Acerca de los talles y el maniquí
En lugar de prevenir, reglamentar / La constante nacional
Todas las firmas fabricando todos los talles, como si los diseños fuesen chicles capaces de estirarse y arrojar los mismos resultados en diferentes medidas. La famosa ley de talles de la provincia de Buenos Aires, que se sancionó sin consulta previa con el sector y, previsiblemente, se cumple tarde, mal y nunca. Y ahora, los maniquíes de las vidrieras en la mira a partir de un proyecto de la Legislatura porteña, pretendiendo que sus medidas no sean menores que el talle 38. Caminos propuestos por los legisladores que supimos conseguir para aportar soluciones a los problemas de anorexia y bulimia, gravísimos, acá y en el resto del mundo.
Reglamentar lo irreglamentable, una constante en este asunto que toma a la moda como principal responsable de la enfermedad, sin advertir quizá que tal vez sea sólo un ámbito más donde conflictos de otra índole (familiares, emocionales y, por supuesto, sociales) se manifiestan. A la vista está que existe otra enfermedad en alarmante expansión vinculada con la alimentación, a la que todavía no se le ha encontrado culpable directo, más allá del hábito de la comida chatarra, la obesidad.
Dos extremos de una problemática que parece hablar de asuntos bastante más esenciales que el modelo de flacura planteado por la moda. Por lo pronto, de la crisis de valores y expectativas de la sociedad en que vivimos, manifiestos a diario en la violencia de todo tipo que generamos y padecemos.
Sería hora, entonces, de que quienes nos gobiernan se tomasen el tema algo más en serio y en lugar de optar por atajos facilistas decidiesen, por fin, instrumentar en forma sostenida campañas de prevención efectivas, amén de promover otras acciones. En los talles, por ejemplo, abriendo las arcas y brindando facilidades (créditos blandos, descuentos impositivos, etcétera) para el desarrollo de líneas de moda joven con tendencia en medidas amplias. De los maniquíes, ni hablar. Difícil pensar que la atención de las chicas se centre en esas perchas anodinas y casi siempre iguales sufriendo por no parecérseles. Lo que puede frustarlas, desde ya, es que de esa ropa no haya talles para ellas y, muy probablemente, que si los hubiese tampoco podrían comprarlos, porque el sueldo no les alcanza.
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