De vuelta. La diseñadora que viste a Marta Minujín regresa a la pasarela
Entrar en el espacio que Min Agostini montó en San Telmo es emprender un viaje exploratorio por el color y la forma. En los 300 m2 de la casa-taller-showroom conviven expresiones artísticas y de indumentaria. Es posible toparse con esculturas hechas con material en desuso, carteras que realizó con Marta Minujín y, por supuesto, prendas creadas por la diseñadora. De formación arquitecta, después de cursar un posgrado sobre moda en el Instituto Marangoni de Milán se animó a incursionar en la indumentaria y ahí plantó bandera para quedarse.
Construcción al cuerpo, esa es su contribución como "forma de entender y usar prêt-à-porter, prêt-à-couture y haute couture", dice. Tuvo locales en Palermo y Recoleta, y entre los hitos de su carrera, cuenta con la participación en la semana de la moda de Nueva York o haber sido elegida por Harrods para exponer sus piezas en la vidriera de la tienda británica. En 2016, con el nacimiento de su hija hizo un stand-by y eligió dedicarse exclusivamente a su crianza, incluso se desentendió de las redes sociales. El retorno se dio cuando empezó a diseñar este nuevo ámbito donde vive, desarrolla la marca y recibe a las clientas. Hoy presentó su colección en Designers BA, con un desfile en el estudio de Marta Minujín.
Mirá la cobertura del desfile en stories: https://www.instagram.com/lnmodaybelleza/
–¿Cómo es la nueva colección?
–Estoy en una etapa supercreativa y por primera vez esta colección la pensé mucho. Como soy arquitecta trabajo con la tercera dimensión, el espacio y los géneros que me ayudan en eso. Necesito probarlos sobre el maniquí. No hago dibujos, sino que voy viendo qué pieza me sale, puede ser un tapado, una chaqueta o un vestido. Usé géneros no tradicionales que se distinguen porque tienen mucha textura: neoprene, paños engomados y laminados. La paleta de color tiene base en el nude y hay toques de tonos tomate, rosa, cobrizo y verde. Además, en el desfile, la colección estará acompañada por sombreros hechos con material de descarte por Laura Noetinger y zapatos diseñados especialmente por Sylvie Geronimi.
–¿Y las tipologías?
–Todas con mucho volumen y formas, muy mi impronta. Ese estilo escultórico que tiene que ver con la relación con los materiales y el entendimiento del espacio.
–Al no dibujar e ir directamente a la tela, ¿cómo es tu proceso?
–Voy directamente al maniquí o me cuelgo la tela en mi cuerpo y veo qué forma se genera. Si es un volumen lo puedo aprovechar para hacer hombros o un bolsillo. Voy pinchando y haciendo recortes. A veces me da miedo cortar, pero lo hago porque una prenda resulta más creativa cuanto más recortes tiene. En general, mis piezas son enteras, a diferencia de las tipologías de indumentaria que tienen los cortes al costado del cuerpo porque se dibuja frente y espalda en un papel. Las mías tienen un recorrido y si se desarman son un paño entero que va tomando forma y dando la vuelta por el costado y la espalda. Esa es mi forma de diseñar. Y es mi fuerte: pensar espacialmente.
–Como la idea del habitar de la arquitectura...
–Sí, exactamente, es como el habitar de una prenda. Otra cosa que hace que mis piezas sean diferentes es que al no tener una tipología tradicional se pueden usar de formas distintas. Hay una blusa que se puede poner de siete maneras diferentes. La mujer de hoy busca diferenciarse y a la vez comprar piezas muy versátiles. Toda esta colección da para la noche o para usar de día con un jean. Son piezas para todo el año.
–¿Hacés algún registro de ese ensayo y error?
–Tengo piezas que es imposible volver a repetir. Si las llego a desarmar y trato de volver a pincharlas no me van a salir iguales. Después tengo otras que sí, por ejemplo, un pantalón llamado Quiebre. A ese le saqué el molde y lo puedo repetir. Lo puedo pasar dos o tres veces en el desfile con variaciones: uno es un cropped pant, otro es uno larguísimo y hay uno hecho con un género que tiene más caída.
–¿Enseñás tu método?
–Cuando di clases en la Universidad de Palermo, a mis alumnas les transmitía esta otra forma de diseñar. Les pedía que compraran telas bien económicas para que se sacaran el miedo, que aprendieran a leer el género, a sentirlo.
–Tu ropa puede tener rasgos de época, pero no seguís tendencias, ¿cómo definís lo que hacés?
–Al principio trataba de no mirar nada para no contaminarme, pero después me di cuenta de que tenía que hacerlo porque había cosas paralelas. Trato de despegarme de todo, incluso la palabra moda, ya que a veces me molesta el sentido con que se usa. No creo que alguien tenga que dictar una moda. Mis clientas no me preguntan qué se usa. Cada mujer tiene que encontrar lo que le queda bien. En mis diseños no hay un proceso determinado, no se ven las costuras y hay terminaciones con sellados hechos a mano. Trato de innovar no solo en los diseños, sino en el modo en el que trabajo un género. Incentivo a las clientas a que se prueben porque son prendas súper sentadoras. Me encanta cuando lo hacen y las veo pararse frente al espejo con otra actitud y otra prestancia.
–Volvés en un contexto económico poco favorable. ¿Qué perspectiva tenés?
–Soy intuitiva en todo lo que hago, y algunas cosas me salen bien y otras no. Si bien estoy puertas adentro, tengo 200 piezas colgadas y las colecciones las venía haciendo igual, pero no las mostraba. Me costó esa decisión de abrirme y de volver a mostrarme en las redes de las que me había ido completamente. Mis clientas son muy fieles. Me cuentan que tienen piezas desde hace dieciséis años y que todavía las usan. La mayoría me sigue desde hace años.
–¿Y cómo llegás a las clientas nuevas?
–Por el de boca en boca, porque le vieron algo a otra clienta. Mis piezas no pierden actualidad, eso es supergratificante. Quiero diseñar ese tipo de prendas y no otras que pasen de moda. Igual en mi caso eso no existe porque al no hacer moda no puede pasar de moda.
–¿En qué momento sentiste que estabas legitimada como diseñadora?
–Cuando me eligieron en Harrods para representar a la Argentina y cuando participé en Nueva York Fashion Week. Y cuando las clientas me dicen que lo que hago no lo encuentran en ningún lugar del mundo o se ponen la prenda y se sienten espectaculares. Es muy importante sentirse cómoda con lo que se usa. Por eso solo diseño lo que me hace sentir bien.
Vestir a Minujín
Min conoció de casualidad a Marta Minujín en un café quien le preguntó si la ropa que llevaba puesta la había hecho ella. Ante la respuesta afirmativa combinaron el diseño de algunas prendas. Empezó con un overol con una tela creada especialmente. Llegó a diseñarle alrededor de 40. La vistió para la retrospectiva que se hizo en el Malba, cuando recibió el Premio Americas Society en Nueva York y en Documenta 14. "Marta me da los lineamientos, los interpreto y llevo a la tela. Algún día me gustaría exponerlos", dice.