Angélica Dass: “Me sentí fea durante 30 años”
La artista brasileña revaloriza la belleza en la diversidad de los tonos de la piel y cuenta su experiencia de vida, por fuera de los estándares estéticos hegemónicos
Como un erizo, Angélica Dass levanta las espinas cuando escucha las palabras “moda y belleza”. Su primera reacción, ante la posibilidad de reflexionar sobre la estética desde el color de la piel, en un espacio dedicado a la moda, es de incredulidad. “No es nada personal”, aclara muy pronto, algo desconcertada de sí misma, como si todos tuviéramos prejuicios que derribar. Esta fotógrafa que vino a participar de la última edición de las charlas TedxRiodelaPlata, en versión Salón, rápidamente se pone a atar cabos y a revelar las heridas que activaban en ella semejante defensa.
“Hasta los 30 años yo no supe cómo era mi cuerpo realmente. Mi mamá comenzó a alisarme el pelo cuando tenía tenía 6. Desde muy chica me hice todo tipo de tratamiento para mantenerlo sin rulos, sin volumen”, recuerda. “A los 28 años, cuando me fui de Brasil a España, tomé la decisión de liberarme de toda referencia y raparme”, revela. “Lo que siguió, durante dos años, fue ver mi pelo mota crecer. Descubrir cómo era mi cabello, qué hacía, cómo se desarrollaba. En ese proceso, que retraté en mi serie Desenredo, me descubrí a mí misma, descubrí la historia de mis ancestros y encontré mi proyecto y mi statement”, explica.
“Porque sí, claro, la apariencia que uno elige, es una posición ante el mundo”, aclara determinada. El proyecto que lleva adelante Angélica se llama Humanæ, consiste en una serie de fotos que inspiró su ámbito familiar. “Mi padre fue adoptado. Él es de un intenso tono chocolate oscuro. Su madre tiene piel blanca de porcelana y cabellos de algodón. Mi abuelo estaba entre un tono vainilla y el tono del yogur de fresa, como mi tío y mi primo. Mi madre es hija de una nativa de Brasil, de piel canela con un toque de avellana y miel y de un hombre con la piel café con leche, pero con mucho café. Ella tiene dos hermanas. Una con una piel maní tostado y la otra, también adoptada, está más bien tirando al beige, como un panqueque”, describe al comenzar su charla.
“Recuerdo cuando descubrí los colores en mis primeras clases de dibujo. Era divertido y creativo, pero nunca entendí el único lápiz “color carne”. Yo era de carne, pero no era rosa. Mi piel no era “color piel”, era marrón ¡y la gente decía que era negra! Tenía siete años y un lío de colores en mi cabeza”, rememora con risas que se evaporan fácilmente, porque la reflexión no tarda en llegar. “Sería gracioso si no fuera porque la gente pasa su vida pensando que los colores son absolutos, blanco y negro y de ahí salen muchas ideas y decisiones políticas”, plantea.
Aunque era muy chica, la idea de un mundo peligrosamente simplista comenzaba a molestarle. Años después, el proyecto de identificar las pieles con los colores industriales representados por el Pantone Matching System –un sistema de identificación, comparación y comunicación del color para las artes gráficas– le pareció una buena forma de demostrar la sutileza de las diferencias.
–Si los lápices de colores pueden tener semejante repercusión en construcción de la identidaded en un chico, ¿qué sucede con el maquillaje?
–Si el proceso de convertirse en mujer es difícil, siendo una mujer distinta a los modelos regulares es aún peor. Empezás por alisar tu pelo, seguís por acostumbrarte a jugar a la mamá con muñecas que nada tienen que ver con vos y cuando crecés un poco y querés ponerte linda, descubrís que no existe tal cosa para algunas personas: que no hay colores que vayan con tu piel, que no hay tips en revistas que puedan servirte. Simplemente el mundo de la belleza te ignora. Ya no es una cuestión de mercado ¿acaso no hay consumidoras con pieles oscuras? Son elecciones que hacen las marcas, porque incluso cuando venden ser “diversas”, su diversidad está reducida a mundos de pieles claritas, la referencia es el modelo de siempre.
–Actualmente se dice mucho que el concepto de belleza se está ampliando gracias a la participación de personas reales en el Web, ¿pensás que es real?
–Lo que es real es que si uno busca otros modelos, la información existe y los ejemplos están. Lo que no es real es que esto suceda masivamente. Da una vuelta por cualquier cadena de cosméticos en cualquier lugar del mundo y mirá las fotos de los envases de los productos. ¡Hasta para las tinturas oscuras las modelos son blancas! En lugares que no tienen mucha diversidad de colores pasa inadvertido, pero en lugares como Brasil, es desconcertante. Durante mis primeros treinta años de vida yo me sentí francamente fea, no tengo problemas en decirlo.
¿Cuándo lograste finalmente descubrir tu belleza?
En ese momento en que decidí raparme y empezar a explorar mi identidad. Tuve que irme muy lejos de mi país para hacerlo. La distancia me ayudó a pensar, pero mi color me sigue condicionando. He sido tratada como una prostituta caminando por la playa sólo por mi color de piel y más de una vez me han invitado a tomar el ascensor de servicio por lo mismo. Desenredar mi pelo fue desenredar esa historia y mirarla de frente. Saber quién soy y de dónde vengo me ayudó a comenzar a sentirme hermosa.
Ponerle el cuerpo
En su obra Desenredo, Angélica Dass se muestra y explica: “Trato de organizar los mechones de lo que me inculcaron...y acepto ser quién soy”. Se puede ver en www.angelicadass.com/desenredo/
El proyecto Humanae muestra retratos de personas de todo el mundo que forman un mosaico con la amplísima gama de tonos que admite el color piel en la humanidad. El trabajo se exhibe hasta el domingo 30, en la Fototeca Fola (Distrito Arcos, Palermo).