Un misil de Cristina contra la Justicia
La relación con la Corte Suprema, los jueces y sus causas; la figura de Leopoldo Moreau y el nombramiento de Horacio Rosatti como titular del Consejo de la Magistratura
La pelea entre Cristina y Alberto es gravísima. Están poniendo a las instituciones al borde del abismo en forma irresponsable. En todos los ministerios hay internas, zancadillas, peleas feroces y una gestión paralizada que lo poco que hace, lo hace muy mal. No les importa el sufrimiento de una sociedad que padece como pocas veces la inflación descontrolada, la inseguridad galopante con narcos incluidos, la falta de futuro y una caída brutal del poder adquisitivo de los asalariados y los jubilados.
Que el árbol de esta radiografía descarnada no nos tape el bosque del golpe palaciego que Cristina está impulsando contra la justicia. Siempre tuvo voracidad por el dinero y el poder. Una codicia enfermiza. Pero ahora su principal preocupación es dinamitar la Justicia para que la Justicia no la lleve a la cárcel producto de varias causas de corrupción que están avanzando sin prisa pero sin pausa. En los tribunales han olfateado a una Cristina con mucho menos poder y capacidad de daño. Y por eso Cristina ataca con misiles en la boca de sus principales soldados. Oscar Parrillitudo, como ella le llama a su mayordomo político, tuvo palabras explosivas y delictivas contra la Corte. Llamó a la rebeldía. A no acatar un fallo del máximo tribunal. Concretamente dijo: “nos oponemos a que la Corte asuma facultades legislativas. Es una aberración. Rozan el golpe institucional ¿Rosatti llegará en un tanque?”.
El lunes que viene, el doctor Horacio Rosatti, presidente de la Corte Suprema, no irá en tanque, pero asumirá como titular del Consejo de la Magistratura, tal como dice el fallo que despierta tanta furia en Cristina. Tal vez por eso, otro talibán de la Reina Cristina como Leopoldo Moreau fue tan agresivo e insultante. Calificó de “Napoleón de pacotilla” a la máxima autoridad del máximo tribunal. Y como si esto fuera poco aseguró que “este golpe palaciego solo es posible porque la Corte representa y se apoya en los grupos dominantes”
La Asociación de Magistrados puso el grito en el cielo y repudió lo que llamó “una afrenta al funcionamiento de las instituciones republicanas y democráticas”. Cristina copó todos los lugares del Gobierno referidos a la Justicia con el claro objetivo de lograr su impunidad y concretar su “operativo venganza”. No lo puso conseguir hasta ahora y le va a costar mucho a partir de la nueva conformación de 20 miembros del organismo que designa y destituye jueces. Carlos Zannini, Martin Soria Gerónimo Ustarroz, conforman con Parrilli y Moreau el grupo de tareas para demoler a los jueces independientes. Tuvieron algunos éxitos, pero la posibilidad de que Cristina vaya presa sigue vigente.
Moreau es el hombre de choque, el patotero contra los magistrados, un provocador serial. El preferido de Cristina. Su genuflexión lo convierte en un operador apto para todo servicio. Es un generador de escándalos y desde que dejó el periodismo, no se le conoce otro trabajo que el de ser un político profesional que vive de los sueldos del estado que le paga el pueblo argentino. Hace 38 años que es diputado nacional y provincial o senador. En lugar de servir a la gente a través de la política, se sirve de la política para subsistir.
En la Navidad del año pasado y por orden de su patrona, embistió contra todos los integrantes de la Corte Suprema de Justicia. Exigió la renuncia de los integrantes de la Corte. Moreau fue un estudiante crónico de derecho, pero aseguró que la Corte es “mediocre desde lo jurídico” y que “está desprestigiada”. Para no ir presa, Cristina, necesita que la Corte mire para otro lado o se convierta en cómplice de sus delitos. Por eso quiere voltear a la Corte. Se sabe que, históricamente, Cristina destruye todo lo que no puede controlar.
Hace 16 meses, Moreau, sin que se le cayera la cara de vergüenza dijo que “La Corte está agotada, institucionalmente muy degradada” y que malgastan su tiempo “jugando al truco”. Horacio Rosatti, el Napoleón de pacotilla, según Moreau, fue ministro de Néstor Kirchner, pero renunció y huyó despavorido cuando advirtió que lo querían hacer firmar la construcción de cárceles con sobreprecios que luego se convertían en coimas.
Moreau, en cambio, fue expulsado del radicalismo, luego de su actitud de tránsfuga. El tribunal de Etica, le sacó tarjeta roja por “adherir a un espacio político populista, autoritario, oportunista, corrupto, impostor e ineficiente”. Fue el mariscal de la derrota más grave de la historia del radicalismo. En el 2003 fue candidato a presidente y obtuvo el 2,34 % de los votos. Un papelón gigante. Se rompió y se dobló. Pero eso no es todo. Moreau, el diputado ultra cristinista, escribió que “Nisman se suicidó y el Mossad y los Fondos Buitres inventaron su asesinato”. Luego amplió su salvajada y dijo que “fue la operación de marketing a nivel global mejor concebida” promovida por “el estado de Israel, la derecha norteamericana, los fondos buitres y sus socios locales”.
La inmensa mayoría de los ciudadanos democráticos argentinos se indignó ante la provocación antisemita de Moreau. Ni Luis D’Elía, el vocero de Irán en Argentina, se había atrevido a tanto. Está muy claro: Moreau integra el grupo de tareas sucias contra la justicia que conduce Cristina, la presidenta de facto. Un patotero con inmunidad e impunidad que hace 38 años pagamos todos nosotros. Parece Marciano pero vive en esta tierra. Junto a Parrilli son los encargados de disparar los misiles de Cristina.