Alejandro Gómez Palomo. El andaluz que exhibe sus diseños genderless en el Met
"Es muy teatral, como todos los grandes diseñadores". Así se refirió Pedro Almodóvar a Alejandro Gómez Palomo en un retrato para la revista Vogue. Y ese halago significó para el fundador de la firma Palomo Spain un pasaporte de legitimidad no solo para el star system ibérico, sino también para el internacional. Con 27 años recién cumplidos, diseñó para Beyoncé y Miley Cyrus, y ahora hace foco en la taquillera Rosalía. Ahí está Palomo, al otro lado del océano, en Posadas, un pueblo del sur de España, en medio de una carrera meteórica de poco más de tres años, con seguidores de todas partes del mundo, tanto a través de las redes sociales como por su rol de jurado en el reality show Maestros de la costura.
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Formado en la escuela Central Saint Martins de Londres, ya debutó en las pasarelas de París y Nueva York, e incluso se atrevió a Moscú. Ahora, la cuestión es que el millennial andaluz que salió del molde de las convenciones de la ropa masculina a puro barroquismo, prendas agigantadas y atuendos más cercanos al dandismo del siglo XIX que a lo contemporáneo tiene seis piezas de su autoría en la exposición Camp: Notes on Fashion, organizada por The Costume Institute en el Metropolitan Museum of Art (Met) de Nueva York.
–¿Habías imaginado algo así?
–Sí, pero no tan pronto. Que mis piezas formen parte de un trocito de la historia de la moda me pone muy contento, muy orgulloso.
–¿Qué características del camp tiene tu ropa?
–Creo que no hay mejor definición del camp que lo que hago. Para mí el camp es lo extravagante y lo divino por su propia naturaleza, porque nació así y es como lo interpreto hoy. Palomo Spain les habla a esas personas, diferentes, extraordinarias.
–¿Cómo fue tu paso por Londres?
–Fue difícil, tenía 18 años cuando llegué. Tuve que trabajar desde el principio. Era un chico con tanta inquietud que ese era el sitio donde tenía que estar. Me di cuenta de que la moda estaba en la calle, en los clubes y los jóvenes lo interpretaban y vestían como les daba la gana. Aunque la dinámica era completamente diferente a lo que pasaba en España. Todos venían de un bachillerato inglés con formación en moda y acá pintábamos manzanas y naranjas en un bodegón, no era nada creativo. Pronto me acostumbré al trabajo autodidacta. Cuando empecé me gustaban Nicolas Ghesquière y Raf Simons, y toda esa ola de moda más moderna, pero realmente aprendí con John Galliano, Karl Lagerfeld, Gianni Versace, Yves Saint Laurent y Valentino. Era todo lo que había visto y a partir de eso creé un contexto.
Trabajamos sobre la base de un patronaje masculino para que la use quien le dé la gana; la ropa no tiene género
–En un momento en el que está en auge lo ugly, con tu marca revalorizás la fantasía. ¿Es eso lo que genera tanta atracción?
–Creo que es un mensaje y una propuesta que tienen que ver con lo que está pasando en el mundo y con lo que somos. Veníamos de un tiempo de la moda feísta, triste y gris. Cuando me fui a Londres había una crisis tremenda en España y en casi toda Europa. Los cambios sociales se reflejan en la moda. Los más jóvenes empezamos a disfrutar y a ver de nuevo lo que la moda significa. Cada bordado, cada tela, cada manga. Para mí hacía falta y fue natural reflejarlo de esa manera.
–Algunos dicen que tu ropa es genderless, otros que son prendas de mujer para hombre. ¿Cómo la definís?
–Es bonita, preciosa y se la puede poner quien le dé la gana. Diseño con un hombre en la mente. Trabajamos con una base de patronaje masculino, pero siempre pensé que la ropa no tiene género. Sí el patronaje, pero no la estética. Ahí es donde borramos lo estipulado. Aun así, es ropa de hombre que intenta ser cada vez más unisex.Tengo muchas clientas y se adapta cada vez mejor al cuerpo femenino como al masculino.
–Vestís a Rosalía, ambos son millennials y reviven la tradición andaluza...
–Nuestros backgrounds tienen mucho que ver. Creo que lo que nos hace parecernos es que usamos las raíces de manera fresca y moderna. Antes, la gente estaba acomplejada de sus países y era poco patriota. Para nosotros la cultura de aquí es superrica y tenemos que mirarla, observarla y proyectarla a futuro.
–Y con Pedro Almodóvar, ¿cómo se dio la relación?
–Vino hace dos años a una presentación en el Club Matador, que lo habíamos convertido casi en un prostíbulo. Lo vi mientras yo hacía una entrevista y quedé perplejo. Lo saludé, lo llevé al back y desde ese día no ha dejado de quererme. Prometió que iba a venir a Posadas y estuvo aquí comiendo con mi costurera y mi familia e hicimos fotos con mis amigos. Después publicó ese artículo precioso en Vogue España y vino a muchos desfiles. Es un privilegio conocerlo.
–¿Hay algún proyecto juntos?
–De momento, no. Es lo que se pregunta todo el mundo. Ya surgirá.
–Tu última colección, 1916, toma como referencia a Rusia e hiciste un desfile ahí hace unos años. ¿Qué te atrae de esa sociedad?
–Ese es el año en el que los rusos se exilian y los acogemos aquí. Además por la vanguardia, por cómo cambiaron la forma de mirar el ballet y fusionaron la moda, el arte, la intelectualidad. Fueron muy avanzados para su momento. Es un poco lo que hacemos en la moda de hoy en día.
–Tu padre, que también trabaja en la marca, dijo que la pasión era buena, pero que había que vender. ¿Cómo va la marca en ese sentido?
–La moda no tiene sentido si no se lleva a la calle. Lo que me hace más ilusión es que la ropa se venda y que la gente la use. Es un business. Trabajamos para tener una web superprofesional y que se venda en todo el mundo. Lo hacemos en París, Los Ángeles, Nueva York, Tokio, Osaka, Macao y Shanghai. También es parte del negocio el atelier de alta costura. Va creciendo cada día más, estamos contentos y excitados con poder seguir y que sea algo global. Pudimos llegar rápidamente a la gente, pero me quedan muchos años. Todavía no me hice rico (risas).