Denim Day
Amo el jean, el denim. Me gusta porque tiene una libertad extraordinaria. Tiene la capacidad camaleónica que ningún otro material: miles de lavados, de trabajos de desgaste, de teñidos, de procesos que le dan alma y vida. Y tiene, también, la grandeza de ser para todos, el material más democrático del mundo. Puede costar pocos pesos o miles y miles. Puede ser un simple jeans o llegar al colmo de la sofisticación y darse el gusto de subirse a las pasarelas de Nueva York, Londrés, Milán y París como ocurrió en los desfiles del verano 2015, firmado por Kenzo, Gucci, Valentino, Louis Vuitton, Chloé o Burberry, convertido en un genial vestido de fiesta, en una pollera única, en un rotoso pero estiloso five pockets, en un trench o en una cartera que quita el sueño. Amo que un talentosísimo Pablo Ramírez pueda hacer magia y, de la mano de Santana, convertirlo en estrella de sus colecciones. Y me gusta, también, que el 29 de abril pueda este algodón tan maravilloso y resistente festejar su día y dar un mensaje profundo: el Denim Day. Un día que tiene un por qué triste: en 1992, en Muro Lucano (cerca de Nápoles), una joven italiana que usaba jeans fue abusada por un instructor de manejo. Fue condenado. Lo insólito llegó después: la Corte Suprema de Apelación de Roma revocó la pena de cárcel y afirmaba: "Los jeans no se pueden quitar ni siquiera parcialmente sin la cooperación activa de quien los lleva". Mujeres parlamentarias salieron a protestar y crearon el movimiento Jeans Alibi para concientizar sobre la violencia de género. Amo el denim, puede ser todo: alma de la moda, un mensaje profundo.
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