En el centro de todo el desafío argentino, hay un problema económico; el papel del clima en el destino electoral del Gobierno; Massa está empeñado en un ajuste, que Cristina Kirchner debe respaldar porque no tiene un plan mejor
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Embarcados en nuestra odisea, conviene no perder de vista lo central. No dejarnos ganar por lo accesorio. En el centro de todo el problema argentino, hay un problema económico. Y en el centro de ese problema económico está, como sucede desde hace 50 años, una crisis con el dólar y con la capacidad de la economía argentina de producir los dólares necesarios para sostener nuestros niveles de consumo y de vida.
Vamos a mirar, para entender este problema, un cuadro que elaboró el economista Fernando Marull. Muestra el comportamiento de las reservas, de la disponibilidad y la demanda de dólares que tiene que ver con exportaciones e importaciones. Vamos a hablar del tema del campo porque es central la cuestión hoy. Prácticamente, toda la política y la vida pública argentina depende de lo que pase con el clima, y por lo tanto de lo que pase con las cosechas. Fíjense como cae la oferta de dólares. En septiembre fue de 8576; cae a 1216 en octubre, 1284 luego. Recién empieza a recuperarse en abril. Este es un gran bache que tiene el Gobierno con los dólares. Todo esto está, obviamente, proyectado. También nos muestra la proyección del resto de las exportaciones, que están más o menos 4 mil millones de dólares por mes, constante.
Podemos ver también las importaciones de energía: 200 millones de dólares un mes, 200 el otro, 300 un poco más tarde. Son dólares que salen del Banco Central. Se entiende así la urgencia que tiene el Gobierno en la construcción del gasoducto que permitiría depender menos del gas licuado, para usar el propio gas de los yacimientos argentinos.
El cuadro muestra también el resto de las importaciones: 4500 millones de dólares en noviembre y diciembre, 4600 en enero, 4900 en marzo y 5000 en abril. Esto se puede corregir poco, porque si uno importa menos, resiente a la industria y a la producción, que ya está muy castigada. Entonces, hay que mirar los dólares que se van por el turismo al exterior: 500 millones de dólares por mes, calcula Marull. De esto se desprende que algo va a pasar con los que hagan turismo en el exterior.
El Gobierno está administrando de manera casi extorsiva la posibilidad de darle dólares al que tiene que pagar una deuda afuera. Si es una empresa alimenticia, le va a pedir que congele los precios a cambio de darle esos dólares. Si es una empresa energética o si está ligada a la construcción, le va a pedir que aporte al tema del gasoducto. Estamos en una gran encerrona, donde hay una opción permanente entre dificultades, en el borde del abismo. La síntesis de todo esto, según este cálculo, es cómo va a perder dólares el Banco Central por lo menos hasta marzo: 494 millones de dólares abajo en octubre, 718 en septiembre, 111 en enero, 300 en febrero. Este es el saldo de la compraventa de reservas. Es decir, nos vamos a encontrar de nuevo con un problema de reservas en el Banco Central, que afecta principalmente a las importaciones y por lo tanto a la producción.
En este contexto se agrega el problema climático, que empieza con el trigo, la denominada cosecha fina, y sigue después con la cosecha gruesa. Es un tema crucial. De lo que pase con el clima depende el destino de la economía de todo el año que viene, y el destino electoral del Gobierno.
En un mapa que registra los niveles de humedad en el suelo del 7 de noviembre del año pasado tenemos zonas naranjas, secas, zonas rojas más secas, verde, más húmedo, amarillo. Y hasta un verde oscuro que indica altos niveles de humedad.
Al ver ese mismo mapa hoy vemos que es todo colorado. Colorado, naranja. Esa es la sequía. Quiere decir que estamos en estos niveles de humedad, muy abajo. Esto significa que hay un problema con el trigo y que puede haber un problema con la soja.
El trigo afecta a zonas muy productivas, como por ejemplo el sudeste de la provincia de Buenos Aires. Ahí ha habido agua, pero apareció otro fenómeno negativo, que no es la sequía, sino las heladas. Este frío tardío ha dañado muchísimos campos muy productivos de trigo en este tiempo. Estamos hablando de Tandil, Miramar, y desde Mar del Plata hasta Tres Arroyos. Para tener una idea. Un campo que pierde 1000 hectáreas de trigo tiene una pérdida de un millón de dólares de inversión. Y puede ser una pérdida de 3 millones de dólares de facturación. De 24 millones de toneladas de trigo, que se producen habitualmente, este año se producirían 14. Hay 10 que se consumen aquí en el país. Es decir que cuando se producen 24 millones, que es lo normal, se pueden exportar 14 millones de toneladas. Dado que se producirían solamente 14, y 10 quedan acá, se pueden exportar en vez de 14 este año, 4. Y eso significa que aquellos números del Banco Central están castigados por una no exportación de 2000 millones de dólares menos.
Estamos en otro problema, que es la siembra de la cosecha gruesa. Si miramos el año pasado, para esta época estaba aproximadamente sembrado el 25% de la soja. Este año, para la misma época del año, solo se sembró el 5%. Y todo el mundo está mirando si conviene sembrar, porque no se sabe si esa siembra no va a ir a pérdida, si se va a poder cosechar. Y para que se pueda cosechar debería llover mucho durante los próximos tres meses. Si eso no sucede, estaríamos frente a una pérdida de dólares del sector exportador, que muchos calculan, muy conservadoramente, en 8000 millones de dólares. Otros hablan de 10.000 millones de dólares.
El Banco Central tiene que seguir haciendo malabares para evitar la devaluación. Solo se puede evitar si hay una restricción dramática de las importaciones. Esa restricción la estamos viendo hoy. Hay un dólar, y se pelean distintos sectores para ver quién lo consigue, para traer tal insumo, para traer ese bien de capital que hace falta. Hay actividades que se empiezan a paralizar. Esto tiene consecuencias. Porque el que compra finalmente el producto importado paga con pesos. Si no está el bien importado, van a sobrar pesos. Y esos pesos que sobran habitualmente van al dólar, de una u otra manera. Es decir que la caída de importaciones afecta no solamente a la producción, sino que genera un problema con la demanda de dólares que termina produciendo más inflación. Además, la restricción sobre importaciones obviamente reduce la cantidad de bienes y hace que el precio de esos bienes suba. Cualquier economía más cerrada es una economía más inflacionaria. Es decir que vamos a una complicación grave, si es que no se corrige el problema meteorológico. Y esa situación grave implicaría más inflación y menos producción, más recesión. Es decir, el peor de los mundos.
Por supuesto, acá está el gran signo de interrogación de lo que pueda pasar antes de las elecciones. Y es, si el Gobierno va a poder, si Sergio Massa va a poder cumplir con lo que pidió Cristina el viernes pasado en el acto que realizó en Pilar. Ella expresó una consigna crucial: no devaluar bajo ningún concepto. La devaluación no necesariamente es un acto que depende de la decisión del Gobierno. Cuando el estrangulamiento de las reservas del Banco Central se vuelve insoportable, la devaluación ocurre sola. Aún así, Massa está preparando un nuevo dólar soja, porque calcula que hay U$S 5000 millones de dólares para liquidar. Es decir, en términos de Máximo Kirchner, está por poner de nuevo de rodillas al país frente al campo.
Mientras tanto va ocurriendo un ajuste igual. Por esto que hablábamos. Es decir, es más inflación, menos actividad. No es que hay ajuste o “no ajuste”. El ajuste lo realiza el Gobierno o lo realiza con menos piedad social, con menos conmiseración el mercado, que es lo que estamos viendo hace tiempo. Cristina hizo una defensa, no solamente de la no devaluación, sino de los controles de precios. Es decir, puso sobre la mesa los instrumentos a los que suele recurrir permanentemente.
Inspirada en la forma en que la vicepresidenta observa el problema del precio de la medicina privada, hay una novedad de control de precios que la vamos a conocer este martes. Tiene que ver con la medicina prepaga, que financia gran parte del sistema médico. Muy probablemente hoy conozcamos una resolución por la cual se modifica la actualización de las cuotas de las prepagas. Ya no se va a hacer, cómo se había pactado, por el índice de inflación, sino por el índice de actualización salarial, que es un índice que va por detrás de la inflación. El promedio de la actualización salarial en la Argentina va por detrás de la inflación y eso es un drama político porque el deterioro del salario es determinante de las derrotas electorales.
Esa resolución va a determinar entonces que va a haber una fórmula de actualización por la cual las empresas de medicina van a perder respecto de la inflación. Y esto va a afectar obviamente al Sindicato de Sanidad. El salario es más o menos el 90% del ingreso de la medicina privada. La norma, en teoría, establece una segunda regla esta normativa. ¿Cuál sería esa segunda regla? Aquel grupo familiar que tenga un ingreso superior a más o menos $300.000 va a tener que pagar la totalidad de la cuota. Aquel grupo familiar que tenga menos de $300.000 como ingreso, del grupo familiar, la prepaga le va a poder cobrar solamente el 90% de la cuota. De una cuota que va a ser menos porque no va a seguir la inflación, sino que va a seguir el promedio del ajuste de salarios. ¿Cómo se va a hacer para determinar lo que cobra cada grupo familiar? Nadie lo sabe. ¿Va a depender de declaraciones juradas? Aquel que no se dé cuenta y no firme la declaración jurada, y después se presente diciendo que cobra menos, ¿qué se le va a hacer? ¿Un reintegro? ¿Cómo va a operar la AFIP en todo esto? ¿Qué pasa con aquel que paga sin ser asalariado? Un rentista extranjero que compra un servicio de salud, una prepaga, puede mentir. ¿Cómo se van a verificar sus ingresos? Entramos de nuevo en una especie de laberinto que termina siendo impracticable, como el de la segmentación tarifaria, que también se convirtió en el reino de las arenas movedizas para poder fijar el precio de la energía.
Ahora trasladamos esto al precio de la salud. Obviamente esta medida, como suele suceder con las medidas populistas, lo primero que suprime es la pregunta sobre su sustentabilidad en el tiempo. Entonces, no nos debería extrañar que si esto se extiende en el tiempo haya prepagas quebradas y clínicas quebradas, y que el sistema se achique. Y una enorme carga caiga sobre el hospital público. Esto no está pensado. Porque de lo que se trata es de simular una inflación menor, simular un costo menor que el costo real de las cosas para poder mejorar las chances electorales del año que viene. Y si el año que viene hay un cambio de gobierno, a ese nuevo gobierno, si es de otro signo político, le va a tocar ajustar lo que ahora se desajusta.
El problema central para el Gobierno, y sobre todo el problema central para Cristina Kirchner, se vio en el discurso del viernes. Vimos a una líder encerrada en una operación sin salida. Porque por un lado tiene que respaldar a Massa, porque es evidente que Cristina Kirchner y su grupo no tienen una política económica alternativa a la que lleva adelante el ministro, que es una política de ajuste. Superior al ajuste de Guzmán. Cuando uno habla con los interlocutores de Massa en Estados Unidos, en el Fondo Monetario Internacional (FMI), en el Tesoro, ellos dicen: “Nos gusta más que Guzmán”. Porque Massa habla de ajuste, no rehúye de esa palabra. Massa está empeñado en un ajuste, que Cristina Kirchner debe respaldar porque no tiene un plan mejor. Lo qué es evidente es que ella nos puede decir que cosas no le gustan, pero no puede decir qué cosas le gustan. Si pudiera decir qué cosas le gustan, si creyera que hay una receta distinta de la que está aplicando Alberto Fernández, con su ministro ajustador, lo que hubiera hecho es sacarlo a Alberto Fernández y tomar el poder con alguien como Axel Kicillof. Eso está vedado porque sabe que no hay camino por ahí. Vamos a ponerlo en otros términos. Ella tiene un modelo, pero no tiene un proyecto. Es un modelo para ver en el pizarrón, para escuchar en los actos. Cosas deseables, de rango utópico, pero si esas cosas hubiera que aplicarlas, requeriría de otra política y probablemente de otro sistema institucional. En esto, es bastante parecida a Javier Milei. Cuando uno escucha lo que dice Milei -a una parte de la sociedad que está enojada- son cosas muy lindas de ser escuchadas. Ahora, si uno dice “tomá la llave, hacé andar este auto”, probablemente nos diría que no está hecho para que ande, está hecho para ser mirado. Son modelos no-implementables en la práctica. Por eso no pueden ser pensados como proyectos.
En este problema está Cristina Kirchner, que intenta separarse de la acción del Gobierno para hablarle a su electorado, que obviamente está indignado y la está pasando cada vez peor, porque son los más vulnerables. Pero, por otra parte, tiene que decir que lo respalda a Massa porque no vaya a ser que renuncie en medio de su ajuste.
El ajuste de Massa tiene sus lagunas, sus “permitidos”. Este lunes el economista Nicolás Gadano encontró en el Boletín Oficial un aviso que informaba que Massa le aprueba a su esposa, Malena Galmarini, el presupuesto y el plan de acción para AySA, con 7974 empleados y transferencias del Tesoro de $178 mil millones. Esta va a ser la bandera de aquellos funcionarios a los que Massa les pidió un recorte en el gasto. Es decir, hay ajuste para todos menos para la familia.
Sergio le aprueba a Malena el Presupuesto & Plan de Acción 2022 de AySA, con 7974 empleados y transferencias del Tesoro x $178 mil milloneshttps://t.co/snZ43OunWK
— Nicolas Gadano (@ngadano) November 7, 2022
El problema adicional en el que está Cristina Kirchner, es que tiene que explicar además por qué armó este experimento. Ella tiene que explicar a los suyos, sobre todo a su hijo Máximo, por qué los lleva a una derrota. porque todo líder político, sobre todo para la maquinaria de su propia fuerza, es medido como se evalúa a un general en la guerra: por victorias y derrotas. Por eso, Cristina recordó el viernes pasado que los llevó a la victoria armando este experimento tan raro, donde el que tiene el poder no tiene el mando institucional y donde el que tiene los votos y la legitimidad no es el presidente, sino la vice. Es obvio para cualquiera que entienda el ABC de la política que esa excentración, ese desajuste entre el que tiene la legitimidad y el voto de la gente, y el que firma los decretos, no funciona bien, no funciona nunca bien. Esta es la razón por la cual Lula no la menciona a Dilma, en los discursos que hizo durante toda la campaña. Tampoco cuando saludó a aquellos que lo acompañaron en la victoria; y es la razón por la cual Cristina Kirchner no va a nombrar en sus actos, en su apelación al votante, a Alberto Fernández. Este gobierno, en el relato de Cristina Kirchner, no existió. Ella lo dijo hace un tiempo con una especie de voluntarismo casi risueño: “Este partido no se jugó. Donde perdimos, no se cuenta. Me tienen que evaluar por los gobiernos del pasado, donde el mundo era distinto, donde la oferta de dólares era distinta, donde el ciclo de la economía asiática era distinto”. No se repite esa historia. Entonces, también hay un problema de interpretación del curso del tiempo. Cristina se pregunta entonces si es que puso a un presidente que no funcionó o es que el contexto cambió y no se dio cuenta.
Acá hay un problema político, porque antes teníamos la idea de dos comandos. Ahora pareciera que el kirchnerismos tiene un solo comando, el de Cristina Kirchner, pero con dos discursos, porque tiene que sostener este ajuste y a su vez tiene que decir que no tiene nada que ver con él. Es un problema de difícil resolución en la política, y mientras la economía siga castigando a la sociedad va a ser de difícil resolución para ella. Lo enfrentó Angeloz frente a la inflación y la hiperinflación de Alfonsín, y lo enfrentó Duhalde frente al ajuste de la convertibilidad de Menem. En ambos casos perdieron, porque es muy difícil que la gente vote arrepentidos. Y Cristina se presenta como una especie de arrepentida de este Gobierno del cual es muy difícil disociarla. ¿Cómo hacer para que la gente se olvide de que Alberto Fernández fue puesto por ella? En este problema está la vicepresidenta.
Esto lo percibe todo el peronismo, a tal punto que está ocurriendo de manera sigilosa algo seguramente doloroso para ella y para Alberto Fernández. Los gobernadores peronistas rompieron el pacto electoral con el gobierno nacional y con el liderazgo de Cristina. El más llamativo de todos, realmente raro, es Juan Manzur, que adelanta las elecciones de Tucumán y pide irse como sea del Gobierno. “Quiero huir de Buenos Aires y volver a Tucumán”, dice. La fantasía de que ese pase desde Tucumán a la Casa Rosada lo iba a transformar en candidato a presidente en 2023 parece haberse desdibujado por completo. Los demás gobernadores que miran esa fuga, dicen: “No queremos ni que nos vengan a visitar desde Buenos Aires, no queremos quedar asociados a la deriva de este Gobierno con el que queremos decirle ahora a nuestra gente que no tenemos nada que ver”. Como Cristina.
Ella dijo: “Voy a hacer lo que tenga que hacer”. Todavía no lo sabe. Y es lógico que no lo sepa. Falta muchísimo para saber si ella está en condiciones o no de ser candidata. En su entorno dicen que el problema no son tanto los fueros -aunque obviamente lo son- porque en 2015 ya sabía que estaba muy mal en Comodoro Py, y fue igual a la carrera sin fueros. El problema es otro, el problema es la economía y si ella se anima a ser candidata con esta economía. Obviamente que si llega a serlo no hay PASO. Hoy, según las encuestas de la propia Casa de Gobierno, Cristina Kirchner tiene una intención de voto del 24%, que duplica a Massa y a Alberto sumados. Es muy difícil que alguien la quiera enfrentar desde dentro del peronismo. De hecho, Alberto Fernández sugirió el otro día que si la candidata es Cristina él no se presenta.
El peronista Carlos Ruckauf tiene un razonamiento interesante sobre esto. Él mira la lógica de la jugada y dice: “Si Cristina Kirchner no quiere las primarais es porque va a haber una pelea entre Alberto y un delegado de ella. En la Casa de gobierno creen que es Axel Kicillof que no quiere ni soñar con la presidencia. ¿Por qué ella no querría las primarias?, se pregunta Ruckauf. Si Alberto le gana al candidato de Cristina, o al revés, el triunfador sale de una interna y queda con una legitimación que tal vez a Cristina no le convendría promover. Sería muy difícil que alguien que salga de una interna pueda seguir siendo un subordinado. Probablemente, estaría en más condiciones alguien puesto a dedo como Alberto de ser sometido al liderazgo de Cristina, que es la que mejor representa hasta el día de hoy a los más vulnerables de los grandes conurbanos y sobre todo el conurbano bonaerense, región para la que fue inventado el peronismo.
En todo este contexto, aparece la convocatoria a un nuevo acto que tendrá lugar el 17 de noviembre. El afiche de propaganda dice que será en el Estadio Diego Maradona de La Plata, en donde hablará Cristina a 50 años de la vuelta de Perón. Hay, como vemos, una recuperación permanente de Perón. Como este viernes, que Alberto estaba en un avión cuando ella hablaba, en el próximo acto de Cristina él también va a estar arriba de un avión, volviendo de Bali, donde se realiza la próxima reunión del G-20. Por este motivo, el locutor probablemente presente a Cristina Kirchner como la presidenta de la Nación, porque ese día lo va a ser. Es parte de un juego subliminal que divierte mucho al entorno de Cristina Kirchner, entre otras cosas porque le están haciéndole bullying al Presidente mañana, tarde y noche, como se vio durante el fin de semana.
La Cámpora y el peronismo de la provincia de Buenos Aires, conducidos por Máximo Kirchner y, probablemente, muchos otros líderes provinciales que van a ser convocados para venir a este acto, se va a movilizar como nunca para este discurso de Cristina que será presentado como un acto de lanzamiento. ¿Quién se niega a pensar que semejante acto no es para que Cristina sea candidata?
Se parece bastante a lo que está haciendo Macri: apropiarse de la identidad del grupo, reclamar el liderazgo para tener la lapicera, y después ver si escribe su nombre o el de otro. Macri cuenta en su libro “Para qué”: “Cuando me quedé sin una función pública y no estaba en ninguna posición relevante oficial, me di cuenta de que mi misión era algo superior: conducir. Sin cargo, sin un sello”. Bueno, en eso está también Cristina Kirchner. Después se verá si esa conducción decanta en su propia candidatura. Pero coinciden: lo importante es la lapicera.
Decíamos que Alberto Fernández va a estar en el exterior, en la reunión del G20. Como fue a buscar ese encuentro con Lula y a abrazarlo, va a tratar de conseguir una reunión con Joe Biden. El encuentro, que se está gestionando, reemplazaría al que se iba a realizar en la Casa Blanca antes de las elecciones legislativas, y no se verificó. Tal vez haya una bilateral entonces durante el G20, con un Biden complicado. Veremos qué pasa este martes, es una fecha importante para el mundo. Son las elecciones legislativas en los Estados Unidos. La mayor parte de las encuestas indica que los republicanos ganarían la Cámara de Representantes y también el Senado, donde hasta ahora están empatados. Kamala Harris perdería ese poder de desempate y pasaría el Congreso de Estados Unidos a estar liderado por la oposición. El Congreso en Estados Unidos es un actor importantísimo de la política y opera muy subordinado al partido que lo domina.
Nota al pie de página: de esos que van a votar al partido republicano, siete de cada diez admiran a Trump. Esto explica el discurso de Nancy Pelosi, que probablemente va a perder su posición como presidenta de la Cámara de Representantes si se verifican estas encuestas. Hace una semana le dijo a The New York Times: “No puedo creer que voten a esa gente”. Frase que muestra el nivel de polarización que hay en Estados Unidos. Y lo segundo que dijo: “Aquí hay que salvar a la democracia”. Es el mismo mensaje de Lula frente a Bolsonaro. “Hay una democracia amenazada por la intolerancia, por rasgos fascistoides de liderazgos muy basados en la crispación, como dicen los españoles, en el discurso del odio”.
Volvemos por esta vía a la Argentina, Cristina Kirchner está por este camino, está diseñando este camino para las elecciones del año que viene y le tira un centro a los radicales este viernes. Les dice: “Hay que reconstruir el pacto democrático de 1983″. Leopoldo Moreau, una de las personas que mejor interpreta a Cristina Kirchner, escribió una nota hace dos domingos en El Cohete a la Luna, el portal de Horacio Verbitsky, donde analiza un discurso de Macri en Miami, le pone la lupa, y subraya rasgos que para él son autoritarios. Es un Macri corrido a la derecha, que Cristina Kirchner necesita para poder decirle al resto que la democracia está en peligro. Claro, necesita un Macri mucho más corrido a la derecha que el Macri de hoy.
Aquí es donde el atentado juega un papel importantísimo, porque el ataque de Sabag Montiel, gatillando la pistola sobre la cabeza de la vicepresidenta, encarna esta escena que ella está intentando componer y en la que cree. Hasta Josep Borrell, el canciller de Europa que estuvo la semana pasada en Buenos Aires, la tomó de las manos y le dijo: “No puedo creer que estoy hablando con usted porque yo escuché el gatillo sobre su cabeza”. Es decir, es una imagen muy poderosa que le sirve a Cristina Kirchner para decir que hay que salvar a la democracia de esta fascistización. Vamos por ahí viendo la estrategia que ella va a llevar adelante.
En realidad, uno podría decir que el discurso autoritario es el de ella, que la que se parece a Bolsonaro es ella, quien no le quiso entregar el bastón de mando a Macri como Bolsonaro no se lo quiere entregar a Lula y pone al vicepresidente. Y salen las huestes, comandadas o no por él, a cortar las rutas porque si pierde Bolsonaro perdió el pueblo. No puede haber victoria democrática que no sea la de él. Algo parecido pensó Cristina Kirchner en 2015. Que, en el fondo, si no gana ella, si no gana el peronismo, el kirchnerismo, hay fraude. Es decir: los significados pueden estar corridos.
Mientras tanto, empieza a haber un ascenso de un discurso antipolítico. Porque Milei encarna ese discurso y crece. Había que ver en las redes este fin de semana una presentación de Milei en el centro de San Juan rodeado de una multitud. No era un montaje, es real. El mismo gobierno lo está evaluando y mira que en José C. Paz tiene 22% de intención de voto; en La Matanza, 16%; Un 20% promedio en el país. Le saca votos al Pro, le saca votos a Patricia Bullrich, a Macri, los obliga a derechizarse. Le saca votos también al peronismo, porque hay un voto desencantado, de jóvenes desencantados, que son como aquellos que votaban kirchnerismo hace 20 años y que hoy votan en contra también del peronismo, de esta experiencia de ajuste. Ahora bien: cuando Milei lee la historia dice que el problema empezó en 1916. Es decir, empezó con la democracia, con el voto secreto y obligatorio. Los problemas de la Argentina empezaron cuando el pueblo votó. Cuidado porque ese discurso está avanzando. Ese discurso se basa en la confrontación y tienta a una parte de Juntos por el Cambio. Entonces, estamos en una sociedad donde los partidos se van fragmentando y donde las opciones, sobre todo la opción opositora, se va radicalizando.
Contrasta esto, como siempre, con lo que pasa en Uruguay, donde uno siempre encuentra una lección. Ahora es un libro que se llama El Horizonte: conversaciones sin ruido. Sin ruido quiere decir sin este ruido interno del Frente de Todos; sin el ruido que va a haber este martes en una reunión de la conducción de Juntos por el Cambio, entre Macri, Larreta, Bullrich y los radicales. Sin ese ruido. Julio María Sanguinetti, un social demócrata, y José “Pepe” Mujica, un socialista. Si uno mira la política uruguaya, son dos tradiciones totalmente distintas que conversan, que se dieron un abrazo cuando los dos dejaron el Senado y que ahora realizan una operación política. Porque el libro no es meramente intelectual. Es una operación política en este clima de riesgo democrático que se vive en Occidente, en Italia, en Brasil, en Estados Unidos y también en la Argentina. Ellos, Sanguinetti y Mujica, dicen por ahí no, así no. Marcan el horizonte.