El arte como musa indiscutida de la moda
Hoy se ve una sobredosis de referencias artísticas en las marcas de diseño nternacional. Qué las inspira y cómo lo plasman
Que los diseñadores de moda se nutren del arte para crear sus colecciones, no es ninguna novedad. El rey de la moda, Paul Poiret, se inspiró durante principios del siglo XX en el exotismo de la compañía de ballet Ballets Russes para diseñar sus modelos, e Yves Saint Laurent creó colecciones de alta costura en homenaje a los pintores Piet Mondrian y Georges Braque.
En la presentación de las colecciones primavera-verano 2017, que terminaron de exhibirse hace unos días, llamó la atención la sobredosis de referencias artísticas que se pudieron observar. Pierpaolo Piccioli, director creativo de Valentino, afirmó antes de presentar una colección inspirada en el arte medieval –y especialmente en la pintura El jardín de las delicias, de Hieronymus Bosch– que le gusta “conocer su historia, y después olvidarla”, una frase que permite comprender por qué el arte y la moda aún siguen formando una dupla que funciona.
Algunos diseñadores hicieron uso de las colaboraciones con artistas, como Peter Pilotto con Francis Upritchard y Faith Connexion con los grafiteros franceses Pisco Logik and Vincent Dacquin.
Jason Wu presentó vestidos con una paleta cromática inspirada en la obra Siete montañas mágicas, de Ugo Rondinone. Se trata de una enorme instalación de piedras pintadas en colores vibrantes emplazada en el desierto de Las Vegas, que puede leerse como una crítica al impacto humano en la naturaleza.
La firma suiza Akris se nutrió de las pinturas de Carmen Herrera para realizar sus diseños, una artista cubana de 101 años cuyas obras están actualmente exhibidas en el Whitney Museum of American Art. La obra Iberic, de 1949, fue replicada en un vestido corto con estampa geométrica en colores terrosos.
Céline se inspiró claramente en el artista Yves Klein y sus famosos azules para diseñar vestidos vaporosos y femeninos. La directora creativa de la casa francesa, Phoebe Philo, está casada con el galerista Max Wigram y suele usar el arte como fuente inagotable de influencias.
Por su parte, Jade Lai, diseñadora de Creatures of Comfort, viajó a México en busca de inspiración para crear su última colección. Ese viaje se tradujo en piezas que remiten a los cuadros de la pintora Frida Kahlo, como el vestido blanco encorsetado que refiere al autorretrato que la mexicana realizó en la época de su convalecencia. O una campera de jean con bordados en los bolsillos delanteros: de un lado el nombre “Frida”, del otro “Diego”.
Los diseñadores de Kenzo, Humberto León y Carol Lim, crearon estampas basadas en polaroids y bocetos del artista español Antonio López, que vivió su auge en la década del 80, al igual que Kenzo Takada. Los prints, aplicados principalmente sobre prendas oversize y minivestidos de hombros amplios, constituyeron un revival de la década de oro de ambos.
Es evidente que la relación entre el arte y la moda va más allá de las colaboraciones esporádicas de diseñadores y artistas. Este vínculo demostró ser sólido desde la primera hora, pero se intensificó en la época moderna cuando el Museo Metropolitano de nueva York (MET), uno de los más importantes del mundo, empezó a dedicar espacios para exposiciones y una gala anual que homenajea a los más grandes de la industria.
Si bien ambas son expresiones estéticas del ser humano, el arte parece estar un poco más alejado de la cotidianeidad de las personas que la moda, a la que consciente o inconscientemente apelamos todos los días. Sin embargo, mientras que el arte se ampara bajo el paraguas de la alta cultura, la industria de la moda tiene que lidiar con el mito de la superficialidad, cuando en realidad cumple la misma función social que el arte: revelar el espíritu de la época en la que emerge y, como correlato, su indiscutida relevancia social.