Adriana Marina: “En moda, hoy gusta algo que no gustaba ayer ni gustará mañana
Creó Animaná, una firma de ropa sustentable a partir de su experiencia y relación con los artesanos, practica el comercio justo y vende en París, Estados Unidos y ahora en Buenos Aires
Animaná proviene de la lengua extinta kakane y significa "un lugar en el cielo", el que Adriana Marina percibió en su niñez, en la Patagonia, en el fin del mundo. Vivía en Puerto Santa Cruz y pasaba sus veranos en la estancia de sus abuelos, un lugar muy poco habitado. Interactuaba con los trabajadores del campo y las ovejas, haciendo rodeos, esquilas. Crio guanacos, ñandúes, corderos... esa fue su principal formación. Aprendió de los procesos, los ciclos de la naturaleza y del hombre como gran hacedor de los mandatos del cielo en la tierra. La impronta que dejó en ella aquellos días sentó las bases para la creación de Animaná, una empresa que busca revalorizar las tradiciones de los artesanos de Los Andes, desde la Patagonia hasta Bolivia, rescatando el trabajo de hilado y la creación de fibras naturales para hacer prendas que hoy se comercializan en una boutique de París, en multimarcas de Estados Unidos y en su flamante local en Thames 1484. El año último, Animaná fue elegida por Fabric of Change, de la fundación de la cadena belga de ropa C&A, junto con Ashoka –una organización que identifica e invierte en emprendedores sociales líderes, individuos con ideas innovadoras, y busca potenciar su alcance global, con el apoyo financiero, estratégico e intelectual que requieren, como uno de los 20 modelos de empresas sustentables del mundo de la moda, gracias a su modelo de negocios original que aporta a la transformación de la industria. Además, en Argentina, participan de GlobalizerX, un programa ayuda a los emprendedores sociales con el fin de reflexionar sobre las estrategias y habilidades de liderazgo que necesitan para generar un impacto generalizado en un mundo caracterizado por el cambio constante.
–¿En qué te basaste para crear este proyecto?
–En el duro trabajo de los artesanos de América Latina y su homenaje a la tierra, al cielo y a la sociedad. Ellos son la base de la industria de la moda y viven en situaciones de pobreza, marginalidad, olvido, pérdida continua de sus artes y leyendas basadas en los ciclos de la naturaleza. Hacer una marca que lleve sus valores, que vuelva a la raíz de la industria, es un gran desafío con un mensaje poderoso.
–¿Siempre te atrajo la moda o es un camino para canalizar otros intereses?
–Nunca entendí ni me interesó la moda. Recuerdo de chica haber leído en una revista en el sótano de la casa de mi abuela en Santa Cruz: "La moda es un extraño fenómeno por el cual hoy te gusta algo que no te gustaba ayer ni te gustará mañana". Para mí la ropa cumple una función práctica: vestirnos y estar cómodos. Las fibras naturales son saludables, confortables, amigables, eternas. Permiten que la piel respire. Son prendas que te duran y que cada año querés más y no menos. Este concepto está en Animaná.
–¿Qué aprendiste de la industria?
–Comprendí que el complejo universo de la moda genera un marcado impacto en aspectos sociológicos, económicos y medioambientales de la sociedad, y define comportamientos en su conjunto. Entonces, en esta industria encontré una verdadera plataforma de comunicación para llevar un mensaje de transformación a través de una marca.
–¿Cómo construiste tu relación con los artesanos?
–El proyecto comenzó con un trabajo intenso de interacción con las comunidades. Visité y colaboré con muchas y diversas comunidades, tanto en Argentina como en Perú y Bolivia, conociendo sus artes, técnicas, hilaturas, fibras. Fue un largo proceso de convivencia, de sentirme atraída por su forma de vida. Pero a su vez, fui viendo, sin poder creer, las carencias que hay en los pueblos andinos, la falta de herramientas, infraestructura, la dura vida que llevan y la pérdida continua de estas artes y espacios de sabiduría y cultura tan ricos para la humanidad.
–¿Qué valorás de ellos?
–Esas comunidades indígenas tienen sabiduría, humildad, compasión, aceptación, convivencia y respeto absoluto por la naturaleza y sus leyes. Nosotros tenemos conocimiento, y en el intercambio surge un diálogo que puede conducirnos a todos en conjunto como sociedad para poder evolucionar.
El universo de la moda impacta en los aspectos sociológicos, económicos y medioambientales de la sociedad y define comportamientos en su conjunto
–¿Animaná se rige por el comercio justo?
–Es una empresa social, basada en un modelo holístico. Trabajamos en colaboración para lograr mejorar y transparentar las cadenas productivas del inicio al final. Estos procesos incluyen como principio al comercio justo, una relación comercial basada en el diálogo, la transparencia, y el respeto mutuo, buscando una mayor igualdad en el comercio. En este sentido, la naturaleza fue mi mayor maestra. Cada uno de los productos de Animaná son creados en un proceso que respeta los ciclos naturales, de las manos que los producen en sus lugares de origen, donde se encuentran los mayores expertos del arte a mano, en los Andes.
–¿Cuál es el aporte que hizo la experta en moda Dominique Peclers a tu firma?
–Me presentaron a Dominique Peclers, en Francia. Es experta de la moda mundial y más de 50 años de experiencia en el mercado del lujo. Le conté de mi sueño de desarrollar Animaná, y sonrió el mismo sueño. Hoy es parte del equipo permanente. Me empujó a sacar adelante este proyecto, para que naciera de mis experiencias y visión. Me ayudó a darle forma y junto con su red de contactos y colaboradores nos facilitó mucho, hizo que las colecciones fueran aceptadas por clientes muy exigentes, así también fue fundamental en la apertura de la boutique Animaná en París.
–¿Ves cambios en cómo los consumidores de hoy encaran la compra de un producto?
–Lo veo en algunos sectores de la sociedad, pero aún no es una generalidad. Cuando damos charlas o cursos, los jóvenes inmediatamente despiertan. Quieren usar ropa ética. Eso nos da fuerza para llevar adelante programas de educación desde la ONG que creamos: Hecho X Nosotros. Las empresas del mundo siguen a los consumidores. Si damos esa señal de interés y elegimos marcas por su impacto social y ambiental, si nos interesamos en los procesos, vamos a ir hacia una sociedad evolucionada y sustentable. Como empresarios, debemos cambiar el concepto de que las empresas valen solo por su rentabilidad económica, y más bien entender que valen por ser agentes de cambio que usan el mercado para traccionar cadenas de producción responsables.