Dos rosarinas convierten el desecho textil en prendas de diseño
Sistematizar o teorizar sobre su experiencia de trabajo no es el principal logro de las diseñadoras de la firma de indumentaria rosarina Quier. Silvia Querede y Noelí Gómez arrancaron con el remanente textil de una fábrica familiar, y construyeron una firma sustentable que ya tiene una década. La búsqueda del zero waste y la aplicación de la geometría pura en su moldería hacen que su marca sea realmente sostenible. ¿Cómo lo logran a través de un diseño actual y funcional? Dan detalles y sostienen que entre sus intereses está que cualquier persona pueda apropiarse de su trabajo. Investigar y demostrar que es posible ser sustentable son sus principales ocupaciones.
–¿Por qué les preocupa u ocupa el residuo textil?
Silvia Querede: –Quier nació como una marca zero waste porque la preocupación inicial fue qué hacer con el remanente textil de una fábrica familiar, y asumimos el desafío de crear indumentaria con aquello que se desecha. Diez años después, eso que en un principio parecía un descrédito, porque se asociaba descarte con escasez, hoy es un mérito porque nos permitió, además, adquirir un método de trabajo fruto de una investigación morfológica propia.
–¿En qué consiste?
S. Q.: –En una moldería simple de corte geométrico, que advertimos era algo que se repetía en nuestro quehacer y nos permitía minimizar el descarte; la aplicación de la geometría pura resultó el fundamento de nuestro zero waste.
Noelí Gómez: –Y sistematizamos ese hacer hasta crear un método propio, que supuso una investigación sobre el cuerpo; observamos que siguiendo una línea envolvente, circular, aprovechábamos mejor la tela. Y definimos nuestra figura: nada ajustada, sino floja y liviana, que fluye con el cuerpo y sus movimientos.
–¿Por qué es importante conceptualizar el hacer?
S. Q.: –Es muy importante. Repetimos mucho advertir, reflexionar, porque nos dimos cuenta de que la introspección o la mirada reflexiva del trabajo nos permitió ordenarlo, mejorarlo y hasta transmitirlo. Buscamos referentes, investigamos sobre estas técnicas y generamos una cantidad de información escrita que fue la base con la que conceptualizamos nuestro hacer, lo cual derivó en workshops con un interesante intercambio.
N. G.: –Con esto notamos que el servicio académico también era un sello de nuestra marca; no solo hacemos indumentaria. Es que a través de la ropa podemos mostrar una historia fruto de una investigación que puede ser replicada y tomada por otros.
–¿Usan descarte o crean una tela a partir de descarte?
N. G.: –Ambas cosas. El residuo que provoca nuestra propia producción lo incluimos en el diseño, en un entredós tipo acolchado.
S. Q.: –Nos interesa rescatar piezas únicas, esos textiles que ya no existen, y los recuperamos de sederías o sastres de barrio que cierran; muchos de los años 50, 60 o 70, cuando se fabricaron cantidad de telas que ya no se hacen. Nuestra colección, por ejemplo, incluye un poncho hecho con puntas de cashmires 100% lana.
–Tienen distintas líneas de trabajo.
S. Q.: –Trabajamos con tres líneas de manufactura: el corte láser, el proceso de upciclyng o de reutilización creativa, y el zero waste gracias a la moldería geométrica. Estas no son originales; hay muchos que las siguen, pero la suma de las tres nos permite concebir un producto con identidad de diseño territorial.
–¿Pero el corte láser implica mucha energía eléctrica?
S. Q.: –Sí, pero compensamos con el ahorro de energía y mano de obra, ya que una vez cortado ensamblamos nosotras. Hacemos un producto que no tiene remallado (costura reforzada, un tipo de terminación que implica muchísimo más hilo), que sería más caro. Esto lo tenemos cuantificado, bien estudiado y probado.
–Sistematizaron su trabajo para comunicarlo. ¿Cuál es la intención de que otros hagan lo que ustedes hacen?
N. G.: –El objetivo de compartirlo es que se multiplique, porque el diseño sostenible es un movimiento en el que participamos y apoyamos en su crecimiento y difusión. Desde lo comercial es un servicio: ofrecemos procesos textiles a empresas. Además de que esos procesos están en nuestra ropa.
S. Q.: –Tiene que ver con multiplicar esta filosofía de vida. Ahora o dentro de 50 años va a suceder. La industria de la moda de hoy tiene que ser interpelada porque es inviable. Hay algunos formatos que no van más, son obsoletos desde todo punto de vista, desde que cosifican a la mujer hasta el barullo medioambiental que provoca. Y aunque es inviable hoy porque hay muchos intereses que dificultan el cambio, va a tener que darse.
–¿Cómo es la movida local?
S. Q.: –La moda sustentable de nuestro país está avanzada, encaminada, hay mucha inquietud, hay diseñadores tratando de ajustar procesos y de minimizar el impacto de su trabajo, buscando ser lo más sustentables posibles. Hay mucha curiosidad que nos lleva necesariamente a querer saber y, en consecuencia, a hacer. El tema está instalado. Resuenan cuestionamientos o preguntas como ¿quién hizo tu ropa?, ¿vestís trabajo esclavo?, ¿es justo lo que pagás por la mano de obra de tu diseño?, ¿sabés cuál es la fibra que compone la ropa que usás?, que llevan a respuestas que abren un panorama interesante.
Pulso es la colección con que celebramos los 10 años de la marca, y tiene que ver con los ciclos vitales y medioambientales
–La pregunta Quier es: ¿qué hacemos con el residuo textil?
S. Q.: –Sí, y la respuesta la construimos a diario: aprovechamos el residuo textil de manera creativa. En nuestro país se generan toneladas de descarte textil sin destino cierto; las fibras de la ropa no se degradan. Ayer era preocupante, hoy es impresionante, mañana será dramático y esperemos que no sea demasiado tarde.
N. G.: –La gestión de residuos sólidos, que incluye el descarte de tela, es fundamental y trabajamos mucho para minimizar o hasta para evitar el desperdicio. También nos cuestionamos sobre las fibras que usamos. Y otra de nuestras preguntas es ¿cómo se pueden armar telas diferentes?
–¿Intervienen telas?
N. G.: –Cortamos con láser telas en desuso o recicladas, como un tul de un antiguo vestido de novia, para después intervenir y armar una tela nueva, mediante un engomado o gasa resinada, por ejemplo. La tela es nuestro leitmotiv.
–¿Cuidan el ambiente y sus residuos solo en el ámbito laboral o también en lo personal? ¿Son sustentables en su vida?
S. Q.: –En mi vida personal soy una ciudadana consciente, políticamente responsable, intento ser coherente; por supuesto que controlo y selecciono mi basura; y tengo el orgullo de haber criado un hijo verde y absolutamente ético, dedicado a la arquitectura social.
N. G.: –Nuestra postura laboral es también, obviamente, personal. Tratamos de sostenerlo en las pequeñas decisiones diarias: no tengo ni me compraría un auto, por ejemplo.
–¿Qué es Barco?
N. G.: –Una comunidad de diseño. Hacemos un fanzine sobre teoría del diseño para formarnos, retroalimentarnos. El diseño es una herramienta útil que es necesario hacerla conocida y popular, porque se fomenta el empredorismo pero no el fundamento teórico del diseño. Están buenas las ideas e iniciativas pero deben ser igualmente importantes las herramientas de diseño que dan forma, que hacen trascender, que producen la posibilidad de replicarlo. Para ser perdurable hay que zafar de las propuestas trabajadas desde la urgencia, y sí apostar a las que se hacen desde el trabajo profundo del terreno.
S. Q.: –Se llama Barco porque tiene mucho que ver con el puerto de Rosario y al Río Paraná, que es lo más identitario que tiene el Litoral. Somos 50 diseñadores. Es un espacio para discutir cuestiones de diseño. La idea es también generar una colección con cuatro familias de productos para armar una tienda con identidad Lavardén, ya que es para el centro cultural que nos abrió las puertas: Plataforma Lavardén.
–¿El showroom o la presencia en multimarcas es el formato actual para presentar una etiqueta en el mercado? En este contexto económico, ¿las tiendas propias ya no son sustentables?
S. Q.: –Tiene que ver con una cuestión de sustentabilidad económica, con la medida de cada empresa y con el objetivo de la marca. Quier no hace ropa masiva, tenemos una producción a escala y por la situación argentina no es momento de abrir tiendas, al menos para diseñadores independientes como nosotras; sin duda que para otras marcas puede que sea conveniente, para la nuestra, no. Y esto implica otra clase de difusión, comunicación y supone trabajar el boca en boca.
N. G.: –Nos interesan más las experiencias de consumo: hicimos una en la que presentamos Tri, una línea de tres piezas intercambiables cortadas a láser en diversos colores con las que con cada clienta armó prendas, según un instructivo; lo que ofrecíamos era la experiencia de hacer la propia ropa o hacerla junto con un diseñador. Nuestro objetivo fue compartir e intervenir para promover ese sentimiento de pertenencia que seguramente hace a la perdurabilidad de la prenda, a su presencia en el guardarropa.
–¿Es más sostenible una marca sin temporadas?
S. Q.: –Sin duda. No cambiamos de temporada porque buscamos romper con ese circuito de consumo enloquecedor; dejamos de correr, no tenemos por qué recambiar cada seis meses. Si no terminás trabajando para el mercado que demanda constantemente: qué tenés de nuevo, cuándo llega son preguntas a las que no quisimos responder más, y no le reditúa a una marca como la nuestra. Sumamos o cambiamos de textiles en función del clima, y tenemos líneas permanentes, como la de los pilotos, que varían de color; además alguna línea nueva del momento. Al principio de Quier seguíamos ese paradigma de la moda, pero ya no, estábamos corriendo atrás de las cosas y resultaba un timing sin sentido, que tal vez le funciona a marcas con grandes equipos; fue una experiencia personal y hasta física que nos obligó a un replanteo más saludable. Adherimos al slow fashion, para desacelerar esos procesos nocivos.