida propia independientemente de que lleven o no el apellido del diseñador.
–Oyarbide, Ley de convertibilidad del austral, Carola del Bianco, ¿qué discurso construyen tus estampas?
–Los buzos y las remeras estampadas con esas frases o palabras son la matriz más comercial de mis colecciones, la pata más millennial, de remeras grandotas que comparten tanto hombres como mujeres. Me sirven para orientar un poco conceptualmente cada colección, pero no sé si con ellas construyo un discurso puntual, son perlas sueltas que me ayudan a sostener un diálogo de provocación con el público. La idea de llevar una remera con el nombre de uno de los jueces acusados de ser de los más corruptos de los últimos 30 años, por ejemplo. A la gente le gusta que todo el mundo entienda y le pregunte si dice Oyarbide.
–¿En cuáles estás pensando para tu próxima colección?
–La próxima colección está enmarcada por una serie de estampas que hacen referencia a la idea de "ser rubio". Una de ellas es el apellido de quien quizá sea una de las rubias más famosas del cine de las últimas tres décadas. Me acuerdo de haber leído de chico en una revista, que cuando Kim Basinger vino a la Argentina, entre sus requerimientos pedía que no hubiese otra rubia al lado. También estoy pensando en esta idea de la centella, ese rayo en forma de bola que me remite a la idea de la rubia entrando en una habitación donde todos se dan vuelta para mirarla. De todo eso se va a desprender un universo muy sensual y erótico de vestidos de redes, tejidos, transparencias y tajos muy pronunciados, que exponen y mucho.
¿Qué te inspira del mundo de la moda?
–Los 90 en París, el documental Catwalk. Jean-Paul Gaultier y su princesa india con piercings y tatuajes. Karl Lagerfeld y su María Antonieta punk. La princesa Lucretia de John Galliano, que escapa de la Revolución Rusa con sus joyas y miriñaque gigante, se vuelve prostituta en Escocia y burguesa en París. Todo eso sucedía en una semana en París y a mí me pudrió el cerebro.
–¿Alguna frase para describir a Pablo Bernard?
–Hay un video de cuando muere Gianni Versace, en el que un periodista le pide a Anna Wintour que lo defina y ella le contesta algo así como que él había logrado representar el glamour y el poder de esta era, con algo un poco retorcido. Si alguien me pudiera definir, me encantaría que fuese de esa manera, como alguien que ayudó a condensar y representar el significado del glamour, el poder, el body-conscious, lo sexy, pero de manera un poco retorcida, medio perversa. Creo que Pablo Bernard es un poco todo eso.
"Quería traer de vuelta la estampa de Amalita Lacroze de Fortabat por ser una rubia famosa retratada por Andy Warhol. Me encanta lo que significa, lo que provoca. Los colores del combinado como dos gustos de helado (arriba) surgieron porque usé resaltador amarillo y fucsia, para contraponer la textura de las dos partes de la prenda, y se transformaron en una contradicción de calidad y color de telas".