Dos creativos tienen más de 700.000 piezas de diseño argentino
¿Dónde se guarda el diseño?, ¿cómo conservamos las creaciones de moda? Algunas de las inquietudes que no pocos del mundo de la moda se plantean y que dos diseñadores decidieron dar respuesta y hacerse cargo: Wustavo Quiroga y Marina Baima llevan adelante la tarea de conservar el patrimonio de diseño local y lo hacen junto con un equipo de 12 profesionales, entre los que están el gestor estratégico Raúl Naón, la socióloga Susana Saulquin y la experta en contenidos de moda Kika Tarelli.
Esta semana presentaron la Fundación Investigación Diseño Argentino (IDA) y revelaron que custodian más de 700.000 piezas de diseño argentino en todas sus disciplinas.
Y el diseño se guarda en Colegiales. En un edificio de aspecto moderno cuya fachada no devela que tras sus rejas, a oscuras y entre paredes frías y pisos de cemento, se conserva el diseño argentino, con un archivo bien representativo.
El equipo está dirigido por Wustavo Quiroga, un diseñador industrial que desde hace cinco años planea la creación de esta entidad. En la tarea de la recuperación, conservación, difusión y puesta en valor del diseño argentino trabaja un consejo asesor: el de indumentaria y textil está a cargo de la socióloga Susana Saulquin, secundada por Kika Tarelli y Sebastián Rodríguez, más un equipo ejecutivo encargado de acercarse a los autores y trabajar junto a ellos en sus estudios.
Marina Baima es la coordinadora del archivo y da cuenta de que ya tienen 300 prendas de moda argentina. Incluye un repertorio de los primeros graduados de la carrera Diseño e Indumentaria de la FADU: Limbo, la marca fundada por Federico Moura que luego continuaron Charlie Thornton y Claudio Martínez; Varanasi; Andrés Baño con su intervención en la primera colección de Tramando; los diseños de Min Agostini, Cora Groppo, Vicki Otero, Sergio de Loof, y hasta piezas de la etiqueta Trosmanchurba. ¿Su objetivo? Que este archivo sea testimonio del desarrollo y la evolución del diseño en el país.
–¿Cómo empezaron?
–A partir de la experiencia que teníamos en gestión cultural de patrimonio de diseño armamos un equipo de trabajo que incluyó también a consultores. Comenzamos con un diagnóstico de la escena: cómo eran las colecciones de diseño y los archivos en Argentina, y nos dimos cuenta que había muy poco, incompleto o de visión unidireccional. Cuando en su momento hicimos el estudio analítico de la situación de las colecciones de indumentaria existentes, advertimos que (entonces, ya no tanto) había una visión más clásica, podría decirse, por parte del Museo Nacional de la Historia del Traje, una de las pocas instituciones dedicadas al acervo de la ropa argentina, pero no existía una colección de diseño contemporáneo argentino que abarcara los textiles y sus procesos (Vale aclarar que la actual gestión del museo acciona en favor de un proyecto más amplio).
–¿Cómo eligieron a sus asesores?
–Buscamos a los mejores en sus áreas. Así sumamos a Susana Saulquin, que trabaja con Kika Tarelli y Sebastián Rodríguez en indumentaria. Ellos contextualizan y descubren autores no tan conocidos. Son esos que crearon muchas piezas que muchos de nosotros usamos, que la gran mayoría usó, porque se trata de productos de industria argentina que no están identificados, que no conocemos exactamente quiénes lo hicieron.
–¿Qué estudio de campo hacen?
–Tenemos varias líneas y aspectos que se cruzan: económico, tecnológico, productivo, social, simbólico y cultural, todos se van analizando y definen el clima de época. Fuimos encontrando el molde, la plantilla con los colores, las pruebas de textiles, el muestrario simbólico de referencias que cada autor guarda para hacer una colección.
–¿Qué descubrieron en indumentaria?
–Descubrimos su gran valor, por la innovación de las industrias textiles, la importancia de la materialidad, el trabajo sobre el diseño y por como aprovecharon la capacidad tecnológica del momento. Esto se lee claro en casi todas décadas.
–¿Los diseñadores tienen noción de lo que generan?
–Creo que todos los autores tienen consciencia de su obra, de lo que hacen. El problema es que si no tienen un sistema que lo interprete y ponga en valor, se hace difícil guardar material por el significado que pueda tener en el tiempo. Es necesaria una demanda pública; la sociedad tiene que demandar hacer historia con el diseño. Es relevante conocer el legado para construir una historia del diseño. En otros países hay un trabajo muy fuerte sobre la identidad y el pasado, que aquí no se da aún.
La sociedad tiene que demandar hacer historia con el diseño
–¿Cómo se financia IDA?
–Trabajamos de manera asociada; por un lado, contamos con el financiamiento del Fondo Nacional de las Artes y del Institute for Studies on Latin American Art en Nueva York, que decidieron apoyar este emprendimiento a partir de la cantidad de información y conocimiento que estamos generando. Ese apoyo nos dio la posibilidad sentar las bases de nuestra institución y de nuestro archivo patrimonial. También tenemos convenios con universidades, como la UBA, UMSA y la UNLA, para intercambios profesionales y prácticas de capacitación y metodologías de contenidos. El equipo trabaja ad honoren; se trata de un trabajo colectivo de una comunidad de diseño decidida a armar y resguardar el patrimonio local.
–¿Cómo consiguen las piezas?
–Son todas donaciones, no compramos piezas. Esta es una colección "cívica", de la "comunidad del diseño" que, insistimos, decide resguardar el patrimonio. Diría que estamos en una instancia en la que hay suficiente material para armar el museo del diseño argentino, es el paso que sigue.
Hay suficiente material para armar el museo del diseño argentino
–¿Los diseñadores les confían sus creaciones?
–Sí, porque hay un trabajo previo que garantiza nuestro trabajo y refiere a nuestra trayectoria. Todos los consultores son los más calificados en sus áreas y eso respalda nuestro accionar profesional. La matriz de investigación y los archivos que conforman fundación IDA también demuestran la jerarquía que adquiere su legado. Las piezas que conforman el acervo son las mejores. Además, hay un marco legal muy prolijo. El acuerdo que se firma entre las dos partes es ético: cuida los intereses de la fundación pero, sobre todo, el trabajo, el crédito y los derechos intelectuales de los autores de diseño.
–¿Los autores siguen en contacto con su obra?
–Casi a diario. Hay una metodología de trabajo en la que el autor ve la evolución del tratamiento de su obra. Cómo se limpió, clasificó y digitalizó. Para los mismos autores esto es sorprendente. En Argentina no hay una tradición de archivo, de documentación con cierto orden esquemático, porque resguardar una documentación no supone tener simplemente un archivo. Se sostiene cuando existe una estructura lógica.
En Argentina no hay una tradición de archivo
–¿Cómo dan a conocer el archivo?
–En breve, lanzaremos una plataforma digital para investigar, activaremos nuestra Webcon el contenido institucional y ya nos comunicamos vía redes: @fundacionida. Además, tenemos otros proyectos que visibilizan nuestro trabajo, como un libro de arte y diseño sobre la década del 60 que hacemos junto al Malba. Sumamos con muestras, como la de Ricardo Blanco que se realizó junto al Fondo Nacional de las Artes, y Klang, una exposición que abordó el inicio de la música electrónica y concreta en la Argentina, en la que participamos en la ambientación de los diseños y en la elaboración de contenidos. Y tenemos mucho más por hacer. Esto recién empieza. Queremos hacer historia, la historia del diseño argentino.