Su hijo, Gerardo Blanco, habló en LN+ y relató el infierno que vivió su madre; “Queremos que se sepa que hay gente así”, señaló; Atención, las imágenes pueden herir su sensibilidad
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Zulma tiene 100 años y padece demencia senil. Para cuidarla, su familia contrató a María Laura Chodilef, de 51 años, una mujer que tenía que cuidarla de lunes a viernes. Sin embargo, sospecharon que algo andaba mal y decidieron poner una cámara oculta. Ahí descubrieron el horror: en vez de asistirla la golpeaba ferozmente.
La agresión ocurrió en la casa de la mujer, en Bariloche. Su hijo Gerardo Blanco habló con Eduardo Feinmann en LN+ y pidió que “le caiga todo el peso de la ley”.
“Hoy estuve abocado tratando de viralizar esta situación porque si la Justicia es blanda nosotros no queremos serlo; no hay sed de venganza, sino de Justicia”, dijo en diálogo con El Noticiero de LN+. Y agregó: “Queremos que se sepa que hay gente así”.
Gerardo contó que la mujer trabajaba cuidando a su madre desde hace ocho meses pero, desde hace dos, sospechan que empezaron las agresiones. “Nosotros confiábamos en María Laura, porque era eficiente en lo que hacía, pero había otra cara de una moneda de terror”, señaló.
Consultado sobre cómo se dieron cuenta de la situación que padecía en silencio su madre, explicó: “Por suerte mi sobrina tuvo la inteligencia de detectar algo que pasó, cuando fue a darle un beso a Zulma y ella levantó la mano en señal de defensa, instintivamente. Y dijo: ‘Acá pasa algo extraño’. Fue ahí que decidimos poner una cámara, porque mi mamá tiene demencia senil y no nos podía decir qué estaba pasando”.
Según contó, ni bien se hicieron eco del hecho despidieron a la mujer e hicieron la denuncia penal. La causa quedó en manos de la fiscal Silvia Paolini, que presentó ante el juez de Garantías Sergio Pichetto el video como prueba de las agresiones. “La fiscal se horrorizó al ver las imágenes, de la misma manera que nos horrorizamos todos”, detalló Gerardo.
La decisión de poner a una persona que asistiera a Zulma fue, según relató su hijo, para no alejarla de su casa. “Nosotros siempre tuvimos una especie de debate familiar de ponerla o no en un geriátrico, o dejarla en su casa, con su cama y sus cosas de toda la vida. Nos pareció que no era importante sacarla de ese lugar porque, quizás, de tristeza, podía morirse o no”, aseveró.
Para finalizar, el hombre dijo que, ni bien la Justicia se anotició de la situación, “inmediatamente empezaron a tomar cartas en el asunto y mandaron a una médica forense para que la revise”.
LA NACION