Cumbre de estilos: el balance de la moda en el G20
Durante las reuniones de la Cumbre del G20, los estilos de los mandatarios y sus acompañantes estuvieron expuestos ante los ojos que de quienes siguen la agenda del encuentro internacional. El balance de moda después de cuatro días de recepciones, encuentros bilaterales, cócteles y cenas de gala señala que se imprimió una mayor austeridad en la elección de la vestimenta por parte de sus protagonistas y predominó la sastrería occidental como lenguaje común y connotativo de poder.
Entre los hombres, el protocolo fue el gran denominador común. Los que arribaron al país coincidieron más en sus vestimentas que en sus lenguas e intereses: en las camisas almidonadas, cerradas hasta el último botón y rematadas con corbatas de seda; en los ambos en azul o negro con pantalones y chaquetas americanas, a excepción del primer ministro indio Narendra Modi y el príncipe saudita MBS, que se vistieron bajo los propios códigos nacionales. La nota de color la dio David Usher, embajador de Canadá en la Argentina, quien estrenó en la cumbre las medias verdes con pañuelos blancos recibidas como obsequio de parte de periodistas feministas argentinas, simbolizando la lucha por la despenalización del aborto en el país.
Theresa May , Angela Merkel y Christine Lagarde hicieron un destacado uso del discurso sartorial: trajes de saco y pantalón o falda (siempre por debajo de las rodillas) en tonalidades plenas y textiles funcionales. Este estilo es definido hoy como power dressing, un modo de vestir que empodera a quien lo lleva. Los accesorios aparecieron a discreción, mediante un uso acotado, aunque a veces lúdico, que cumplió con el objetivo de sumar color y textura. En el calzado, siempre elegante y a tono, se priorizó la comodidad por exigencia de las largas jornadas de reuniones. Lagarde es una gran clienta de la maison Chanel y hace gran uso de sus tailleurs y de los escarpines Slingback, en bitono beige y negro y taco ancho y medio, además de pantalones de la casa Austin Reed por sus textiles funcionales, que resisten las arrugas.
La fantasía en la vestimenta y los tacos altos fue más libre para las mujeres que acompañarondesde su rol como primeras damas que para las mandatarias. Algunas con papeles más activos que otros –agendas paralelas centradas en la igualdad de género, defensa de los derechos de los niños o las comunidades LGBQTI– lograron llamar la atención desde sus elecciones de guardarropas.
Sin necesidad de hacer alarde desde la ornamentación, la joyería lujosa ni el brillo,las acompañantes del G20 hablaron de la identidad de sus países desde la revalorización del diseño local. Brigitte Macron eligió vestirse con etiquetas como Louis Vuitton, mientras que Juliana Awada apostó por Evangelina Bomparola, Javier Saiach y Ménage a Trois. Otras, como las acompañantes oriundas de países asiáticos, eligieron un tipo diferente de representación desde el uso de tipologías históricas, con sastrería con alamares y cuellos Mao en trajes de seda e importantes bordados y textiles delicados en el hijab, en el caso de Emine Erdogan, la primera dama turca y Mufidah Jusuf Kalla, esposa del vicepresidente de Indonesia, quien además llevó el traje nacional de su país, un baju kurung.
Si bien mandaron los colores plenos –mayormente los claros, como blancos y neutros como el marfil y tiza debido a la estación del año, que aportan una presencia más contundente– no faltaron los estampados, como aquellos del vestido de la reina Máxima de Holanda, con flores en tonos mostaza, similar al color elegido por la directora del Fondo Monetario Internacional. El calzado fue la carta blanca entre las damas: a Juliana Awada se la vio en todos los eventos de sandalias, aunque la mayoría de las acompañantes prefirieron un calzado más protocolar: poderosos y altísimos stilettos en punta, como los Christian Louboutin que Melania Trump llevó en todas las ocasiones. Otras apuntaron al mismo modelo, pero con un mayor confort, con tacos medios y punta redondeada.
Dress code para cada agenda
La recepción y almuerzo para primeras damas, en Villa Ocampo, dio el marco de una ocasión al aire libre y distendida que se reflejó en las vestimentas de las mujeres. Aparecieron los estampados: algún print geométrico –como el de Ake Abie– pero principalmente los motivos florales: en el vestido tableado de seda de Melania Trump, de la firma italiana Gucci; la casaca típica oriental en violeta de Ho Cing, el vestido con punto smock de Sophie Grégoire y la mitad de la túnica de Emine Erdogan. También marcó estilo el total white (y blanco opaco también), que eligieron Brigitte Trogneaux, la británica Diana Carney (esposa de Mark Carney, presidente del Consejo de Estabilidad Financiera), y Juliana Awada.
En la gala del Colón, cuyo protocolo fue flexible y no de estricta etiqueta negra, pudo verse la sobriedad de sus acompañantes, quienes eligieron colores plenos y tramas sutiles. Los máximos brillos fueron los de los apliques florales del vestido de la reina Máxima, las perlas de Erdogan, los stilettos de Sophie Grégoire, a tono con la chaqueta de Lagarde y los destellos metalizados de los avíos de Brigitte Macron y el calzado de Melania Trump. Las variantes masculinas, como siempre, fueron mucho menores, con alternancia de colores de camisas, corbatas y juegos de gemelos.
Para el almuerzo femenino final en el Malba, las primeras damas se explayaron con una gran cuota de color donde primaron los tonos vibrantes por sobre los neutros y los estampados. La reina Máxima y las esposas de los mandatarios de Indonesia, Japón, del Consejo Europeo y del Consejo Financiero británico eligieron trajes de tarde en tonos cálidos, mientras que las norteamericanas, Emine Erdogan y Carney, apostaron por el blanco.
El estilo argentino estuvo bien representado en sello e identidad entre la reina Máxima de Holanda y Juliana Awada. Ambas tienen un gran conocimiento de qué les queda mejor, qué imagen quieren transmitir, reflejado en la elección de diseñadores locales, colores, accesorios y materialidades.
Sin ser el foco de las reuniones y, al igual que el lenguaje corporal, la moda y la imagen son idiomas que trascienden las fronteras y los límites y admiten un estilo que apuntó hacia una mayor globalización, a la valorización de las creaciones locales, la priorización de la comodidad, y un menor margen de juego en aquellas y aquellos que lideran un país, ya que el peso del poder también tiene un lenguaje propio.