Barbara Tfank: "Nunca pasé un día estudiando diseño"
La diseñadora elegida por Michelle Obama, de paso en Buenos Aires, cuenta que en sus diseños busca mostrar la esencia de la sofisticación norteamericana
Desde chica tuvo el ojo para detectar el buen diseño, y de más grande trabajó en cine como diseñadora de vestuario. Hoy viste a Michelle Obama, pero nunca pasó ni un día en una escuela de diseño. Trabajó con Bruce Weber y Richard Avedon, pero cuando los conoció casi ni sabía quiénes eran. De la mano de leyendas de la moda, el cine y la fotografía aprendió cómo armar una buena imagen de marca, diseñar productos de calidad y cómo crear un universo propio, donde la moda vibra a la par de su imaginación. De paso en Buenos Aires, Barbara Tfank vino a presentar su colección en la 23ª edición del Sotheby´s International Realty Six O´Clock Tea.
–¿Cómo surgió tu interés por la moda?
–Fue muy natural, a mi madre le gustaba la ropa y viajábamos mucho a Europa. Desde chica me apasionó la estética, la ropa, y también iba seguido a ver ballet, que tiene mucha relación con la apreciación de lo bello. Si bien era obvio que iba a dedicarme a esto, nunca pasé un día en una escuela de diseño. Estudié Educación en universidades prestigiosas como Stanford, pero aprendí de diseño de moda trabajando; primero, como asistente del diseñador Salvatore Cesarani en Manhattan, luego como estilista y creadora de vestuario en comerciales y en cine, y finalmente, con mi marca, ya desde Los Ángeles.
–¿Qué te dejó la experiencia laboral previa a lanzar tu marca?
–Los contactos y los mentores. En mi camino tuve muchos "profesores" que conocí trabajando, y aprendí todo de ellos. También conocí y asistí a Bruce Weber, fue el primer fotógrafo con el que trabajé y me acuerdo de haber sido muy entusiasta por aprender de todo; ya sea de iluminación, de fotografía, como de todo lo que involucraba mostrar una prenda al mundo. Además, en esas jornadas me relacioné con editores de moda y con personas importantes de la industria. Muchas de esas conexiones las tengo hoy. Hasta trabajé junto a Richard Avedon y era un ambiente increíble. Yo no sabía quién era la primera vez que lo vi, pero era muy agradable con todos los que trabajábamos en las producciones.
–¿Cómo empezaste a vender lo tuyo?
–Cuando en los años 90 aparecieron las grandes producciones de películas del estilo de Titanic, yo trabajaba como diseñadora de vestuario. A mí me gustaba crear trajes de buen gusto, buen calce y de mucho estilo, todo lo contrario a las películas comerciales que estaban haciéndose. Entonces decidí ser selectiva: sólo trabajaría en vestuario de films que me gustaran, no iba a hacer películas con sangre, efectos especiales o cosas poco estéticas. Al tiempo pensé que tener buen gusto sería un problema si quería seguir en cine, y me enfoqué en la idea de poder crear mi línea para aquellos que, como yo, querían mantener el diseño clásico, aquél que venía del cine. Como iba a muchos eventos, me mandaba a hacer abrigos que a todos les gustaban. Finalmente, diseñé una pequeña colección, fui a Barneys en Nueva York y me los compraron todos. Así empecé, es increíble, porque no tenía idea de nada.
–Y hoy vestís a Michelle Obama.
–Sí, y eso ayuda a que mi nombre sea más reconocido, pero también por haber vestido a Adele. Lo de Michelle se dio cuando yo estaba en un viaje en París y por casualidad su estilista me conoció gracias a mi asesor de ventas. Se llevó un par de vestidos que seleccionó para la Primera Dama y me dijeron que tenía que mantenerlo en secreto. Yo estaba muy emocionada. Tiempo después la conocí en persona. Me invitaron a conocerla una vez que ella ya había usado tres prendas mías; la última fue cuando viajó a Inglaterra a conocer a la Reina Isabel. Cuando le dijeron a Michelle que yo era la diseñadora de los vestidos que había usado, gritó mi nombre y me preguntó si me podía dar un abrazo, y yo no lo podía creer.
–¿Tienen una relación cercana?
–Tengo con ella contacto frecuente. Es una persona muy agradable, y tuve el honor de que me haya elegido como mentora para un evento que hizo en la Casa Blanca: recibió muchas cartas de niños y jóvenes que querían ser diseñadores y las guardó todas. ¿Qué hizo? Armó un White House Fashion Workshop y convocó a algunos diseñadores para que fuéramos mentores de los niños. Los recibió con una gran comida, como si fueran pequeños diplomáticos, y las salas de la Casa Blanca se convirtieron en aulas donde enseñamos cómo empezar a diseñar a partir de la inspiración.
–¿De qué manera definís la sofisticación norteamericana?
–Creo que lo típico de la sofisticación norteamericana son las prendas influenciadas por los diseñadores europeos, como Balenciaga o Chanel, y con un toque chic y mezclado entre lo casual y lo elegante. Michelle tiene ese estilo, puede usar vestidos hechos a medida pero también le gusta la ropa más informal.
–Tus diseños son muy trabajados, lo opuesto al concepto del fast fashion que predomina en el mercado.
–Sé que soy una rareza en Los Ángeles, la ropa que hago es muy sofisticada, nada urbana. Nunca me gustó ir al ritmo de las tendencias. Hoy hay una crisis en la moda, la velocidad de Internet lleva a que surjan cosas maravillosas y otras que no lo son tanto, porque los diseñadores no tienen el tiempo suficiente para diseñar tantas colecciones por año. Yo hago dos, que es lo que muchos están haciendo ahora, y creo que así se puede mantener diseños de calidad.