Eduardo Costa. Las orejas de oro del artista argentino que inspiraron a Gucci
Desde que Alessandro Michele se convirtió en director creativo de Gucci, sus desfiles teatrales y diseños cargados de referencias culturales, son siempre noticia. Durante la última semana de la moda de Milán, el diseñador italiano presentó la colección otoño/invierno 2019 entre rugidos de fieras y música sacra. Más de 120.000 lamparitas LED parpadeaban para iluminar el baile de máscaras sobre la pasarela espejada y dejar ciego a todo el front row. Antifaces de cuero y púas de inspiración bondage, cascos guerreros de cabezas de águila, caretas de colores y viseras de soldador desfilaban entre prendas cuyo diseño gritaba nostalgia. Pero, sin dudas, los detalles que esa tarde se llevaron todas las luces fueron las orejas bañadas en oro, que hombres y mujeres llevaron prendidas a ambos lados de la cabeza.
Los aros, originalmente de 24 quilates, formaban parte de Fashion Fiction, una falsa colección de joyas ideada por el artista argentino Eduardo Costa en 1966. Después de su aparición en un número de la revista Vogue de 1968 y, por efecto rebote, en otras publicaciones, el público especializado y la gran audiencia las creyó auténticas; el poder de los medios para crear realidad era inminente.
Medio siglo después, las orejas que habían vendido solamente ilusiones, finalmente se convirtieron en artículos de lujo disponibles para la compra .¿Quién lo hizo? Gucci, otra vez más, en colaboración con un artista. Esta vez, argentino.
- Si no me equivoco, la intención de Fashion Fiction era apropiarte del lenguaje específico de la moda y, en cierta forma, "engañar" a la audiencia y a las revistas con una falsa colección de joyas...
- Sí, la idea era introducir moda que no se pudiese comprar (porque no existía producción más allá del original). Lo que a mí realmente me interesaban eran las fotos y el texto descriptivo de los objetos, su circulación por las editoriales. Si quería que mi obra, como arte de los medios, estuviese en funcionamiento pleno, tenía que llevarla a una publicación con la tirada de una revista de moda. La pregunta era cómo hacer para que se interesaran en mí.
- ¿Y cómo lo hiciste?
- Bueno, una posibilidad era utilizar oro 24 quilates, un material antiguo, vinculado a las joyas de enterramiento y los ritos mortuorios que, frente a la bijouterie de plástico que ellos difundían, seguro iba a significarles novedad. Si bien era un molde de la oreja de la modelo María Larreta, la pieza remitía al misterio de la máscara dorada de Tutankamón. Muchas veces el arte conceptual es simplemente eso: separar algo de su contexto y apropiárselo para luego, resignificarlo.
- ¿Qué creés que fue lo que más les atrajo a los directores editoriales del momento?
- Yo creo que, si en Inglaterra Mery Quant había abolido los tacos, pensaron que también se terminaba el pelo falso, el maquillaje se volvía más natural y las orejas que, en esa época, directamente no existían, gracias al cambio de peinado iban a tener que reaparecer. Ellos vieron en mis piezas una tendencia y pusieron a mi servicio lo que era tal vez el aparato periodístico más importante del mundo en ese entonces.
- Una vez que esa ficción se volvió realidad, ¿te ofrecieron hacer joyas para alguna marca?
- Sí, Carolina Herrera, Oscar de la Renta, Geoffrey Beene... Christophe de Menil compró langostas y estuvo 3 días hirviéndolas para que yo le haga joyas con los caparazones en tan sólo una semana. Un disparate, pero a mí me encantaba porque entendí que, haciendo joyas para los desfiles, no hacía falta que fueran piezas bien hechas mientras duraran en pasarela y después quedaban las fotos y su circulación en los medios, que era lo que a mí realmente me interesaba.
- ¿Por qué crees que a pesar de que en esa época ya muchos artistas pop se involucraban con la moda, hoy las nuevas generaciones eligen no hacerlo o difundirlo muy poco?
- Hay un prejuicio estúpido y a muchos artistas trabajar con la moda todavía les parece frívolo. Yo creo que en la vida todo tiene que ver con todo y para tener una visión amplia de lo que ocurre, es muy útil tratar de profundizar en la cultura general. De todas maneras, en nuestra época, el interés por la moda tenía que ver con su circulación masiva, las obras hablaban más sobre los medios que sobre la moda porque queríamos demostrar cómo éstos creaban realidad. Leer a McLuhan y Barthes fue muy importante porque legitimaban a la moda como objeto de estudio para un análisis serio de la identidad y el consumo, por ejemplo.
Hay un prejuicio estúpido y a muchos artistas trabajar con la moda todavía les parece frívolo.
- Tus Fashion Fiction circularon por todos los medios y hoy, 50 años después, desfilaron para Gucci, con la mediatización que eso significa. ¿Qué aporta este revival a tu obra?
-Bueno, ha desarrollado una nueva posibilidad para la pieza. Yo produje una obra abierta, es decir que todo lo que va apareciendo sobre ella, en cualquier publicación, se vuelve parte también.
- ¿Pudiste conocer a Alessandro Michele, quizás charlar la posibilidad de alguna colaboración?
- Por ahora no está planeado, pero si pasa, yo encantado. Me encanta trabajar, pero ya no tengo la misma energía de antes. De todas formas, a esta altura de mi vida, lo que me está pasando hoy es lo mejor que me podría pasar.
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- ¿Alguna vez pensaste en cómo te gustaría que te recuerden?
- Yo creo que después de la muerte todo continúa, la gente sigue de otra manera y a veces incide en esta vida a través de lo que dijo o escribió, que es la energía que saló de esa persona en vida y luego fue capturada y conservada por el medio.
- En tu caso, la oreja dorada, por ejemplo…
- Sí, la oreja va a circular siempre, va a olvidarse por 15 años y después, seguramente alguien va a volver a recordarla y darle otra vuelta. Es como el tango: "todo el mundo dice que está muerto, pero cada tanto revive".
Eduardo Costa, quien en el mes de abril participará de arteBA junto a las galerías Cosmocosa y MCMC, es considerado figura clave del arte conceptual y su obra se exhibe en las principales colecciones del mundo. Nació en Buenos Aires, en 1940, y fue pionero en el arte de los medios de comunicación; una práctica surgida en los ‘60, cuando la vida de la floreciente sociedad de consumo pasaba a estar cada vez más mediada por las imágenes. Si la gente se conformaba con ver la realidad reproducida a través de los medios, entonces el nuevo arte, en vez de materializarse físicamente, también circularía por ellos como mera pieza de información. Cincuenta años más tarde la propuesta sigue igual de vigente y su arte vuelve a ser noticia pero, esta vez, como protagonista de una de las pasarelas más importantes a nivel internacional.