El Di Tella: punto de encuentro de arte y moda
En los 60 la moda dio un vuelco cuando la contracultura juvenil que emergió en Londres destronó a la Alta Costura de París. Los jóvenes diseñadores ingleses modificaron la estructura de la moda: por primera vez se veneraba la juventud y sus estéticas. En Argentina, el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía coincidió con las revueltas culturales, el vestir incluido, con la aparición de una renovación cultural que tuvo al Instituto Di Tella como punto neurálgico de esa revolución. Su objetivo fue promover el estudio, la investigación y así contribuir a la promoción de artistaspara convertirse en punto de encuentro a través de los tres centros de arte que funcionaban en Florida 936. Allí surgió Manal, tocaron Almendra y La Cofradía de la Flor Solar y los artistas del movimiento de arte pop fueron los que marcaron la historia de este instituto: un puñado de ellos cruzaron el arte con la moda. Aquí, la historia.
Las diseñadoras del Di Tella
Dalila Puzzovio es referente del movimiento de arte pop. Su obra emblema Dalila Doble Plataforma, exhibida en el Di Tella en 1967, "es la película de mi vida", dice sobre el trabajo que le valió el premio internacional del Instituto. Sin embargo, su talento abarcó diferentes rubros. Realizó vestuarios para cine y teatro, trabajó en dirección de arte en arquitectura, ambientación y en impresión gráfica. Diseñó una etiqueta de prêt-à-porter que, además de ropa, incluyó accesorios, sombreros y una línea de delantales. Comercializaba Dalila Tricot con modelos exclusivos para las boutiques L’Interdit, La Solderie, Z y Harrods, y vendía pulóveres con ventanas de vinilo transparente y borlas precolombinas en el local Mme Frou Frou, en Galería del Este.
Junto a su compañero Charlie Squirru realizó patrones para estampados que fueron utilizados por Oscar de la Renta y Calvin Klein. La enumeración de acontecimientos podría seguir porque siempre disfrutó de la moda e inventaba lo que las tiendas no ofrecían, como los impermeables de vinilo transparente que vio en la colección del diseñador francés André Courrèges y que en Buenos Aires no se conseguían. En 1965 llegó al Di Tella con una instalación de yeso que aludía a la moda a través de tres corsets y, en 1967, se consagró con Dalila Doble Plataforma: había imaginado el siglo XXI a través de las plataformas construidas en estructuras de metal, tonalizó el cuero de charol en colores flúo y le ofreció la producción de 40 pares a Alberto Grimoldi: su desafío era convertir la obra de arte en una experiencia de consumo.
Delia Cancela creó diseños signados por lo atemporal y juvenil, hubo una búsqueda por la ruptura con las convenciones, desde las prendas a los dibujos y pinturas que convocan al universo de la moda en su obra. De 1964 a 1980 trabajó junto a Pablo Mesejean, su compañero también en la vida. Las producciones de este período comenzaron con Love and Life, en la Galería Lirolay, una instalación en colores que combinó escenografía, música y pinturas de flores, nubes, naves espaciales y astronautas, además de vestuario de azafatas para las mujeres que circulaban por la sala. Diseñaron textiles y estampas para el diseñador japonés Kenzo Takada y la maison francesa Hermès. Entre sus manifestaciones artísticas en el Di Tella hubo vestuarios para instalaciones desplegadas en el espacio y las propias, como la Señalización de los empleados del Di Tella, en 1967, donde diseñaron prendas en loneta azul. Al año siguiente presentaron Ropa con riesgo, un desfile experimental que reflejó los inconvenientes que generaba rebelarse al código de vestimenta uniformado de una ciudad gris y violenta. "El riesgo es ponértelo en Buenos Aires", recuerda hoy Delia sobre el desfile, el primero en el mundo que se hizo en una institución de arte.
Los artistas hicieron base en Buenos Aires, pero eran ciudadanos del mundo. En Nueva York se entrevistaron con la editora de moda de Vogue Diana Vreeland, mientras que en Londres hicieron equipo con Grace Coddington en tareas relacionadas a la dirección de arte para la edición británica de Vogue. En Europa crearon Pablo & Delia, una etiqueta que captó el espíritu de cambio de la moda de los 70 y cuya primera colección quedó en custodia del Victoria & Albert Museum de Londres. Sus desfiles contaban con modelos, bailarines y actores en pasarela. En 1980 la alianza creativa se terminó y Cancela continuó su trabajo en solitario. Utilizó el corazón como símbolo de identidad y la obra de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, como inspiración.
Mary Tapia mezcló colores y texturas que recordaban su infancia en Tucumán, con el barracán como tejido emblema de su legado. Cosía fajitas indígenas sobre los jeans que usaba para ir al Di Tella. Realizó desfiles en lugares no convencionales: el primero fue en la galería de arte El Laberinto, en 1966. Allí conoció a Jorge Romero Brest, el director del Centro de Arte Visuales le brindó su apoyo para realizar un segundo desfile, esta vez en los baños turcos del Gimnasio Colmegna y luego llegó el hall del Di Tella, donde presentó Pachamama Prêt-à-porter, la colección otoño-invierno 1969 a modo de happening con modelos que desfilaban y luego se paraban en tarimas para cantar coplas norteñas.
"En Buenos Aires, la última moda no llega nunca. Porque recién seis meses después hay que ponerse lo mismo que usan las europeas. En cambio, qué bárbaro lo que hacen nuestras collas, o las mujeres del Paraguay o las indias de Zuleta en barracanes, ponchos, tapices y guardas bordadas. En esta colección se mezclan esas texturas con tejidos de otavalo y bayetas a mano, por lugareños de Cuenca, en Ecuador, o tapetes de Quito. Por todo eso, crear una moda argentina se convirtió en mi obsesión", escribió en el programa del desfile que se convirtió en un manifiesto. El estilo folk que impregnaron sus piezas únicas fueron confeccionadas con materiales autóctonos, como el barracán, el aguayo y la chagua, y coloreados con tintes naturales.
Mezcló texturas del noroeste argentino y otras técnicas artesanales latinoamericanas, como el Ao Po'i de Paraguay y el picote de Ecuador en sus diseños numerados. En los 70 presentó desfiles en París y Nueva York, en este último, el Gato Barbieri interpretó composiciones de Atahualpa Yupanqui, que además asistía a sus desfiles. En la época del Di Tella, Tapia tenía su boutique Nosferatu, en la Galería Embassy, y años más tarde se mudó a la coqueta Galería Promenade. En 2006 el Malba le dedicó una retrospectiva a sus 40 años de trayectoria con la exposición Moda con Identidad Criolla y en 2018 el Museo de la Historia de Buenos Aires realizó la muestra biográfica Íntima, Mary Tapia.
Eduardo Costa es un artista formado en el Instituto Di Tella y junto a Roberto Jacoby fueron pioneros del arte conceptual argentino. Una de sus obras que cruza moda y arte se convirtió en un hito: la Fashion Fiction 1 es un proyecto de 1966 con imágenes de partes del cuerpo pensadas como joyas. "Un diseñador, supongamos, no quiere ni el nombre ni el dinero, ¿puede saltar el paso de hacer un producto y mandar la idea directamente a través de los medios de comunicación a la cabeza de la gente? Esa era una de mis preguntas importantes. Y pasó, pero mucho tiempo después", cuenta sobre el destino que tuvo la oreja de oro, un prototipo que, sin llegar a confeccionarse como joya, quedó fotografiado por Richard Avedon como accesorio en la edición de febrero de 1968 de la revista Vogue USA. Cincuenta años después fue resignificada por Gucci, cuando Alessandro Michele, el director creativo de la casa italiana, retomó la Fashion Fiction 1 en el estilismo de la colección otoño-invierno 2019.
A fines de 1967, Costa se fue a Nueva York en busca de difusión para su obra de arte, así llegó a las oficinas de Vogue donde aceptaron las imágenes doradas que llevó recortadas en una caja. Marisa Berenson fue la modelo a la que le pegaron con cinta bifaz este boceto que había hecho a la medida de la oreja de la modelo argentina María Larreta. El objetivo era dejar en evidencia el mecanismo de los medios y que la Fashion Fiction 1 llegara al gran público. Primero apareció en Vogue, que en los 60 llegó a tener una tirada mensual de 2.200.000 ejemplares, y meses más tarde, en la portada de Harper's Bazaar, que salía a la calle con 750.000 revistas.
La carrera del sociólogo y artista Roberto Jacoby comienza a mediados de los 60. En el Di Tella fue parte del grupo de Oscar Masotta, junto a Costa y Juan Risuleo abordaron el arte de los medios, ideas con la que buscaban transformar la relación entre el espectador y la producción artística mediante los medios de comunicación. En la extensa trayectoria de Jacoby hubo espacio para la moda. En los 90 lanzó, junto a Mariana Sainz Fabulous Nobodies, una marca de alta moda sin productos. "La moda es un tema que se trata con excesiva frivolidad. Ello puede deberse a que vivimos una época light donde nada se toma en serio. Por otra parte, el arte es un tema que se trata con excesiva seriedad. También puede deberse a que vivimos en una época light. En cambio, la verdadera moda tiende a los extremos. Sin exageración no hay moda posible y en general tampoco es probable la fantasía. En eso la moda se parece al arte, que sucumbe en la moderación", explicó Jacoby en la mesa La moda en el arte, que tuvo lugar en el Centro Cultural Rojas en 1993, mientras Kiwi Sainz lucía un vestido de Omar Schiliro hecho con palanganas y un balde rosa.
En 1994 presentó una remera con la leyenda Yo tengo SIDA. Se trató de una campaña contra la discriminación de las personas VIH +. "Un modo excelente de evitar la exclusión es incluirse", decía el texto que acompañó la exposición en la galería MUN. En 2019, la remera volvió a exhibirse en ArteBA.
Para la edición 2019 de la Bienal de Venecia, Jacoby presentó The world most expensive shoes, un proyecto que invitaba a convertir el pabellón argentino en el showroom de los zapatos más caros del mundo. "Los zapatos tienen una larga tradición en la historia del arte", dijo el artista en la Galería Nora Fisch para presentar la idea finalmente bochada. Allí estaba la carpeta de la obra a la venta, no así los zapatos "porque vivimos en un mundo digital y los objetos no importan", aclaró sobre la ausencia de las sandalias que compró por Mercado Libre e intervino con piedras y luego Marcelo Setton fotografió para darle la estética de lujo necesaria.
Juan Risuleo fue asistente en los happenings de Masotta en el Di Tella. Allí conoció a Roberto Jacoby y Eduardo Costa, tiempo después a Federico Moura, que también formaba parte del grupo de amigos. Risuleo ya había dado sus primeros pasos en la moda, diseñaba a medida para mantenerse económicamente. Trabajó como aprendiz en el atelier de Paco Jamandreu; en 1970 fundó Ropas Argentinas en la galería Recamier de Belgrano y, un par de años más tarde, se mudó a Galería Jardín, frente al local Limbo de Federico Moura. "Lo mío era contemporáneo y él moderno, pero teníamos en común la necesidad de hacer algo propio", recuerda Risuleo. Al lanzar su marca, el diseñador quiso separarse de los nombres franceses o italianos a los que que apelaba la moda local como signo de prestigio. La etiqueta de Ropas Argentinas era celeste y blanca, un manifiesto de queja para las clientas que se horrorizaban porque no lo consideraban de buen gusto. Entre sus clientas se destacó María Kodama, a quien le diseñó los vestuarios para Europa y Estados Unidos, así Risuleo comenzó a interactuar con Jorge Luis Borges. En una cena, el escritor le dijo: "Juan, qué suaves son las telas que elige para María". "El comentario de su percepción incluía la voluntad de decirme algo agradable, porque Borges sabía lo que producía e inmediatamente, con su refinada cortesía, lo ponía a uno más confortable, y a la vez me daba una delicada muestra de la ternura que sentía por María", recuerda el diseñador. Ropas Argentinas funcionó hasta 1979 cuando Juan Risuleo se mudó a Nueva York. Allí trabajó para Halston y más tarde se trasladó a Los Ángeles, donde diseñó para los estudios cinematográficos y a medida. Miles Davis figuró como cliente.
Los años 60 mostraron un nuevo estilo de vida y la vestimenta fue uno de los canales para visibilizar el cambio. Los jóvenes encontraron sus propias formas que los artistas pop materializaron en imágenes para definir una época experimental y creativa.